Dolores Reyes (Buenos Aires, 1978) firma con Cometierra una extraordinaria primera novela que sorprende por su calidad, su originalidad y sus mimbres dignos de alguien mucho más experimentado en el arte de narrar historias.

#Cometierra de #DoloresReyes, una extraordinaria #primeranovela que sorprende por su calidad, originalidad y sus mimbres dignos de alguien mucho más experimentado en el arte de narrar historias. @jacksshadows @EdSigilo. Clic para tuitear

Cometierra es una niña enclenque, flaca y de pelo largo del color de la tierra. La misma tierra con la que es capaz de escuchar y ver la conciencia de aquellos que han desaparecido. Tan solo tiene que comer un puñado que haya estado en contacto con aquellos que ya no están para ver lo que ha ocurrido o lo que está ocurriendo.

Me acosté en el suelo, sin abrir los ojos. Había aprendido que de esa oscuridad nacían formas. Traté de verlas y de no pensar en nada más, ni siquiera en el dolor que me llegaba desde la panza. Nada, salvo un brillo que miré con toda atención hasta que se transformó en dos ojos negros. Y de a poco, como si la hubiera fabricado la noche, vi la cara de María, los hombros, el pelo que nacía de la oscuridad más profunda que había visto en mi vida.

Cometierra es la voz de los muertos, pero también es la miseria de los vivos. Ambientada en un lugar indeterminado que puede ser cualquier barriada pobre de la periferia bonaerense, contiene en unas pocas páginas un universo profundo y oscuro. Dolores Reyes demuestra con esta novela que no son necesarias muchas palabras para sumergir al lector en un universo original.

#Cometierra es la voz de los muertos, pero también es la miseria de los vivos. #DoloresReyes demuestra que no son necesarias muchas palabras para sumergir al lector en un universo original #reseña: @jacksshadows @EdSigilo. Clic para tuitear

Escrita con un lenguaje seco, casi minimalista pero tremendamente poético, en el que algunos vocablos del lunfardo obligan a echar mano del diccionario, Cometierra es capaz de emocionar apenas sin adjetivos. De madre muerta y padre ausente, Cometierra tan solo tiene una casa vacía y a su hermano (el Walter). Ah, y a los muertos y desaparecidos, cuyos familiares depositan botellas de cristal rellenas de la tierra que tocaron a las puertas de la casa de Cometierra. Y allí se apiñan, con notas de súplica, plegarias, ruegos, esperando que esa niña enjuta decida tragar esa tierra que la ponga en contacto con los que se fueron.

Cometierra es una vidente, capaz de dar voz a los olvidados, a los que nadie busca porque a nadie importan. Hay mucho de denuncia en esta historia, de reivindicación de un dolor ignorado por pobre, por marginal, por anónimo. Estigmatizada por su don, Cometierra se aisla en su hermano, en sus propios pensamientos y en sus muertos. Pero a la vez le gusta tomar, Ezequiel, el flaco, un rosario de personajes con los que Dolores Reyes nos introduce en una historia dura y emocionante.

Me impresionan especialmente las escenas de sexo con Ezequiel (un cana), tan potentes, tan poéticas, tan descarnadas, tan difíciles de escribir de ese modo. Demuestra Dolores Reyes un dominio tal del lenguaje que parece capaz de todo con muy poco, diálogos austeros, palabras justas, posibilidades infinitas.

Dolores Reyes se confiesa una lectora enferma de poesía, con la que afirma tratarse la angustia. Y yo la creo. Porque en su prosa hay mucha poesía, mucha sensibilidad y ternura tejida a base de palabras. También una belleza estética en la imagen de todas esas botellas de cristal que poco a poco se hunden en el patio de una casa que será comida por la plantas. Botellas a cuyos cuellos se anudan fotografías, notas manuscritas, plegarias no atendidas.

Pero comer tierra duele, porque es un viaje al mundo de los muertos, a visiones de gente asesinada, desaparecida, ignorada. Y Cometierra sufre con cada una de sus visiones, con cada uno de los mensajes funestos que debe transmitir. Ella quiere olvidar, tomar con los colegas del Walter, jugar a la play, besarse a un pibe. Pero los muertos llaman a su puerta y piden ser escuchados. Como Ana, maestra de Cometierra, otra víctima del feminicidio que la visita en sueños para mostrarle lo que ocurrió con ella, como con tantas y tantas mujeres asesinadas y desaparecidas a las que nadie buscó porque a nadie importaron.

Y al final la muerte que ronda la tierra también encuentra a los vivos, y Cometierra debe partir, con el Walter y su novia, dejar atrás la casa, la tierra, las voces de los muertos, donde nadie la conozca, donde nadie le pida nada.

Desde Yuri Herrera nadie me había impresionado tanto con una novela corta. Cada vez me convenzo más de que no se necesitan muchas páginas ni demasiadas palabras para describir los sentimientos, lo realmente complicado es hacerlo con la maestría y la potencia con la que lo hace Dolores Reyes.

No se pierdan esta magnífica novela. Vale su peso en oro.

 

Escrita con un lenguaje seco, casi minimalista pero tremendamente poético, #Cometierra es capaz de emocionar apenas sin adjetivos. No se pierdan esta magnífica novela. Vale su peso en oro. @jacksshadows @EdSigilo. Clic para tuitear

 

Cometierra, de Dolores Reyes: voz de los muertos, miseria de los vivos

 

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Reseña de Salva Alemany

Montaje de la portada David De la Torre

 

 

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