Carlos Gardel: el mito no está sujeto a muerte

Por J. J. Conde

El arte insuperable de Carlos Gardel traspasó todas las fronteras, llegando el acento conmovido de su voz a los confines más lejanos. El «Morocho del Abasto» había nacido, sin duda, para triunfar y ser ídolo de multitudes. Pero a la gloria que disfrutaba y le absorbía en vida, secretamente el destino le tenía fijado un alto precio. Y así, un 24 de junio de 1935, el más eximio cantor de todos los tiempos en el género que cultivaba le rendiría tributo a la muerte, todavía en plena juventud y cuando de él tanto se podía esperar porque atravesaba su mejor momento.

Dueño de unas portentosas facultades para el canto se lo disputaban las empresas teatrales y productoras cinematográficas, llegando a filmar unas siete películas. Su muerte produjo un hondo sentimiento de dolor, tanto en el pueblo argentino, sobre todo, como en el resto de países en donde actuó y en los que se le conocía por sus películas o discos. Se cuenta que tras su desaparición algunas mujeres se suicidaron. Entre ellas, Estrellita del Rigel, joven americana que en el Middletown Hotel, donde Gardel se hospedó mientras estuvo en Nueva York, ingirió un activo veneno, encontrándosele una nota que decía: «Ahora que ya no te veré más, vengo al último lugar en que te vi vivo». Amelia Castillo, de Haití, y Baldomera Pérez, de La Habana, se prendieron fuego para morir de la misma manera que el famoso cantor.

Después de su película Tango Bar, Carlos Gardel decide hacer una pausa en sus múltiples actividades, tanto en el cine como en sus actuaciones musicales. Tenía el propósito de montar una productora propia en su Buenos Aires querido, y estar al lado de su vieja a quien Carlitos adoraba y que era la única que sabía ponerle a punto el puchero argentino.

Su última actuación tuvo lugar en Bogotá, esperándole en el campo de aterrizaje 10.000 personas. Tal era la popularidad del artista que tan profundamente supo calar en el alma de todos los públicos. Para completar su gira le quedaban a Gardel dos actuaciones en Cali y cuatro en Panamá, debiendo terminar en La Habana. Ni qué decir tiene que en Bogotá sus éxitos fueron rotundos durante los diez días que allí actuó. Finalizado su compromiso con Bogotá el cantor y su orquesta parten hacia Cali, haciendo escala el avión que los lleva en el aeródromo de Medellín. Y aquí ocurrió la tragedia que hizo callar la voz prodigiosa del que siempre será el rey del tango. Pero Carlos Gardel, ídolo de multitudes, el cantor de más fama que tuvo el Plata, no llegó a morir para la legión de admiradores de su arte; puesto que Carlos Gardel vive hecho mito en el corazón de su pueblo. Y el mito no está sujeto a muerte.

 

 

#Especial #CarlosGardel. @jotajotaconde y @txaro_cardenas rinden #homenaje al Morocho del Abasto. Clic para tuitear

Un tango

Especial El Tocadiscos: Homenaje a Carlos Gardel

Por J. J. Conde

Nueva sección "El tocadiscos". Hoy, Neil Sedaka con su inolvidable "Oh! Carol". Por J. J. Conde.Llevo un tango colgado de los labios para siempre. Desde aquellas tardes de la casa de la plazoleta, en donde mi corazón de niño no sonriente palpitaba por cada placa gastada de Carlitos Gardel, y que yo ponía con esmero casi sacro, una y otra vez, sobre nuestra Philips de caja. Que no había lugar para el descanso. Que todo era un enhebrar melodías: «Arrabal amargo», «Por una cabeza», «Mano a mano», «La Cumparsita», «Caminito», «Adiós muchachos», «Silencio», «Madreselva», «Tomo y obligo», «Un tropezón», «Mi Buenos Aires querido»… Mientras, mi padre ahogaba su llanto por entre las aguas tintas de la pena y el desengaño.

Llevo un tango colgado de los labios perennemente. Desde aquellos minúsculos ensueños con los que «el morocho» envolvía a este niño de semblante serio que, puesto manos a la obra, empapaba el alma atormentada de mi padre colocando placa tras placa en las tardes arrobadoras de la casa de la plazoleta. Que era todo un engarzar cadencias: «La última copa», «Por tus ojos negros», «Silbando», «Volvió una noche», «Yira, yira», «Milonga sentimental», «Bandoneón arrabalero»…

Llevo un tango colgado de los labios perpetuamente. Llevo un tango, que enarbolo con orgullo cada veinticuatro de junio de todos los años.

Llevo un #tango, con orgullo, cada 24 de junio de todos los años. @jotajotaconde #CarlosGardel Clic para tuitear

 

Sus ojos se cerraron

Por Moon

¿Y si Carlos Gardel no hubiera muerto en aquel accidente aéreo? ¿Y si aquel 24 de junio de 1935 no fue «El Zorzal Criollo» sino otro quien subió al Ford Trimotor trágicamente siniestrado en la pista del aeropuerto de Medellín? Otro, cuyo físico, voz y cualidades interpretativas hicieran imposible distinguirlo del verdadero Carlos Gardel, que exhausto y deseoso de liberarse de algunos compromisos, podría aprovechar, así, la ocasión para desaparecer momentáneamente de escena.

¿Y si tras el accidente, Carlos Gardel hubiera asumido la personalidad de su sosías?

*Sus ojos se cerraron (y el mundo sigue andando)

Todo es posible gracias a la magia del cine.

Todo es posible. Solo hace falta un texto que roce las emociones y las haga estallar; que nos relaten la historia que no pudo ser escrita porque no pudo suceder, a pesar de que millones de almas sedientas de su voz, de su carisma, de su cercanía, se habrían vendido al diablo porque así hubiera sido.

Y ese texto es fruto del talento de Óscar Plasencia y Raúl Brambilla, autores de esta declaración de amor al añorado Carlos Gardel, una historia surreal e imposible que hace uso de elementos que la hacen verosímil y que en manos del realizador Jaime Chávarri y su puesta en escena, ambientación y dirección de actores, se convierte en una parábola que trasciende —y ello parece imposible tratándose de Carlos Gardel— la propia historia del «Morocho», para convertirse en la metáfora de la sublimación de un sueño colectivo, que en este caso, se reencarna en el de la costurera «gallega» Juanita, desde las miradas vibrantes de una Aitana Sánchez Gijón en estado de gracia.

Darío Grandinetti es Renzo Franchi, un cantante gris que al enamorarse de Juanita, se impregna de la personalidad de Carlos Gardel. La magia no solo se extiende al personaje, sino que se apodera del actor, cuyas interpretaciones del verdadero y falso Gardel alcanzan cotas magistrales a lo largo de toda la película, pero sobre todo, en la última escena, catalizadora de las emociones de los personajes y del espectador, cuya mirada se fusiona con el público que escucha desde el respeto y la devoción silenciosa, a un ¿desconocido? cantar «Mi Buenos Aires querido», sabiendo en su fuero interno que Carlos Gardel vive y vivirá por siempre.

 

*Hay muchos puntos de esta maravillosa película de los que no os he hablado… pero esa es otra historia.
Si deseáis ampliar, no dejéis de leer la crítica de Enrique Fernández Lópiz, os la recomiendo.

 

El pueblo al que tanto amó sabe que #CarlosGardel vive y vivirá por siempre. @txaro_cardenas Clic para tuitear

 

J. J. Conde

Txaro Cárdenas