Hay toda una generación de estrellas del séptimo arte que no necesitan ser presentadas, que han llegado a formar parte, de forma imperceptible e inconsciente, de nuestra vida cotidiana y de nuestro imaginario cultural. Si decimos que, en el día de hoy, Kirk Douglas cumple 100 años, todos sabemos a quién nos referimos: la imagen de su rostro se nos viene inmediatamente a la mente y somos capaces de mencionar tres, cuatro o cinco películas en las que su interpretación nos ha impactado y nos ha dejado huella de forma indeleble. Creo que la mejor forma de homenajearlo es recordar diez de sus mejores films para que cada espectador recuerde las sensaciones que las mismas le despertaron y le entre ganas de volver a verlas para recuperar las viejas esencias que esos títulos guardan.

#KirkDouglas100th. El último gran actor vivo de la época dorada del #cine. @jmcruzbar Clic para tuitear

Kirk Douglas: 10 películas imprescindibles del último superviviente de Hollywood

El ídolo de barro (1949), de Mark Robson

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La película más antigua de la lista quizás sea una de las más modernas de todas por su mentalidad y enfoque: la historia de un macho alfa que se enfrenta a su propio abismo interior. El partido que hoy se le puede sacar a la historia ni de lejos podía sacársele al final de la década de los 40. Lo que aquí se nos narra es lo que en la actualidad es tema de debate público y acaloramiento social. Indudablemente, que detrás del guion estén Carl Foreman y Ring Lardner Jr., dos de los represaliados en la era McCarthy, supone ya un aviso claro de que la audacia temática y el atrevimiento narrativo iban a estar presentes. Un Kirk Douglas crispado, roto y al borde de la sinrazón daba ya cuenta de una personalidad nítida y rotunda que nunca iba a decaer en toda su carrera posterior.

En el ídolo de barro, #KirkDouglas ya da cuenta de su rotunda personalidad. @jmcruzbar Clic para tuitear

El gran carnaval (1951),  de Billy Wilder

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El gran carnaval es la película que retrata el clima de los realities y del morbo periodístico extremo cuando ni unos existían ni el otro parecía ser un grave problema. Un hombre atrapado en una cueva se convierte en el centro de un circo sin sentimientos en el que el beneficio irracional y el goce insensato parecen borrar cualquier vestigio de humanidad. Kirk Douglas borda otro personaje al límite y Billy Wilder filma una de las mejores películas dramáticas de toda su brillante trayectoria.

Cautivos del mal (1952), de Vincente Minnelli

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Vincente Minnelli (cuyo prestigio a nivel de crítica se mueve actualmente en una cierta apatía) pasa por ser el director de la ensoñación, con musicales como Un americano en París (1951), Melodías de Broadway (1953), Brigadoon (1954) y Gigi (1958) o comedias como El padre de la novia (1950) y El padre es abuelo (1951). Sin embargo, hay que recordar que fue quien hizo una de las mejores adaptaciones de Madame Bovary en 1949 o un melodrama tan ácido y amargo como Como en un torrente en 1958. Pero si quedaran dudas, sólo habría que ver Cautivos del mal para despejarlas. Aquí, Minnelli es capaz de dibujar un retrato feroz de su mundo, de Hollywood, un retrato sin piedad ni conmiseración de un lugar en el que todos van detrás de un sueño que, quizás, no existe.

#KirkDouglas en Cautivos del mal, un retrato feroz del mundo de Hollywood. @jmcruzbar Clic para tuitear

El loco del pelo rojo (1956), de Vincente Minnelli

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Muchos grandes pintores no tienen su gran película. Ni Leonardo da Vinci, ni Rafael, ni Rubens, ni Velázquez, ni Goya, ni Picasso tienen un film claro y definitivo sobre su obra y su personalidad. Algunas excepciones podrían ser Rembrandt en el film homónimo de 1936 de Alexander Korda, Miguel Angel en El tormento y el éxtasis (1965) de Carol Reed o Johannes Vermeer en La joven de la perla (2003) de Peter Webber. Pero de lo que no hay duda es que Vincent van Gogh tiene su gran película con El loco del pelo rojo (aunque ya en 1948 Alain Resnais le dedicara un cortometraje documental de indudable mérito). Kirk Douglas se mueve como pez en el agua al dar vida a un personaje sumergido en el delirio pero que será capaz de crear una de las obras más intensas y subyugantes de toda la Historia del Arte.

Delirante #KirkDouglas en El loco del pelo rojo de Minelli. #VanGogh @jmcruzbar Clic para tuitear

Senderos de gloria (1957), de Stanley Kubrick

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Detrás del guion, un autor de acerada y aguda crítica como Jim Thompson. Detrás de las cámaras, un genio que empezaba a despuntar como Stanley Kubrick. Frente a ellas, un Kirk Douglas que se enfrentaba a otro personaje que se movía en el más delgado límite, esta vez entre su obligación de disciplina respecto a sus superiores y su vocación de ser leal a los hombres que están bajo su mando y no mandarlos a un sacrificio inútil y absurdo. Una de las mejores películas antibelicistas de todos los tiempos, la colaboración entre Douglas y Kubrick no se detuvo en este título, como más adelante veremos.

#Pathsofglory, una de las mejores películas antibelicistas de todos los tiempos. #KirkDouglas100th Clic para tuitear

Duelo de titanes (1957), de John Sturges

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Si Estados Unidos tiene una historia corta en relación a las de otros países trimilenarios, no es menos verdad que ha sabido aprovecharla para el séptimo arte de modo intenso y eficacísimo. Un incidente como el duelo en el O.K. Corral de la ciudad de Tombstone (Arizona) ha dado de sí como para realizar varios títulos entre los que recordamos Pasión de los fuertes (1946) de John Ford, Tombstone (1993) de George P. Cosmatos, Wyatt Earp (1994) de Lawrence Kasdan y este Duelo de titanes en los que los protagonistas son Burt Lancaster, en el papel del sheriff Earp y Kirk Douglas, en el del jugador Doc Holliday. Douglas sabe infundir a su personaje la doble dimensión que necesita: el de un enfermo que ve cómo se agota su vida y el de un buscavidas con pronunciado sentido de la dignidad que, a pesar de ganarse la vida con una actividad equívoca, sabe estar al lado de sus amigos cuando se dan circunstancias en las que hay que apostar por todo o nada.

Los vikingos (1958), de Richard Fleischer

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Posiblemente, la historia y costumbre vikingas no fueron como se retratan en esta película. Pero, como tantas veces ha pasado, el espectador imagina los avatares de este pueblo de la manera en que los retrató Richard Fleischer. Los vikingos es una deliciosa fantasía heroica que nos mantiene pegados a la butaca y que, vista en perspectiva, está construida según un modelo que se ha repetido hasta la saciedad. Piensen en alguna de las subtramas de Juego de tronos y comprobarán que su desarrollo no difiere tanto de la historia que se narra en este film. Para el recuerdo cinéfilo, los saltos de Kirk Douglas sobre los remos de la embarcación al principio de la película:

El último tren de Gun Hill (1959), de John Sturges

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El último tren de Gun Hill es una magnífica pieza  de cámara que tiene la precisión de un perfecto mecanismo de relojería. Con una premisa narrativa sencilla pero narrativamente potente, asistimos a un conflicto irresoluble, a un callejón sin salida del que se trata de dilucidar quiénes van a ser los perdedores. Con el aliento fatalista de una tragedia griega, el héroe sólo puede cumplir su cometido mirando hacia atrás y contemplando las ruinas del que una vez fue su mundo.

Espartaco (1960), de Stanley Kubrick

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Kirk Douglas, como productor ejecutivo de esta película, decidió que Anthony Mann no era el director adecuado para el proyecto. Y, viendo el resultado final, es obvio que la película hubiese sido muy diferente si no hubiera sido Stanley Kubrick quien hubiera movido los hilos tras las cámaras. Mann es un excelente director pero, con él, no hubiéramos asistido a la tensa espera de Kirk Douglas y Woody Stroode esperando que sus dos compañeros terminaran su lucha (un punto de vista insólito pero increíblemente eficaz y expresivo). No hubiéramos contemplado la complejísima caracterización del personaje de Laurence Olivier, un Craso pensando en la eternidad de Roma mientras que en su inconsciente latía su propio miedo y su propia inseguridad. No hubiéramos sido testigos del carácter burlón de un Graco primorosamente interpretado por Charles Laughton ni de una batalla dibujada con trazos de jugador de ajedrez que supone el final de un sueño. Sin Kubrick (por mucho que protestara después), Espartaco hubiera sido un brillantísimo péplum pero no la obra de arte que aún hoy nos maravilla.

El compromiso (1969), de Elia Kazan

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El compromiso se puede explicar como si trasplantásemos el espíritu de Ocho y medio (1963) de Fellini o de El graduado (1967) de Mike Nichols al mundo de los altos ejecutivos. Todo el american way of life puesto en cuestión de forma mordaz y sin un átomo de piedad. La felicidad o, al menos, un mínimo de satisfacción con la vida propia acaban estando fuera de ese mundo, mundo que no parece merecer más que una mueca de burla antes de alejarse de él para recuperar algo de fe y de esperanza.

Siempre apostó por el riesgo y abrió nuevos caminos al #cine. #KirkDouglas100th. @jmcruzbar Clic para tuitear

Estas diez películas demuestran no solo que Kirk Douglas es un gran actor sino que, a lo largo de su carrerra, siempre apostó por el riesgo y decidió abrir nuevos caminos y nuevas posibilidades. Ver muchas de sus películas es asomarnos a una modernidad que, en el momento del estreno de estos films, apenas fue percibida o, incluso, pudo ser rechazada o repudiada. A pesar de sus 100 años, Kirk Douglas se mantiene más joven que nunca.

¡Feliz cumpleaños, Kirk!

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Artículo de José Manuel Cruz