La Rayuela de un cronopio llamado Cortázar en diez casillas

He leído Rayuela en distintas ediciones. Tapa dura, bolsillo, con introducciones, anotadas, libres de cualquier añadido. Me quedo con mi primer Rayuela, de la editorial Edhasa Sudamericana, que compré el siete de agosto de 1979. Conocía El perseguidor y otros relatos y ahora iba a por el libro por excelencia de Julio Cortázar: Rayuela.

Rayuela no rompió la novela ni la destruyó. Solo la destrozó, la volteó de arriba a abajo, de allá para acá, de corrido y a saltos. Publicada en 1963, Cortázar iba cumplir cincuenta años, es la continuación de un viaje por el metro, es el Sena, miles de cigarrillos en torno a la música, el amor y, sobre todo, para muchos era la Maga, de la que me enamoré perdidamente.

Rayuela no es solo un libro para leerlo en la juventud, que también, es fundamentalmente un libro que habla de libertad frente a los cánones literarios, al tiempo, a las formas usadas del amor, a la música y a la lectura.

Julio Cortázar se sorprendió de la acogida que tuvo su libro entre los jóvenes de aquellos años sesenta. Relata, en una de sus numerosas conversaciones, como recibió una carta de una joven norteamericana que le daba las gracias porque Rayuela había evitado su suicidio.

«…entonces empecé  a leerlo. Yo me iba a matar el día siguiente. Y había comprado ya las pastillas. Leí el libro, lo seguí leyendo, lo leí toda la noche y cuando terminé, tiré las pastillas porque me di cuenta de que mis problemas no solamente eran los míos sino los de mucha gente. Y entonces quiero decirle que Ud. me ha salvado la vida».

#Rayuela evitó el suicidio de una joven norteamericana. Julio Cortázar en #MoonMagazine Clic para tuitear

 

Diez casillas de Rayuela

¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua.

Rayuela. Capítulo 1

 

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar (…)

Rayuela. Capítulo 7

 

La vida había sido eso, trenes que se iba llevándose y trayéndose a la gente mientras uno se quedaba en la esquina con los pies mojados,  oyendo un piano mecánico y carcajadas manoseando las vitrinas amarillentas de la sala donde no siempre se tenía dinero para entrar.

Rayuela. Capítulo 17

 

—El absurdo es que no parezca absurdo —dijo sibilinamente Oliveira—. El absurdo es que salgas por la mañana a la puerta y encuentres la botella de leche en el umbral y te quedes tan tranquilo porque ayer te pasó lo mismo y mañana te volverá a pasar. Es ese estancamiento, ese así sea, esa carencia de excepciones. Yo no sé, che, habría que intentar otro camino.

Rayuela. Capítulo 28

 

Nota inconclusa de Morelli:

No podré renunciar jamás al sentimiento de que ahí, pegado a mi cara, entrelazado en mis dedos, hay como una deslumbrante explosión hacia la luz, irrupción de mí hacia lo otro o de lo otro en mí, algo infinitamente cristalino que podría cuajar y resolverse en luz total sin tiempo ni espacio. Como una puerta de ópalo y diamante desde la cual se empieza a ser eso que verdaderamente se es y que no se quiere y no se sabe y no se puede ser.

Rayuela. Capítulo 61

 

Me estoy atando los zapatos, contento, silbando, y de pronto la infelicidad. Pero esta vez  te pesqué, angustia, te sentí previa a cualquier organización mental, al primer juicio de negación. Como un color gris que fuera un dolor y fuera el estómago. Y casi a la par (pero después, esta vez no me engañas) se abrió paso el repertorio inteligible, con una primera idea explicatoria: «Y ahora a vivir otro día, etc». De donde se sigue: «Estoy angustiado porque… etc».

Rayuela. Capítulo 67

 

Apenas el le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusa se enredaba de cara en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espespejunaban, se iban a apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer en unas  fílulas de cariaconcia.

Rayuela. Capítulo 68

(…) será un mundo delicioso, a la medida de sus habitantes, sin ningún mosquito, sin ningún analfabeto, con gallinas de enorme tamaño y probablemente dieciocho patas, exquisitas todas ellas, con cuartos de baño telecomandados, agua de distintos colores según el día de la semana, una delicada atención del servicio nacional de higiene, con televisión en cada cuarto, por ejemplo grandes paisajes tropicales para los habitantes de Reijavik, vistas de igloos para los de La Habana, compensaciones sutiles que conformarán todas las rebeldías, etcétera.

Rayuela. Capítulo 71

 

¿Por qué, a ciertas horas, es tan necesario decir: «Amé esto»? Amé unos blues, una imagen en la calle, un obre rio seco del norte. Dar testimonio, luchar contra la nada que nos barrerá. Así quedan todavía en el aire del alma esas pequeñas cosas, un gorrioncito que fue de Lesbia, unos blues que ocupan en el recuerdo el sitio menudo de los perfumes, las estampas y los pisapapeles.

Rayuela. Capítulo 87

Unos blues que ocupan en el recuerdo el sitio menudo de los perfumes #Rayuela Clic para tuitear

Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. (…) Vos  no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.

Rayuela. Capítulo 93

 

Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto. #Rayuela Clic para tuitear

Jesús Holgado Delgado