Néstor Almendros es uno de los mejores directores de fotografía del mundo, uno de aquellos que luchan para que la fotografía del cine de hoy no sea indigna de lo que fue en los tiempos de Wilhelm Gottlieb Biffer, el cameraman de D. W. Griffith. Es consciente de ejercer un arte al tiempo que practica un oficio. Fervientemente enamorado del cine, nos hace participar de su vocación y nos demuestra que se puede hablar de la luz con palabras.

François Truffaut (Extraído del prólogo de Días de una Cámara)

 

Néstor Almendros, el maestro de la luz

 

 

Este párrafo define perfectamente el trabajo de Néstor Almendros como realizador de cine, ahora que se cumplen 25 años de su fallecimiento. Y digo realizador porque aunque es conocido sobre todo como director de fotografía, no se conformó con llevar a cabo su labor con arreglo a la separación tradicional de funciones en el cine, sino que la concibió como un trabajo multidisciplinar, donde el director de fotografía debía, al mismo tiempo, controlar tanto aspectos técnicos referentes a los equipos de filmación como los trabajos propios del cámara, además de la colaboración codo con codo con diseño de vestuario, atrezzo y escenografía para hacer una buena fotografía. La sincronía con el espíritu artístico del director era, además de necesaria, esencial. Novedoso en su momento, incomprendido en muchos casos. El resultado fueron películas que son referencia de la fotografía en el cine.

Barcelonés nacido en 1930, exiliado por motivos políticos paternos desde pequeño, su recorrido vital cinematográfico pasó por momentos y lugares clave en la historia del cine. Sus inicios en el cine fueron las sesiones del cineclub de la Cúpula del Coliseum de Barcelona a finales de los años 40. Tras su paso por Cuba, a la que conoció en sus periodos precastristas y castrista, estudió en el Centro Sperimentale di Cinematografía de Roma en el momento de la decadencia del neorrealismo y antes de la llegada como director de Rossellini. Pasó también por New York, para acabar recalando donde verdaderamente pudo desarrollar por primera vez gran parte de sus ideas, la Francia de la Nouvelle Vague, de la mano de Truffaut a principios de los sesenta.

Su mayor logro y reconocimiento fue el trabajo con la luz. Distanciado de las doctrinas imperantes, materializadas en los respetables cánones de profesionalidad importados de Hollywood —difíciles de esquivar—, transformó la consideración de la iluminación como aspecto meramente técnico que realizaba en gran medida el jefe de eléctricos, y la trató como uno de los principales elementos artísticos a tener en cuenta en la filmación, junto al encuadre y al movimiento de cámara, que deben ser controlados y ejecutados desde una filosofía artística común a toda una película y no desde la tecnología disponible en el momento.

John Ford

Pero nada surge de la nada, como todos los innovadores tuvo sus referentes: John Ford, King Vidor y Josef von Sternberg, a los que consideraba estilistas que siempre lograron la simplicidad de lo esencial en todas sus iluminaciones. En su autobiografía Días de una cámara (1980), muestra su total admiración por este último;  para él, Sternberg es el cineasta visual por excelencia, por su interés en la escenografía, los encuadres y la iluminación.

Joseph Von Sternberg

 

Su trabajo me ha guiado siempre. Para Sternberg la luz iba unida a la puesta en escena, la iluminación devenía parte fundamental de ella.

Néstor Almendros (Días de una cámara)

 

Profesional curtido sobre la base de la experimentación y de la búsqueda de recursos nuevos y alternativos, Néstor Almendros es conocido por películas en las que pudo desarrollar todo su potencial con los medios ganados gracias a años de trabajo. Sus primeros trabajos son menos conocidos pero le sirvieron de camino para conseguir su particular visión de lo belleza en el cine. Mi noche con Maud (1969), de Éric RohmerL’enfant sauvage (1970), de Truffaut fueron el despegue definitivo de su carrera. Con estos dos directores son los que tuvo una mayor y fructífera relación profesional, pero trabajó con otros como Barbet Schroeder, Monte Hellman, Jean Eustache, Marguerite Duras, Robert Benton o Martin Scorsese.

 

Hoy, recordamos el elegante arte de la luz de #NestorAlmendros, de la mano de @JoseviBlender #cine Clic para tuitear

 

 

Con el realizador Barbet Schroeder

Almendros y Scorsese

Con Rohmer, en el rodaje de «Perceval le Gallois»

Almendros y Truffaut, en el rodaje de «L’enfant sauvage»

En este sentido, sus concepciones desbordan el concepto usualmente admitido del director de fotografía, y proponen un nuevo estilo, de acuerdo con las necesidades del cine de su época. Pero esto no son más que palabras, la única manera de admirar su trabajo es viendo las películas y las imágenes en las que plasmó sus ideas, provocando una discusión artística en el tema que mayor interés ha despertado entre los modeladores de lo visual: la luz.

Néstor Almendros dejó su impronta en más de 40 películas; ganó un Óscar por Días de Cielo, dirigida por Terrence Malick en 1978, y fue nominado tres veces más a la mejor fotografía en Kramer contra Kramer, El Cielo Azul y La decisión de Sophie.

El cine le debe la luz a Néstor Almendros.

 

 

#NestorAlmendros o la belleza a través de lo real y el efecto dramático. @JoseviBlender Clic para tuitear

 

Un artículo de Josevi Blender