Nemo viene de anémona. Las anémonas de mar son seres invertebrados urticantes y carnívoros fijados en las rocas del fondo marino o en arrecifes de coral, a la espera de algún pez que pase lo bastante cerca como para capturarlo con sus tentáculos venenosos. Ahora bien, si esto es así —os preguntaréis— ¿por qué Nemo y su padre Marlin viven tranquilamente en una anémona marina del tamaño de una taza de te? En realidad, y excepcionalmente, las anémonas tienen una alianza simbiótica con el pez payaso, cuyo cuerpo está protegido por una capa de mucosa que lo hace inmune al aguijón de la anémona. Así, mientras el pez payaso vive entre los tentáculos de estos parientes cercanos de la medusa y se protege de los depredadores, la anémona aprovecha los restos de la comida del pez payaso para alimentarse.

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En efecto, el inicio del filme Buscando a Nemo podría ser todo un documental de National Geographic: una pareja de peces payaso viven en una anémona y esperan la eclosión de sus más de quinientas huevas, cuando, de pronto, una barracuda engulle a Coral, la hembra, y a todos sus huevos. Todos excepto uno: Nemo. Su padre, Marlin, se encargará en adelante de proteger y de educar a su único hijo, quien, además, contará con una discapacidad física de nacimiento: una aleta más pequeña que la otra. Sin duda, este hecho es importantísimo y hace más especial la película, pues, ¿qué otro personaje de animación recordáis con alguna minusvalía? Es un detalle que no pasa desapercibido para el espectador y, sin embargo, este está deseando que Nemo aprenda a valerse por sí mismo. Esto es, nadie parece tenerle una compasión especial por ello. Sin embargo, tras la hecatombre¿Qué otro personaje de animación recordáis con alguna minusvalía? Es un detalle que no pasa desapercibido para el espectador y, sin embargo, este está deseando que Nemo aprenda a valerse por sí mismo. familiar y la mencionada disminución física, lo normal para un padre como Marlin será obsesionarse con el peligro y sobreproteger a Nemo, lo cual significará limitar a corto plazo sus capacidades potenciales de supervivencia. Por su parte, el pequeño Nemo es un pez payaso curioso que tiene ganas de comerse el mundo, aunque, obviamente, el mundo tenga más ganas de comérselo a él. El ‘pezqueñín’ preguntará a su padre sobre las tortugas marinas y sobre los tiburones, pero Marlin se limitará a hacer de padre y lo llevará a la escuela, donde el maestro Raya, un excéntrico pez manta, lo llevará de excursión junto al resto de ‘pezqueñines’ de distintas especies.

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Es interesante y divertido ver cómo todas las especies marinas adultas (pulpos, caballos de mar, tiburones…) tienen la misma idea preconcebida acerca del pez payaso. Creen que por pertenecer a esa especie uno debe ser necesariamente gracioso, cuando, por el contrario, Marlin solo conoce un único chiste que  además explica siempre de una forma soberanamente aburrida. Se trata aquí el tema de los odiosos e inevitables prejuicios que construimos quizá de forma inconsciente en nuestro cerebro con la finalidad de poner cierto orden y control a un mundo que generalmente es imprevisible y no solemos comprender bien. Por ejemplo, existe un prejuicio típico que la gente tiene con los escritores. Hay personas que creen que por haber escrito una o dos novelas debes haber leído mucho necesariamente en la vida o debes ser un lector insaciable. Es decir, pueden llegar a sobreestimar tu inteligencia creyendo que eres un auténtico gafapasta. Sin embargo, cuando dejas la escritura y bajas a la arena social mostrando alguna carencia en habilidades sociales la gente suele decirte cosas como «estás espeso, hoy», pero es que, en mi caso y, a pesar de ser escritor, me considero una espesura con patas con algún momento excepcional de lucidez mental. Ahora, por favor, repitan conmigo: el escritor no es un hombre intelectual del mismo modo que Marlin no es gracioso por ser un pez payaso.   

Buscando a Nemo antes de que se pierda Dory y lo olvide. Reseña de una película de animación infantil que auna diversión con valores importantes. Javier Alcover.

La acción empieza, paradójicamente, fuera de la anémona. Nemo desafía a su padre delante de unos compañeros de clase que juegan a hacerse los valientes tratando de rebasar los lindes de su barrio marino.  El hijo de Marlin no quiere ser menos solo por poseer una aleta más pequeña que la otra y, a pesar de las advertencias de su padre, decide pasar a la acción. Rápidamente, un pez dentón con voz de pito da la voz de alarma: «¡Maldixión, Nemo extá nadando en Mar Abierto!». Y allí lo capturará un buzo que con su bote se lo llevará a Sidney. Allí, Nemo vivirá en una pecera junto a otros peces que, curiosamente, poseerán grandes conocimientos en odontología, puesto que el buzo raptor resultará ser un dentista cuya sala de operaciones estará casualmente situada justo enfrente de la pecera.

 ¿Tiburones vegetarianos en Buscando a Nemo?

Mientras tanto, Marlin, que había prometido proteger a su hijo y no separase de él por nada del mundo, buscará desesperadamente a Nemo y tratará sin éxito de seguir el bote. En ese instante, chocará frontalmente con uno de los personajes más entrañables del filme, Dory, una hembra de cirujano azul con graves problemas de memoria a corto plazo y magníficamente doblada por la actriz Anabel Alonso. Curiosamente, este colaborador de MoonMagazine se siente identificado con Dory, pues posee una memoria de pez alucinante. Por cierto, ¿os había dicho que tengo una memoria de pez alucinante? Fijaros cuán imprevisible y desconocido es el mundo que acabo de romper una idea preconcebida que teníais sobre mí como escritor (pues la vida es prejuicio y los prejuicios, prejuicios son): ahora ya sabéis que no soy un intelectual, que no leo mucho (sino lo justo) y que tengo una memoria de pez extraordinaria.

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Tras el choque frontal entre ambos, empieza la gran aventura de Buscando a Nemo. El primer pez gordo en aparecer es Bruce, un tiburón sensible y bonachón doblado de forma excelsa por el gran Javier Gurruchaga. Bruce toma conciencia de que los peces son amigos y no comida, y bajo ese lema, funda una asociación de depredadores anónimos (A.D.A). Descartaría del todo que se tratase de un montaje pro-vegano para sumar adeptos a la causa, aunque, en realidad, podría interpretarse como un modo de concienciar a los niños sobre el maltrato a los animales. O, simplemente, podría verse como un ejemplo de solidaridad por parte del pez grande —que da un gran paso evolutivo superando cualquier simbiosis— que decide ver al pez chico como un ser vivo antes que como un  mero bocadito. Esta es quizá una de las escenas más divertidas del filme, que insiste además con el Descartaría del todo que se tratase de un montaje pro-vegano para sumar adeptos a la causa, auque, en realidad, podría interpretarse como un modo de concienciar a los niños sobre el maltrato a los animales.tema de los prejuicios: al principio, Marlin y Dory sienten temor y desconfianza por el tiburón y este se limita a decir con pena y resignación: «Entiendo, los tiburones no somos de fiar, ¿verdad?». Sin embargo, al final los dos «pinchitos» —como llamará Bruce a Marlin y Dory— serán invitados a una sesión de terapia grupal donde cada miembro depredador deberá comparecer junto a un pez pequeño para demostrar ante el grupo su capacidad de auto-control: «los peces son amigos, no comida», se repiten constantemente, hasta que, fortuitamente, Dory se da un golpe en la nariz y empieza a sangrar. Entonces, Bruce se acerca con buena fe para preocuparse por su invitada: «¿Te has hecho daño, Dory?», pregunta el tiburón, cuando, de repente, la sangre penetra a través de uno de sus orificios nasales y automáticamente este se convierte en el depredador que él mismo se ha negado a ser, perdiendo la cabeza y gritando como un loco «¡Esta noche voy a cenar… pescadooo!» mientras sus compañeros reaccionan al unísono: «¡Intervención!». Una vez superado el ‘problema de Bruce’, Marlin y Dory encuentran una pista: las gafas de bucear de uno de los buzos indica que Nemo está en Sidney. Más adelante, un grupo de peces imitadores les informa que para llegar hasta allí deben tomar las llamadas corrientes australianas. Tras un pequeño accidente con unas medusas, caerán en un sueño profundo y lograrán alcanzar la famosa ruta submarina y ser transportados por unas tortugas marinas surferas muy divertidas. «¿Tío? Tío, despierta, tío», dice Crush a Marlin. «¿Dónde estamos? ¿Y las corrientes australianas?», pregunta Marlin con gran preocupación. «Las estás surfeando, tío», responde tranquilamente Crush.

Crush_nemo_MoonMagazine

Mientras tanto, Cebo —el nuevo nombre de Nemo— ha entrado a formar parte de la «família» de la pecera formada por una pececita excéntrica, un pez globo, una estrella de mar y un limpiador escupepiedras. Estos lo adoran y, en especial, Gill, un pez ídolo Moro que tiene exactamente la misma discapacidad física que Nemo-Cebo. De nuevo, la discapacidad física se asocia, precisamente, a la palabra ‘capaz’ –más que a incapaz– y, por tanto, la diversidad funcional física vuelve a zarandear las salas de cine de medio mundo con un mensaje muy potente: vale, tengo una aleta más pequeña que la otra y, sin embargo, puedo ser tan valiente o más que tú. Por ejemplo, yo soy un escritor pequeño y mis novelas son artesanas, es decir, son como un buñuelo de churrería y, por tanto, no puedo competir con la marca industrial DONUTS. Sin embargo, el buñuelo es la parte  central descartada por el donut. Ergo, soy un escritor pequeño, pero, en verdad, nadie podrá negar nunca mi osadía al afirmar que soy la parte más buena del donut.

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Gill —doblado por el doblador de Bruce Willis— planea un plan de escape y aprovecha que Nemo es un pez pequeño para introducirlo en un tubo del sistema de limpieza de la pecera con la intención de bloquear su funcionamiento y provocar que esta se ensucie con las heces de los propios usuarios. De este modo, el dentista se verá obligado a hacer un cambio de agua. Todo ello deberá hacerse antes de la llegada inminente de Darla, la detestable niña exterminadora de peces. Esa será su oportunidad. Quizá la última para Nemo y la «pandilla de la pecera».

#Nemo Una aventura trepidante, no exenta de drama, valores y emoción hasta el final @XavierAlcover Clic para tuitear

De nuevo, ya en las costas australianas, Marlin y Dory son engullidos por una ballena. Dory cree dominar el «balleno» y trata de comunicarse con el cetáceo sin miedo alguno, pues su memoria a corto plazo la convierte sin querer en una gran optimista que contrasta con el pesimismo y la desesperación de Marlin por encontrar a su hijo. Dory será, sin querer, la gran aliada del pez payaso adulto y así irán superando todas las adversidades del mundo submarino. En la pecera, el gran aliado —y fuente de inspiración— de Nemo será Gill, quien creerá ciegamente en las posibilidades del sobreprotegido payaso pezqueñín con diversidad funcional física. Entre unos y otros lucharán para que padre e hijo vuelvan a encontrarse y, a la postre, así será. Un final feliz lógicamente previsible pero no exento de drama, valores y emoción hasta el final. Una aventura trepidante, divertida y original, con unos personajes carismáticos que convierten en mi opinión a Finding Nemo, de PIXAR, en todo un icono del cine de animación.

¿Preparados ahora para buscar a Dory?

Buscando a Nemo antes de que Dory se pierda y lo olvide. Reseña de una película de animación infantil que auna diversión con valores importantes. Javier Alcover.

 

Un artículo de Javier Alcover