Si pienso en mis lecturas del último tiempo, sobre todo aquellas que comparto junto al Club de Lectura que organizo, noto que hay una obsesión que me conduce a buscar libros cuyo escenario sea una casa. Sin embargo, esta búsqueda no se orienta hacia cualquier tipo de casa, sino a casas literarias caracterizadas por ser atrapantes, asfixiantes y estar llenas de secretos que envenenan a sus habitantes. 

Interesada por la relación entre el género y los espacios, estudio cómo la casa, esencialmente un refugio, puede presentarse como un lugar de encierro, tal como aparece en obras de Doris Lessing y Annie Ernaux. Pero también me he encontrado con casas en las que viven familias cuyos lazos se han desgastado por los roces cotidianos, los desprecios recibidos y las mezquindades compartidas.  

En su búsqueda de libros cuyo escenario sea una casa, @despaseando se decanta por aquellas atrapantes, asfixiantes y llenas de secretos que envenenen a sus habitantes. #CasasLiterarias. El espacio privado en la #literatura. Clic para tuitear

Durante mis lecturas, me adentro en estas casas y contemplo sus rincones. Conozco el plano del edificio, las escaleras que llevan a las habitaciones y vago por sus estancias mientras me encuentro con los seres fantasmagóricos que se esconden en cada una de ellas.

En un artículo anterior, nos adentramos por los jardines de Manderley, una casa sofocada por las obsesiones de la protagonista. En este ocasión quiero presentarles otras dos casas literarias que se han sumado a mi colección. 

Casas literarias: Cumbres Borrascosas

En la novela de Emily Brontë publicada en 1847, la historia se desarrolla en un entorno cerrado en el que se enredan las relaciones entre las casas Cumbres Borrascosas y La Granja de los Tordos

Este mundo apartado recibe al primer forastero de la historia, al extranjero inicial de origen desconocido que alterará la vida en Cumbres borrascosas así como, posteriormente, en su vecina La Granja de los Tordos. Este forastero se llama Heathcliff. Su llegada siendo un niño abandonado de origen incierto irrumpe la estabilidad de este espacio. A lo largo del libro la pregunta sobre su identidad es recurrente. ¿Quién es Heathcliff? ¿Es un hombre o un demonio? 

Años después será otro forastero el que accederá a este mundo, Lookwood, quien será el encargado de narrarnos esta historia. 

Lo que sucede por fuera de estas casas vinculadas nos es completamente desconocido, al punto de que cuando algunos personajes salen de este escenario nos da la sensación de que se pierden en el vacío, llegándonos solo una imprecisa información sobre sus vidas a través de alguna carta o rumor. 

Estas dos casas-mundo se excluyen y al mismo tiempo se atraen. La Granja de los Tordos, propiedad de los Linton, se presenta como refinada, lugar de los buenos modales y la buena clase. Cumbres Borrascosas de los Earnshaw, en cambio, es un lugar hostil donde los tratos humanos están caracterizados por la agresividad y la falta de hospitalidad. Sin embargo, a lo largo de la historia sus miembros van y vienen, buscando aquello que les falta.  

Sus relaciones endogámicas a lo largo de distintas generaciones y la repetición y mezcla de los nombres crea claustrofobia. Se nos presenta una realidad condenada a repetirse en sí misma, arrastrando venganzas y odios a lo largo de las generaciones, alimentadas a lo largo de la novela por el personaje de Heathcliff.

La casa de la calle Aribau

La casa de la calle Aribau es uno de los escenarios principales de la novela Nada de Carmen Laforet publicada en 1945. El otro, es la ciudad de Barcelona, a donde llega la joven Andrea con una maleta cargada de ilusiones juveniles, las cuales pronto se estrellarán contra el piso sucio con olor a desecho de gato de la casa de sus parientes. Estos habitantes de la casa de Aribau, hambrientos, rabiosos y coléricos, le harán espacio a la recién llegada, un espacio carente de intimidad o calidez. 

La atmósfera de este escenario recuerda a aquella de Cumbres Borrascosas. Los miembros de la familia se encuentran detenidos y rehenes de sus rencores y frustraciones, de los cuales no les es posible, y hasta quizás incluso ni lo desean, escapar. El paso de la guerra se evidencia en la casa de esta familia burguesa venida a menos para quien la palabra hambre es una realidad de todos los días. 

En la casa no hay intimidad. Los objetos privados se revisan, los pasos y las conversaciones se escuchan, el pasillo y la escalera se vigilan. La maleta de Andrea es revisada, su cama a veces está ocupada y no hay forma de escapar de los gritos y golpes que cada dos por tres invaden el interior, un interior claustrofóbico al que cuando le llegan unos días de luto y las persianas se cierran, parece que ya nunca más será posible respirar allí.

Solo dos habitaciones mantienen la limpieza y el orden. La de la tía Angustias, la voz del decoro, y la de Román, ubicado este último en su posición de poder por encima y en el exterior del recinto de los demás. Román, como Heathcliff, es el personaje que atrae y repele, el que mueve los hilos para mantener la oscuridad y la violencia en las relaciones familiares. 

Y tú no te has dado cuenta siquiera de que yo tengo que saber de que de hecho sé todo, absolutamente todo, lo que pasa abajo. […] ¿Tú no te has dado cuenta de que yo los manejo a todos, de que dispongo de sus vidas, de que dispongo de sus nervios, de sus pensamientos…?

Nada. Carmen Laforet
#CasasLiterarias: Cumbres Borrascosas y Nada. Román, como Heathcliff, es el personaje que atrae y repele, el que mueve los hilos para mantener la oscuridad y la violencia en las relaciones familiares. @despaseando. Clic para tuitear

¿Lograrán los protagonistas de estas novelas escapar de estas opresivas casas literarias? ¿O quedarán sepultados bajo esos muros cargados de violencia? Es tarea de cada lector y lectora descubrirlo. Por mi parte, seguiré adentrándome en otras casas literarias para conocer lo que allí se esconde. 

Un artículo de Agustina Atrio

Fotografía de portada: Erik Witsoe en Unsplash

Diseño de la portada: David de la Torre

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