¿Arde bien la literatura infantil y juvenil?

La noche del 10 de mayo de 1933, miembros del Partido Nacional Socialista y de la Asociación de Estudiantes, armados con antorchas, se reunieron en la plaza de la Ópera de Berlín, y en un acto que se retransmitió a través de las emisoras de radio alemanas, quemaron más de veinte mil libros que consideraban peligrosos y contrarios a su ideología. Diferentes actos de similares características se celebraron esa misma noche en diversas ciudades del país. Entre los autores odiados, estaban, Sigmund Freud, H. G. Wells, Bertold Bretch, Ernest Heminghay, Frank Kafka, Albert Einstein… Dicen que los bomberos tuvieron que arrojar bidones de gasolina ya que la lluvia impedía la propagación del fuego. Este acto fue el inicio de una campaña contra los escritores no adscritos al régimen, que se vieron obligados a abandonar su profesión y que posteriormente fueron encarcelados en campos de concentración o tuvieron que huir al extranjero.

¿Sabéis quién organizó esta performance?

Pues fue el tipo que escribió Mein Kampf.

Se llamaba Adolf Hitler.

No hay en la historia del mundo un escritor que haya eliminado tanta competencia en tan poco tiempo. Aunque al principio no consiguió grandes ventas, Mi lucha llegó a vender en total unos cincuenta millones de ejemplares. Y es que la caza de brujas siempre ha servido para beneficiar a los que la fomentan.

En aquellos tiempos hubo un escritor llamado Antoine de Saint-Exupéry que años más tarde escribiría un libro titulado Le petit prince, del que se han vendido hasta la fecha más de ciento cincuenta millones de ejemplares. Tres veces más que Mi lucha.

El libro de Hitler ha estado prohibido en Alemania hasta hace poco tiempo, cuando se ha considerado que ya no es un peligro, lo que resulta muy curioso teniendo en cuenta el repunte de nazismo que está viviendo este país. Quizá por eso, en pocos días, se ha convertido en el libro más vendido de Alemania.

Veamos, si un libro infantil vende tres veces más que un libro que inspira odio y violencia, puede significar que la cosa va bien y que hay esperanza.

Pero si observamos la cantidad de ejemplares vendidos de un libro que inspira odio y violencia, hay motivos de preocupación.

Hay quien dice que Le petit prince no es un libro infantil, que se le puso esa etiqueta para desprestigiar a su autor, al que también acusaron de colaboracionista, aunque no existiera una sola prueba de ello. Parece que fue el general De Gaulle en persona el que se ocupó de ensalzar esta acusación.

Antoine de Saint-Exupéry estuvo en España durante la Guerra Civil donde escribió unas crónicas que ponen los pelos de punta y que, en cualquier caso, dejan bien claro de qué lado estaba. Por eso resulta extraño que le acusaran de colaborar con los nazis de Hitler, con quien compitió duramente en las librerías a pesar de que en Francia no se publicó hasta 1946.

La vida está llena de ironías y contradicciones.

Y eso se nota en la literatura infantil y juvenil.

Peter Pan, un chico independiente que odia a los adultos y vive en el país de Nunca Jamás, es fruto de la imaginación de James Barrie, sobre el que recayeron sospechas de pederastia que nunca fueron demostradas.

Todo esto nos lleva directamente a varias preguntas: ¿qué es la literatura infantil y juvenil? ¿un premio o un castigo? ¿Debe ensalzarse o es mejor despreciarla? ¿Saben qué es la literatura infantil y juvenil aquellos que se empeñan en que los niños lean el Quijote?

Dan Brown ha anunciado que está haciendo una versión juvenil de su mega éxito El código Da Vinci que, presumiblemente, se leerá en los colegios.

Umberto Eco dijo hace un par de años que planeaba hacer una versión juvenil de El nombre de la Rosa, aunque no estoy muy seguro de que la llevara a cabo, pero la intención es relevante.

En España, El niño del pijama a rayas fue un éxito de ventas entre los jóvenes después de que fracasara cuando se intentó vender a los adultos que, paradójicamente, lo compraron masivamente después de que los niños le dieran el visto bueno.

Cada año se hacen versiones juveniles e infantiles del Quijote, La Celestina, El lazarillo y otros clásicos. Hay un gran interés en convertir obras adultas en infantiles.

¿Habrá versión infantil de El Principito?

¿Harán una versión juvenil de Mi lucha?

Si Hitler levantara la cabeza y viera en qué ha quedado su famosa quema de libros, volvería inmediatamente a su tumba. Él quemó libros y a él le quemaron para no ser identificado. Sí, el fuego purifica.

Ahora ya no se queman libros, ahora se infantilizan o se descatalogan. Es menos ruidoso y siempre se justifica mejor: las versiones infantiles ayudan a los lectores y hay que descatalogar aquello que no se vende. O desprestigiarlo.

Y mucha gente está de acuerdo.

 

Ahora ya no se queman libros, ahora se infantilizan o se descatalogan. @librosdesanti #LIJ Clic para tuitear

¿Arde bien la literatura infantil y juvenil? es un artículo de Santiago García-Clairac

Ilustración de portada: Santiago García-Clairac
Puedes seguir al autor en su web Los Libros de Santiago

 

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