Homenaje a George Harrison, el Beatle más espiritual.

Llora guitarra, llora

J. J. Conde

Llora guitarra, llora. Deja que se escurran por entre tus cuerdas de metal las lágrimas que te arranca George, que está en los cielos. Deja que se desprenda suavemente tu sonido lastimero, aunque provoque heridas en los corazones ya huérfanos por este veintinueve de noviembre, amargo y traicionero. Deja que se esparzan tus lánguidas notas sobre las aguas gruesas del Mersey, y río abajo naveguen con denuedo hasta ir a parar a la mar de la inmortalidad, que es el credo de Harrison. Deja que tu melodía, de acordes austeros, atraviese el tiempo por encima de los cuatro elementos y desde el mundo de los devas purifique, como humo de sándalo nuevo, las almas que se quedaron desvalidas a mitad del sendero.

Llora guitarra, llora. Deja que Liverpool se humedezca por entero y rezume cánticos de gloria y alabanza al dulce Señor, al que George tocaba y tocaba para aprender la caritas sin miedos. Deja que Hare Krishna se coree por las calles y las plazas de este lugar marinero, y las tablas, las campanillas y las panderetas lo inunden todo en un maremágnum festivo y doloroso. Deja, guitarra, que George Harrison se quede impreso para siempre en el firmamento, como un lucero brillante y silencioso.

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J. J. Conde es articulista, letrista y escritor. Colabora en HuelvaYa.es

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George Harrison, El Ángel Misterioso

Moon

Dicen que George Harrison, en su lecho de muerte, recuperaba la conciencia a ratos, estimulado por el sonido del sitar de su querido amigo Ravi Shankar, que tocaba a sus pies.

El 29 de Noviembre de 2001, El Ángel Misterioso iniciaba su tránsito a una nueva dimensión en presencia de su mujer, Olivia, y su hijo Dhani.

George Harrison demostró a lo largo de su fructífera carrera que había música —y qué música— más allá de los Beatles, más allá de lo prosaico.

Responsable de la incorporación de nuevos sonidos al trabajo del grupo, fue el propio George Harrison quien los arrastró a la India para introducirlos en las técnicas de la meditación trascendental.

Aquella recién descubierta espiritualidad marcó para siempre al joven George, y cómo no, fue determinante en su carrera posterior. Incluido entre los cien mejores guitarristas de la historia, también tocaba el piano, la batería, el bajo, la armónica y el violín. En 1965 aprendió a tocar el sitar; después llegaron la tambura, el moog modular, el ukelele y la mandolina.

Su triple disco en solitario (el primero), All things must pass, superó cualitativamente cualquiera de los discos grabados por un Beatle fuera del grupo.

 

 

En 1971, reunió a su maestro, Ravi Shankar, junto a Bob Dylan, Eric Clapton, Billy Preston, Leon Russel y Ringo StarrJohn Lennon y Paul MacCartney declinaron la invitación— en el primer concierto benéfico de la historia, el inolvidable Concierto para Bangladesh, cuya recaudación y beneficios posteriores se entregaron íntegramente a UNICEF.

También se aventuró en el mundo del cine. Fundó Handmade Films, productora de La vida de Brian, de los Monty Phyton.

Le gustaba el sobrenombre de El Ángel Misterioso, quizás porque junto a su lado más mundano —no reparaba en gastos cuando se adjudicaba un capricho— convivía el asceta, el gurú espiritual que no solo pretendía ser artífice de su propio destino, Harrison era radical en su deseo de resolver las injusticias y desinteresado a la hora de ayudar a los demás.

George Harrison se despidió del mundo hace quince años.

La música lo acompañó en su viaje cósmico.

Moon

Recordando a George Harrison. Llora guitarra, llora, por J. J. Conde. George Harrison, El Ángel Misterioso, por Txaro Cárdenas.

 

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