Lunas de Plutón. Un cuento de lunas

Lunas de Plutón, un cuento de Carmen Marín con fotografías de Javier A. Bedrina.

Cierto día, pongamos que fue un lunes, un lunes al azar, un fuerte viento arrastró la página rota de un periódico por el camino. ¿A dónde iría a parar? La página, después de dar varios giros, entró por la ventana de la cocina de la señora Lina cuando esta preparaba un guiso, y fue justo en su olla donde estuvo a punto de caer, si la mujer no hubiera sido capaz de cazarla en el aire. Ya iba camino de tirarla al cubo de la basura cuando se fijó en la foto que ilustraba una noticia y movida por la curiosidad, la leyó. Habían encontrado el cadáver de un joven en la orillas de un río. El cuerpo aún no había sido identificado. Lina, que nunca compraba periódicos, ni escuchaba noticias, se sorprendió al leer que el suceso había tenido lugar en la ciudad donde nació Braulio, su difunto marido. Aquel lunes Lina esperaba la visita de Robert, su hijo mayor, el cual no había dado señales de vida durante toda la mañana y esto la dejó algo inquieta. Era el único día de la semana que él libraba en su trabajo y por tanto le parecía bastante extraño que ni tan siquiera la hubiese llamado para preguntarle cómo se encontraba de su reuma. Aunque Robert vivía lejos de la ciudad donde encontraron el cuerpo del joven, Lina no pudo evitar preocuparse y le telefoneó, pero sin conseguir comunicarse con él.

Después del almuerzo, cansada ya de no obtener respuesta a sus llamadas, se tumbó un rato en el sofá y se quedó dormida. El sol de la tarde se ocultó tras unos negros nubarrones que amenazaban lluvia. De repente, una gran ráfaga de aire cerró bruscamente la puerta del salón y despertó a Lina. Al encender la lamparita, vio que había dejado sobre la mesa la página del periódico. La fue a tirar de nuevo, cuando advirtió que en el reverso había algo anotado a lápiz. Parecía un número de teléfono junto a un nombre, Caronte, o al menos eso le pareció leer, pues como de costumbre no encontraba sus gafas de cerca.

Ya casi había anochecido y el nombre de Caronte no se le iba de la cabeza. ¿Tendría algo que ver con el cadáver del río? No, qué tontería. Quizá sea algún filósofo griego, si Braulio estuviese vivo, seguro que lo sabría.

Cuando al cabo del rato pasó junto a la estantería, recordó que en el segundo estante estaba la colección de libros sobre mitología que su marido no llegó a leer a causa de su repentina enfermedad y posterior fallecimiento. Lina cogió uno de los tomos y, casualmente, lo abrió por la página donde se hablaba de Caronte. Según la mitología griega, este era el encargado de conducir  las almas de los muertos a través del río Aqueronte hacia el reino del Hades. A pie de página leyó que en la mitología romana, Hades corresponde a Plutón. ¡Valiente día! No hago más que leer sobre muertos en los ríos, se dijo, y en ese mismo momento, el timbre del teléfono interrumpió sus pensamientos.

 Lunas de Plutón. Un cuento de lunas. Planet-oide. Foto de Javier A. Bedrina.

Lunas de Plutón. Un cuento de lunas. Planet-oide. Foto de Javier A. Bedrina.

– Mamá, perdona. No te pude llamar antes porque hubo una avería urgente en una máquina del observatorio de la NASA y me llamaron para que fuese a repararla, le dijo Robert, y sin dejar mediar una palabra a su madre, continuó hablando muy emocionado. ¡No te vas a creer lo que me ha pasado! He sido testigo de un hallazgo que pasará a la historia. Fue por puro azar. Gracias a la avería, el astrónomo James Christy, mientras esperaba a que yo volviese a poner en funcionamiento la máquina, se dedicó a comparar la fotografía de Plutón que quería examinar con otras fotos más antiguas del astro, en las cuales se observaba la misma protuberancia. De este modo descubrió que lo que creía una insignificante mancha era nada más y nada menos que un satélite, una luna del planeta Plutón.

-¿Has dicho Plutón? Un momento hijo, no cuelgues, dijo al tiempo que volvía a leer la nota del pie de página en el tomo que había dejado abierto sobre la mesita del teléfono. ¿Sabes el nombre que se le pondrá a esa nueva luna? Al joven le extrañó bastante que su madre le hiciera esa pregunta, aun así no dudó en responderle enseguida, pues precisamente antes de salir del observatorio se había preocupado de apuntar en su agenda el nombre del satélite.

-Sí, aquí lo tengo. Se llamará S/1978. Satélite del año 1978.

Lina miró de nuevo la anotación de la página del periódico y todo su cuerpo tembló. Esos eran exactamente los cuatro primeros números de lo que ella creyó un número telefónico. Cuando se repuso un poco, dijo muy decidida:
-Creo que ese nombre va a ser provisional, hijo. Esa luna se llamará Caronte y si no me crees, espera a que pase un tiempo.

En efecto, al cabo de unos años J. Christy denominó Caronte a esa primera luna. Después hallaron otras más: Hidra, Nix y P4. Lo que no se supo jamás fue la identidad del cadáver del río. Ningún nombre se escribió en su tumba. Fue como si aquel hombre al caer en al agua, cayese en el olvido. Solamente Lina le recordaría durante el resto de su vida relacionándolo siempre, inevitablemente, con la misteriosa página de periódico y la primera luna de Plutón. Al fin y al cabo, por azar o no, con el tiempo todos acabamos en el mismo río, pensaba Robert cuando, tras la muerte de su madre, se acordaba de lo sucedido. Incluso Plutón, que como planeta tampoco figura ya en ningún libro.

Texto «Lunas de Plutón. Un cuento de lunas» de Carmen Marín.

Fotografías de Javier A. Bedrina.
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Carmen Marín y Javier Bedrina pertenecen a la comunidad Artistas-Creadores de Revista MoonMagazine.info