Es algo que el consumidor de género negro presupone, pero que no deja de ser siempre una buenísima noticia: haber dado con una obra bien estructurada y ambientada, en la que sobresale el oficio de escritor por mantener el interés de sus lectores hasta la última frase del libro. Noelia Lorenzo Pino (Irún, 1978) en esta su cuarta novela –Corazones negros– deja bien sentado, por si alguna duda quedaba, que conoce los mecanismos e intríngulis de la narración policiaca como nadie, algo que la ha puesto en el pódium de los autores a ella consagrados.

Reseña de #CorazonesNegros, de Noelia Lorenzo Pino @ereinargi, invitada a la mesa Costas Negras del VI Encuentro de Novela y Género Negro @bruma_negra. Realiza el análisis, Manu López Marañón, escritor y moderador de la mesa. Clic para tuitear

Destaco dos aspectos esenciales de Corazones negros.

Durante la resolución del asesinato de un oficial de la Ertzaintza se airea un gravísimo caso de corrupción que llegará a lo más alto. Sin otro manchón grave —hasta la fecha— en nuestra policía que el «caso De Miguel» (una corrupción política para el reparto de adjudicaciones y comisiones, tan surrealista en su organización que parece el argumento para alguna película del director de cine vasco Borja Cobeaga), aquel asunto, en el que hasta dos ertzainas crearon una trama de espionaje para conseguir la información necesaria que alimentara el tinglado, fue ciertamente algo bochornoso. Dejándolo aparte, la verdad es que el sentimiento de respeto de los vascos hacia su cuerpo policial es hoy casi unánime.

Narrando un ficticio caso de corrupción estrictamente policial, Noelia Lorenzo juega con la hipótesis de que también en la Ertzaintza puedan darse actuaciones de este tipo. Ya en su novela La niebla y la doncella (Destino, 2002), Lorenzo Silva proponía una inquietante trama de corrupción dentro de la Guardia Civil. No creo que ningún cuerpo policial del Estado quede ya al margen de estas lamentables situaciones… En Corazones negros la implicación de un alto mando de la Ertzaintza en un crimen tremebundo es, lógicamente, titular de todos los periódicos y pone «patas arriba» al Gobierno Vasco, teniendo que dar su actual Lehendakari hasta cinco ruedas de prensa en pocos días. Mucho tememos que, como tantas veces ha sucedido, la buena literatura anticipe hechos que de impensables pasen a palmarios en un abrir y cerrar de ojos. Ojalá nos equivoquemos.

A resaltar también cómo la doble investigación que plantea la novela acaba convirtiéndose en su principal motor, arrastrando con fuerza a todo el elenco participante en ella. Para favorecer esto, Noelia Lorenzo, sobre todo hasta la muerte del oficial, dibuja al equipo que investiga primeramente el asesinato de una prostituta sin querer personalizarlo: como un grupo homogéneo y eficiente. En efecto, la jefa Juncal Baraibar; el suboficial Jon Ander Macua; el cabo Peio Campos; y los agentes Eneko Jerez y Eider Chassereau, se reparten equitativamente el espacio de las páginas que les tocan sin ningún afán de acapararlas. En lo que sería una «segunda parte» de Corazones negros son el suboficial Macua y la agente Eider quienes llevan el indudable peso de la narración, pero muy bien secundados por personajes de perdurable calado como resultan ser el subcomisario Joseba Padura «el torerillo» (quien llega a la comisaría de Oiartzun procedente de la de Erandio para hacerse cargo —muy sorprendentemente— del caso del oficial) y también por los fieros sicarios «Mastín» y Rodrigo, sin poder dejar de nombrar a secundarios de lujo como el habilidoso hacker Abel y el extoxicómano Ibon.

Noelia Lorenzo Pino conoce los mecanismos e intríngulis de la narración policiaca como nadie, algo que la ha puesto en el pódium de los autores a ella consagrados. #novelanegra @ereinargi @bruma_negra. #Reseña de Manu López Marañón. Clic para tuitear

Corazones negros describe con pormenores el submundo de la prostitución en Gipuzkoa. A pesar de que su principal red de puti clubs fue desmantelada en la Gran Redada de 2012, algunas de aquellas mujeres y otras, nuevamente captadas, conforman ese catálogo de prostitutas de lujo (entre las que figuraba Ana Karlatos) retenidas en una casa-refugio por su carcelera, madame Klaudia, una polaca cincuentona al servicio de sus pérfidos jefes. Enclaustradas en condiciones inhumanas en habitaciones de la casa que recuerdan a celdas de castigo, detallar sin ningún tapujo estos maltratos físicos y emocionales que infringe Klaudia a sus pupilas es otro indudable acierto de esta novela dura pero necesaria.

El asesinato de la prostituta griega Karlatos es el punto de partida para este retorcido caso de prostitución, drogas y trata de blancas, cuyo desarrollo y desenlace tiene lugar mayoritariamente (hay varias escapadas a Bilbao) en la Gipuzkoa de 2014. Dos investigaciones criminales —la de la griega y la del oficial— acaban confluyendo y encontrando una común resolución gracias al temerario arrojo de Jon Ander Macua, que arriesga la vida en el sobrecogedor final.

La agente de la UIC (Unidad de Investigación Criminal de la Ertzaintza) Eider Chassereau, quien debido a su relación con el oficial se involucra de manera muy personal en esclarecer su muerte, ayuda y protege a Jon Ander llegando a salvarle la vida sacándolo malherido, in extremis, de un garaje abarrotado de cadáveres y sangre que recuerda al mejor cine de Quentin Tarantino.

 

Manu López Marañón, autor de Alcohol de 99º

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