Néstor Belda nos habla en esta ocasión sobre la función coeducativa de la literatura: el arte literario como instrumento para romper con los estereotipos de género.

Estereotipos de sexo. Rosa para las niñas, azul para los niños

Existe cierto escepticismo respecto a la función coeducativa de la literatura comprometida. No me refiero a la literatura panfletaria, ideológica o populista que aprovecha «el momento» para tratar sobre aquello que todos quieren oír, con la intención de garantizarse la palmadita en la espalda.

La literatura, la buena, tiene la capacidad de mostrar, a través de ficciones, que el mundo real es una chapuza, que no es lo que debería ser. Sin importar si es una novela policial, de ciencia ficción, romántica…, siempre representa la complejidad del mundo, de las sociedades y del ser humano, y deja al lector frente a sus propias incertidumbres y contradicciones e, incluso, cara a cara con su rol en una realidad opuesta a la idea de felicidad para todos.

La buena literatura tiene la capacidad de mostrar que el mundo real es una chapuza. @NessBelda. Clic para tuitear

Hace unos días, el 11 de marzo, apareció este titular en el Diario Vasco:

Un taller utiliza la literatura infantil para abordar la igualdad de género

«Se trata de educar en el arte y la estética trabajando una mirada artística, así como llevar adelante una práctica pedagógica coeducadora, y dar la ocasión de superar los estereotipos de sexo y género existentes en el imaginario colectivo

Cuando lo leí, recordé mi experiencia cuando estuve echando una mano en la parafarmacia de un amigo. Fueron solo un par de horas diarias para implementar la tienda online, pero suficientes para comprobar que la venta de accesorios para bebés se regía por el patrón «rosa para las niñas, azul para los niños». Es decir, desde la niñez se dogmatizan las diferencias de género, al punto de convertirlas en estereotipos: imágenes o conceptos arraigados en la conciencia colectiva, validados por la repetición.

Desde la niñez se dogmatizan las diferencias de género, al punto de convertirlas en estereotipos. Un artículo de @NessBelda. Clic para tuitear

Hace poco más de tres años asistí a la presentación de una novela romántica en la cual su autora aseguraba que no era una obra de estereotipos, «como casi todas las novelas del género [sic]». Dijo que el hombre no era guapo ni rico (y no tenía helicóptero, agrego yo), y ella era una chica normal, de barrio, no muy guapa. Según la escritora, un hombre y una mujer normales. Compré el libro y resultó que, efectivamente, la chica era una chica de barrio, pero era la típica (o tópica) sometida a los vaivenes de un hombre cuyos aspectos emocionales respondían al estereotipo masculino.  En resumen, a nivel de comportamientos, más «rosa para las niñas, azul para los niños». Puede parecer políticamente incorrecto lo que acabo de escribir, y es así. Al fin y al cabo, si la chica es sensible y lo pasa mal porque su novio es un duro, son rasgos tan reales en la vida diaria como creíbles en una novela. El problema es la repetición de los modelos de comportamientos asignados al hombre, por el hecho de ser hombre, y a la mujer, por el hecho de ser mujer. De ese modo, la literatura de estereotipos subsiste, se convierte en éxito de ventas, a pesar de que contribuye poco, o nada, a erradicar las diferencias de género. (Sé que estáis pensando en Cincuenta sombras de Grey, creo que se escribe así). Mientras tanto, en la vida diaria y en las redes sociales, no cesamos en la lucha contra el «rosa para las niñas, azul para los niños».

Podemos vivir sin literatura. Entonces, ¿para qué sirve? Para comprender y evolucionar. @NessBelda. Clic para tuitear

Seamos realistas: Nadie debería necesitar un libro para discernir que haber nacido hombre o mujer es insignificante. Es más, nadie necesita la literatura para aprender a vivir. Con la experiencia que nos ofrece la vida tenemos suficiente. Podemos vivir sin literatura. Entonces, ¿para qué sirve? Para evolucionar. Para comprender y evolucionar. Como dijo Eduardo Galeano, parafraseando a Fernando Birri:

La utopía está en el horizonte. […] Yo sé muy bien que nunca la alcanzaré, que si yo camino diez pasos, ella se alejará diez pasos. Cuanto más la busque, menos las encontraré, porque ella se va alejando a medida que yo me acerco. Buena pregunta, ¿no? ¿Para qué sirve la utopía? Sirve para eso, para caminar.

Pues bien, si somos conscientes de que las diferencias de género son un problema grave, los escritores deberíamos ser, a través de nuestra literatura, actores coeducativos para derribar, de una vez por todas, los «estereotipos de género».

Los escritores deberíamos ser actores coeducativos para derribar los «estereotipos de género». @NessBelda. Clic para tuitear

Pero no se trata de que una obra literaria abandere causas feministas, con un discurso ideológico, para contribuir a la equidad de género. Rescato aquí unas palabras de Miguel Ángel Zapata en una entrevista de Internacional Microcuentista (ya que lo dijo Miguel, y con tanta claridad, eso que me ahorro de escribir):

«[…]no creo en la literatura cuyo objetivo esencial sea proclamarse discurso de alguna causa. El peligro cuando eso ocurre es el de terminar cargando un lastre insalvable para las calidades artísticas de la obra. […] El compromiso debe ser siempre con la propia ambición artística del autor, con sus posibilidades creativas, y reflejar o no el descontento o el éxtasis de una época o una convicción personal, debe corresponder, en cualquier caso, a los personajes de una novela o un cuento, no traslucir la superestructura ideológica de su autor. Si no, estaremos confundiendo obra artística y panfleto con ínfulas».

En mi último artículo de blog, La ficción literaria es una metáfora de la realidad, digo que escribir es como poner una hoja de reclamaciones a mí mismo y a la realidad, a través de una ficción literaria, de historias inventadas, pero que, al final, son metáforas de esa realidad.

La literatura debería servir para que caminemos hacia un mundo mejor y, en un mundo mejor, cualquier color es genial, sea chica o sea chico.

 

Un artículo de Néstor Belda, CURSO ONLINE DE TÉCNICAS NARRATIVAS