Esclavitud y comercio sexual en la Segunda Guerra Mundial

La historia está plagada de episodios vergonzantes, cicatrices que hemos preferido cerrar con el paso de los años utilizando el silencio como escudo protector.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en la tristemente conocida Alemania nazi, se cometieron verdaderas atrocidades. Millones de personas fueron asesinadas en campos de concentración. Crímenes terribles que han quedado grabados en nuestra retina gracias a los numerosos documentos publicados al respecto.

El fascismo alemán nos ha dejado una fatídica muestra del lado más oscuro del ser humano. La mayoría de los hechos acontecidos durante aquellos años ya han sido juzgados por distintos tribunales y, cómo no, por la historia misma. Hoy, quiero relatar a través de mi artículo, el silenciado episodio de mujeres judías y no judías que fueron convertidas en esclavas sexuales en los diferentes campos de trabajo durante la Segunda Guerra Mundial. Se ha demostrado que hubo un número total de 35.000 mujeres víctimas de abuso por soldados y guardianes.

Su martirio comenzó con el transporte. Las trasladaban en trenes para ganado, sin agua ni ningún tipo de alimento. Muchas de ellas llegaban a su destino en condiciones lamentables, muriendo a los pocos días sin ningún tipo de atención sanitaria.

Un claro ejemplo fue el de Olga Lotar, prisionera política en Auschwitz. Así nos recordaba la macabra selección:

«Llegaron los oficiales de las SS y comenzaron a mirar a las mujeres. Las clasificaban por peso, altura, color de cabello; para diversos gustos. Al principio los nazis engañaron a las mujeres y les decían que si trabajaban seis meses como prostitutas serían liberadas. Varias creyeron estas promesas pero luego se dieron cuenta de las mentiras. Después de ser utilizadas las devolvieron desechas. Regresaban con el cuerpo roto y los ojos apagados».

Un número incontable de mujeres cuyas edades se comprendían entre los 17 y los 35 años, se vieron obligadas a desempeñar otro tipo de tareas llamadas “especiales” en los burdeles de los mismos campos. Se trataba de esclavas sexuales, reclutadas en diferentes países. Su base de abastecimiento se encontraba en Ravensbruck. Pronto se convirtieron en una fuente de ingresos para el régimen ya que el comercio sexual siempre ha sido motivo de garantía en cualquier negocio turbio.

El comercio sexual siempre ha sido garantía en cualquier negocio turbio. #Holocausto #AlemaniaNazi Clic para tuitear

Su labor consistió en satisfacer sexualmente no solo a los soldados, sino también a un número determinado de prisioneros premiados por su buena conducta en la tarea que desempeñaban a diario.

Esta clase de incentivos empezaron a finales de 1942, por decreto del máximo rango militar de las SS, Himmler. Ciertos presos participaban en diferentes obras, entre ellos había verdaderos maestros de cada oficio. Los líderes de cada campo los protegían e incluso llegaron a pagarles pequeños sueldos como recompensa a su trabajo. Se les permitía gastar su dinero en tabaco, comida o incluso visitar el burdel.

Ryszard Dacko, fue uno de los prisioneros que utilizó los servicios de este barracón. Mantuvo relaciones sexuales con una de las chicas, en concreto con Alinka, «una muchacha muy agradable, que no se avergonzaba de nada, le daba a uno lo que quería». Según Dacko, a las chicas se las trataba muy bien. Comían a menudo, además de permitirles pasear a diario. En su opinión, para obtener privilegios solo tenían que hacer bien su “trabajo”.

Los historiadores saben que las cuestiones de los burdeles en los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial son delicadas. Por una parte, se deja al descubierto la cuestionable moral de los prisioneros que utilizaron estas instalaciones, pero además, asegura la teoría de que estos espacios fueron muy diferentes a los reseñados por la historiografía tradicional.

Testimonio dramático de una de las esclavas:

«En las cabañas había pequeñas habitaciones con números. Los hombres antes y después de cada visita se descontaminaban. Cada mujer recibía por día entre 10 y 20 hombres. Los guardianes de las SS nos vigilaban por pequeños agujeros en las puertas. Los hombres debían pagar a los oficiales, que se quedaban con el dinero».

Quince minutos con alguna de ellas costaba unos dos marcos (un paquete de tabaco en aquellos tiempos costaba alrededor de 3 marcos). El acto sexual solo podía realizarse en la posición del misionero. Normalmente para los burdeles militares se contrataron a verdaderas prostitutas, sin embargo, para los prisioneros se seleccionaban reclusas de Ravensbrück y Auschwitz. Hubo mujeres que de forma voluntaria decidieron participar en este tipo de acciones. Tal vez, fue la única manera que encontraron para poder sobrevivir entre aquellos muros.

Seleccionaban reclusas de Ravensbrück y Auschwitz como esclavas sexuales. Pilar Molina. Clic para tuitear

Las trabajadoras de aquellos burdeles debían someterse a exámenes periódicos para prevenir cualquier enfermedad de trasmisión sexual. Estaban tan agotadas que sus funciones reproductoras disminuyeron de forma considerable.

Después de tantos años, hemos descubierto que muy pocas se atrevieron a denunciar estos hechos. La mayoría decidió guardar silencio. No quisieron hacer públicas sus experiencias, bien por miedo o por vergüenza. Por esta causa, las víctimas no recibieron ningún tipo de indemnización por parte de las autoridades.

Su punto en común es que fueron confinadas en barracones, donde la vida era dura, mucho más de lo que cualquier documento, película o artículo pudiera recrear. Su estancia en aquel infierno estuvo marcada por el hambre, el frío y, por supuesto, la muerte.

No podemos olvidarnos de los miles de mujeres, en gran parte judías y romaníes, que fueron utilizadas como conejillos de indias en numerosos experimentos de esterilización que se llevaron a cabo por el ginecólogo alemán Carl Clauberg, entre abril de 1943 y mayo de 1944. Algunas murieron después de recibir el tratamiento, otras fueron asesinadas para posteriormente realizarles la autopsia; las supervivientes sufrieron daños físicos irreversibles que las marcaron de por vida.

Miles de mujeres fueron cobayas de Carl Clauberg en experimentos de esterilización. #Holocausto Clic para tuitear

Como hemos podido advertir, esta etapa de la historia sobresale de una manera singular. Durante la Segunda Guerra Mundial hubo muertes por inanición, por tifus, por el resultado de experimentos inhumanos. Hubo abusos, torturas, golpes, crucifixiones. En mi opinión, la comunidad internacional debe dar prioridad al esclarecimiento de estos y otros hechos que aún hoy, por muy incomprensible que parezca, se repiten. La defensa de los derechos humanos ha de estar garantizada en cualquier conflicto.

Que esto nos sirva de lección para que nunca más ocurra.

 

XX

Dejé de intentarlo.

 

La imagen de otras mujeres contra las vallas

descubre en mí un nuevo modo de vergüenza.

 

El hombre ya no es pueblo,

ni boca, ni libertad,

solo un pez podrido

que se muerde la cola

atravesándome de frente.

 

La luz les observa,

inmóvil,

abierta bajo mis tripas.

 

Tienen demasiado limpio el cuerpo,

el azul, sus frentes,

un secreto profundo abierto al rosal.

 

Yo resisto a la madrugada

y al aire que las convierte en paloma.

 

Pilar Molina

Sexo y esclavitud en la Segunda Guerra Mundial, un artículo de Pilar Molina García