El concierto de Steve Vai en Valencia tuvo dos testigos de lujo: la luna y… Santiago Álvarez.

Steve Vai. Liturgia musical bajo la luna de Valencia

«¡Qué belleza!», dijo señalando al satélite, antes de abandonar el escenario.

Las últimas palabras de Steve Vai en Valencia fueron para la luna que, acodada entre las nubes, había asistido a una nueva celebración de la música por parte de este guitarrista, uno de los artistas más singulares de los últimos 30 años. Pero, precisamente por esto, antes de hablar del concierto del pasado martes debo retroceder tres décadas atrás.

@detectivemejias no se perdió el #concierto de @stevevai y la luna tampoco. Emocionante, maestro. Clic para tuitear

Fue en octavo de EGB, cuando uno de mis habituales suministradores de cassettes musicales me ofreció un producto extraordinario: «Esta cinta es la de la guitarra que habla». Se refería al Eat ‘Em And Smile de David Lee Roth, donde un pistolero a sueldo llamado Steve Vai le robaba la cartera al ex frontman Frank Zappa le enseñó que el deber sagrado del músico era la libertad.de Van Halen en un inicio inolvidable. Luego descubrí que, al margen de soldar licks en los grandes grupos del hair metal, Vai provenía de algo completamente opuesto: la banda de Frank Zappa, el gurú underground por autonomasia, quien le enseñó que el deber sagrado del músico era la libertad, más allá del blues de 12 compases, la escala pentatónica o los estribillos que todos cantaban en la radio. Vai se encerró un año en su estudio para llevar la técnica guitarrística, la tecnología y la composición a donde nadie lo había hecho. Creyó grabar un disco que nadie querría escuchar: en 1990 Passion & Warfare vendió más de un millón de copias y lo catapultó al Olimpo guitarrístico donde se ganó a toda una generación de jóvenes músicos.

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Han pasado 26 años desde entonces y Vai no ha repetido un trabajo similar, ya que como artista no le supone un desafío: a lo largo de este tiempo ha alternado discos instrumentales con cantados, trabajos con orquestas y discos improvisados en directo, siempre arañando los límites de su lenguaje musical. Se trata de un músico que produce reacciones viscerales de amor u odio, y quizás esa sea la señal de su éxito, pues Vai nunca ha buscado la autocomplacencia sino el riesgo.

Steve Vai presentó Passion & Warfare este martes en Valencia como parte de seis fechas españolas, dispuesto a interpretar su piedra rossetta de cabo a rabo por primera vez en directo lo que, para los que conocemos el disco, resulta una tarea titánica y hermosa. Independientemente de que a uno le guste o no su música, Mr. Vai sobre el escenario es una experiencia memorable. Controla el volumen, el tempo y la dirección de su banda con el gesto de una mano; mantiene su arsenal de trucos expresivos tan en forma como siempre, y su profunda humanidad asoma durante los 150 minutos del concierto en la sensibilidad con la que pinza las notas de «Sisters», en la furia sensual de «Erotic Nightmares», en esa gran balada inmortal que es «For The love of God»; y también cuando hace subir al escenario a dos chicos del público para improvisar con ellos la canción más feliz de sus vidas.

Yo me quedo con el sello final del genio: como siempre que lo he visto (llevo cuatro muescas), antes de Steve Vai es generoso, porque sabe, como sabe también cualquier escritor, que la música no es nada sin el oyente, ni la novela existe sin el lector.desaparecer, antes de despedirse de la luna de Valencia, Steve repite un ritual muy especial. Después de que los músicos abandonen el escenario, permanece su estilizada figura como un faro que marca el adiós, y contempla al público; no a la masa de espectadores, sino a cada uno de nosotros. Steve pasea sus ojos fila a fila, en silencio, con las manos unidas en señal de agradecimiento, abandonando la locuacidad que sus dedos han brindado instantes antes, y la gente queda sobrecogida por este gesto de grandeza. A veces, esta mirada dura un minuto o dos, o hasta tres. Steve Vai es generoso, porque sabe, como sabe también cualquier escritor, que la música no es nada sin el oyente, ni la novela existe sin el lector.

Ese secreto a voces lo compartimos en el Jardín de Viveros esta semana con Mr. Vai, y también con Brian May, Joe Satriani y John Petrucci, mosqueteros de las seis cuerdas que se unieron a la fiesta de manera virtual. Incluso hubo un momento para una jam con el malogrado Frank Zappa.

El martes celebramos el mayor desafío de cualquier artista: ejercer su arte huyendo del compromiso comercial, y festejar la libertad de su obra. Una liturgia tremendamente inspiradora.

 

Santiago Álvarez (Murcia, 1973). Es director de contenidos del festival de género Valencia Negra, que se realiza en la capital del Turia desde 2013 y camina hacia su quinta edición.

Se inició en la literatura escribiendo relatos, muchos de los cuales han sido premiados. Ha escrito, protagonizado y dirigido musicales y obras dramáticas, y ha grabado varios discos con distintas formaciones.

Colabora habitualmente en programas radiofónicos sobre la historia de Valencia y da charlas y conferencias sobre temas históricos y literarios. Asimismo es el primer profesor en España del software para escritores Scrivener, del cual realiza regularmente talleres presenciales.

La Ciudad de la Memoria es su primera novela, aunque para final de 2016 se espera que aparezca la segunda parte de las aventuras de Berta y Mejías.