Civilización y neurosis: la mirada del cine

En tiempos como los actuales, de crisis e incertidumbre permanentes, cualquier manifestación artística está especialmente predispuesta a reflejar el conflicto entre individuo y sociedad, entre las ansias de autorrealización que residen en cualquier ser humano y las restricciones externas a las que se tiene que enfrentar.  Dicho conflicto suele acabar generando tensiones individuales y/o colectivas y ya Sigmund Freud apuntó que la neurosis era fruto de ese dilema que podía no tener solución. En este sentido, toda forma de civilización llevaría asociada esa dolencia como consecuencia de la imposibilidad de conciliar las necesidades sociales con las expectativas personales.

En un párrafo de El malestar en la cultura (1930), Freud venía a resumir con bastante precisión esta idea: «La libertad individual no es un bien de la cultura, pues era máxima antes de toda cultura, aunque entonces carecía de valor porque el individuo apenas era capaz de defenderla. El desarrollo cultural le impone restricciones, y la justicia exige que nadie escape a ellas. Cuando en una comunidad humana se agita el ímpetu libertario puede tratarse de una rebelión contra alguna injusticia establecida, favoreciendo así un nuevo progreso de la cultura y no dejando, por tanto, de ser compatible con ésta; pero también puede surgir del resto de la personalidad primitiva que aún no ha sido dominado por la cultura, constituyendo entonces el fundamento de una hostilidad contra la misma. Por consiguiente, el anhelo de libertad se dirige contra determinadas formas y exigencias de la cultura, o bien contra ésta en general. Al parecer, no existe medio de persuasión alguno que permita inducir al hombre a que transforme su naturaleza en la de una hormiga; seguramente jamás dejará de defender su pretensión de libertad individual contra la voluntad de la masa. Buena parte de las luchas en el seno de la Humanidad giran alrededor del fin único de hallar un equilibrio adecuado (es decir, que dé felicidad a todos) entre estas reivindicaciones individuales y las colectivas, culturales; uno de los problemas del destino humano es el de si este equilibrio puede ser alcanzado en determinada cultura o si el conflicto en sí es inconciliable».

¿Es posible el equilibrio entre las reivindicaciones individuales y las colectivas? @jmcruzbar Clic para tuitear

Partiendo de que, como dice Freud, el conflicto planteado es, desde cualquier punto de vista, “inconciliable”, la cuestión sería qué alternativas existirían para gestionar dicha situación. Cuatro películas recientes, muy diferentes entre sí, plantean las salidas posibles por las que todo ser humano puede optar.

Amor y amistad

Amor y amistad dirigida por Whit Stillman es una adaptación de la novela Lady Susan de Jane Austen. Producción británica con el habitual marchamo de calidad del cine de época de aquel país, cuenta con un excepcional reparto encabezado por Kate Beckinsale, Chloe Sevigny, Stephen Fry y Tom Bennett. Aquí, no hay rebeldía dentro del orden establecido sino sólo una habilidosa gestión de las hipocresías y los dobles juegos. Las mentiras y las medias verdades se esconden detrás de una fachada aparentemente estable e impoluta. Todo hay que decirlo, se trataría de la situación más habitual: en vez de enfrentarnos directamente al orden social en el que vivimos, decidimos convivir con él en una especie de coexistencia pacífica aunque, en realidad, agitada debajo de la superficie. En la relación entre civilización y neurosis, la neurosis permanecería latente, enmascarada por elegantes y educados modales.

Amor y amistad, hipocresías y dobles juegos en esta elegante producción británica. @jmcruzbar Clic para tuitear

Paterson

La segunda alternativa es encontrar un refugio luminoso en medio de un mundo gris y aburrido. Es lo que hace el protagonista de Paterson de Jim Jarmusch, interpretado por Adam Driver, quien da vida a un aparentemente anodino conductor de autobús que esconde un poeta reacio a dar a conocer su obra. Su novia también es una persona muy creativa de modo que la casa en la que ambos viven y su relación es una especie de oasis en medio del tedio. Aunque esta película recrea cómo las sensaciones cotidianas son recicladas por la peculiar percepción del protagonista hasta ser convertidas en poemas, admite una segunda lectura que no es tan amable. Hay un famoso relato de Ernest Hemingway, El río de dos corazones, que apenas tiene trama, narra tan sólo los detalles de una excursión de pesca, que ha sido interpretado como la lucha de un personaje por huir del trauma que le atormenta (posiblemente, su experiencia en la guerra). El cuento se demora en mostrar obsesivamente todas las acciones y movimientos que realiza el personaje, como símbolo de su deseo de no pensar, de no recordar y de centrarse, exclusivamente, en la labor a la que ha querido dedicarse. Algo parecido pasa en Paterson. Asistimos al ritual diario del personaje protagonista, que repite sistemáticamente su misma rutina cotidiana. Una foto en que se revela que en el pasado estuvo en el ejército, da una pista obvia sobre el posible origen del ensimismamiento del personaje. Aquí, la neurosis estaría sublimada por el desarrollo de una labor poética que le permitiría no tener que recordar la experiencia traumática sufrida. La civilización ofrecería la cobertura de la creatividad como medio para que la neurosis sea reconducida.

La creatividad como cobertura de la civilización para reconducir la #neurosis. #Paterson @jmcruzbar Clic para tuitear

El ciudadano ilustre

Otra posibilidad es la que se recoge en la película hispano-argentina El ciudadano ilustre, dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn. En este film, se narra cómo un premio nobel de literatura es invitado a su pueblo natal, a 700 km. de Buenos Aires, para ser agasajado como hijo predilecto de la localidad. En este caso, el personaje, al que da vida un estupendo Oscar Martínez, lucha por situarse por encima de su entorno, intentando superar un punto de partida caracterizado por la mediocridad y las visiones de corto alcance. El situarse por encima de un entorno y, aún más, el actuar como provocador frente a ese entorno (la secuencia del concurso de pintura es cristalina en este sentido) provoca que ese entorno acabe reaccionado contra su aparentemente idolatrado paisano. En este film, se mostraría que la civilización no permitiría la salida de la neurosis, ya que dicha salida tiene como consecuencia que sean puestos en cuestión los fundamentos sobre los que esa civilización se sostiene. Es decir, la moraleja de esta magnífica película podría ser, desde la perspectiva que estamos utilizando, que civilización y neurosis están inevitablemente asociadas.

Oscar Martínez es @CiudadanoFilm. Magnífica película candidata a los @PremiosGoya. @jmcruzbar Clic para tuitear

El perdido

Finalmente, El perdido (película hispano-francesa dirigida por Christophe Farnarier y protagonizada por Adri Miserachs) mostraría la opción más radical de todas: la de huir de la civilización y vivir en soledad en la naturaleza (implícitamente, siguiendo los postulados de la obra utópica Walden De David Henry Thoreau, la cual también tuvo un peso importante en las tramas de la novela Leviatán – 1992 – de Paul Auster y en la película Sólo el cielo lo sabe – 1955 – de Douglas Sirk). Más que como fin en sí mismo, lo que plantea esta película (basado en un caso real, el de un campesino andaluz que en los años 90 desapareció y estuvo viviendo en la Sierra Sur durante catorce años) es la necesidad de desconectarse de la presión social para limpiar la mente de prejuicios e ideas preconcebidas y poder replantear desde cero nuestra visión de la realidad. Es decir, en el fondo, lo que este film plantearía es que civilización y neurosis no tendrían que estar inevitablemente asociadas sino que el problema residiría en unas reglas de juego que habría que reformular.

El perdido: huir de la civilización y vivir en soledad en la naturaleza. @jmcruzbar Clic para tuitear

 

Que cuatro películas tan distintas entre sí acaben pudiendo ser conectadas a partir de sus distintas reflexiones sobre la dialéctica individuo-sociedad no es más que el síntoma de los tiempos de crisis que estamos viviendo y la necesidad de replantearse las circunstancias en las que tenemos que vivir. Posiblemente, la relación entre civilización y neurosis está más candente que nunca y surge la necesidad de volver a pensar acerca de los fundamentos sobre los que se asienta el orden social en que estamos inmersos. Como siempre ha ocurrido, el cine vuelve a ser un testigo imprescindible de la sociedad.

 

Cuatro películas que demuestran que el cine es testigo imprescindible de la sociedad. @jmcruzbar Clic para tuitear

 

José Manuel Cruz nos habla del cine más actual en su sección Tus estrenos de cine