Una exposición que recomiendo vivamente a cuantos se pasen por Madrid en las próximas fechas es la que realiza el Museo Thyssen-Bornemisza sobre la obra del artista alemán Max Beckmann. Declaro desde el principio que mi acercamiento al mundo del arte es el de un mero aficionado, puramente intuitivo. Dicho esto, confieso que esta exposición titulada Beckmann. Figuras del exilio me ha conmovido profundamente. Pocas veces las manifestaciones plásticas penetran en mí como lo ha hecho la muestra sobre este artista alemán (Leipzig, 1884–Nueva York, 1950). La conmoción que ha provocado en mí la cincuentena de obras que componen la muestra ha sido fuerte.

La exposición se abrió el pasado día 25 de octubre y tuve el acierto —pocas veces me sucede esto— de acudir a ella apenas dos días después. No había aglomeración alguna y tranquilamente pude deambular por las salas en las que Tomás Llorens, comisario de la misma, ha distribuido las obras. Dos grandes apartados forman la muestra:

I. «Un pintor alemán en una Alemania confusa»

El arte de Max Beckmann conquista el Thyssen-Bornemisza 1

Doppelbildnis Karneval. 1925. Doble retrato

II. «Figuras del exilio», que a su vez se estructura en cuatro subpartes, cada una de ellas bajo un rótulo metafórico: ‹Máscaras›, ‹Babilonia eléctrica›, ‹El largo adiós›, y ‹El mar›.

Una fecha, 1937, —año de la exposición Arte degenerado organizada por el Régimen nazi— es el gozne sobre el que pivota la vida de Beckmann y también la muestra de la Thyssen. Hasta ese año Max Beckmann ha sido una de las principales figuras del arte alemán cuyo magisterio durante la época de la Alemania de Weimar (1918-1933) era respetado por todos. Max Beckmann pronto destacó en los círculos artísticos de su país acogiéndose en principio al expresionismo y a la nueva objetividad, si bien pronto comenzó a desarrollar una pintura mucho más personal de signo realista pero llena de elementos simbólicos. Su participación en la Gran Guerra lo marcó profundamente y aunque sólo estuvo en filas un año (se alistó como enfermero voluntario en 1914 siendo dado de baja por sufrir de crisis nerviosas en 1915), la brutalidad del conflicto y los terribles efectos del mismo sobre las personas hizo que su arte, que había comenzado en los aledaños del impresionismo, derivara hacia un claro expresionismo.

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El arte de Max Beckmann conquista el Thyssen-Bornemisza 2

Sociedad (1931)

Tras el ascenso del nazismo en 1933, Max Beckmann fue  expulsado de la Städelschule de Frankfurt donde daba clases desde 1915. Pero será en 1937, al haber sido seleccionados cuadros suyos para la exposición Arte degenerado organizada por los nazis, cuando el artista abandonará Alemania para refugiarse en Amsterdam. Cuando pocos años después la Alemania de Hitler ya en guerra invada Holanda, Max Beckmann se verá obligado a perder visibilidad pública para evitarse problemas. Es allí, en Amsterdam, donde vivirá las crueldades de la guerra sin ser molestado en exceso por las autoridades fascistas dada su condición de alemán y, afortunadamente para él, no ser judío.

Acabada la guerra, en 1947, Beckmann recibirá la invitación de la Universidad de Misuri para ser profesor en la misma. Tras ciertas dudas decidirá acudir allí donde volvería a dar clases; luego se trasladaría a Nueva York donde en 1950 morirá de un ataque cardíaco cuando acudía al Museo Metropolitano a una exposición de su obra.

La Exposición

I. «Un pintor alemán en una Alemania confusa»

El arte de Max Beckmann conquista el Thyssen-Bornemisza

Familia (1920)

La primera parte de la exposición abunda en autorretratos, en pinturas expresionistas sobre la brutalidad de la guerra y el salvajismo inherente al ser humano, y en cuadros que muestran la vida familiar y social de los alemanes durante los años de la depresión. Son cuadros –en especial estos últimos— que denuncian la explotación de personas por otras personas, de ahí las crueldades que en muchos de ellos se muestran.

En esta primera parte hay una serie de ocho o diez litografías en las que el artista muestra sus cualidades como caricaturista. Son caricaturas sobre los estragos de la Guerra Mundial del 14-18 en las que a través de la técnica expresionista enjuicia críticamente lo que está sucediendo.

II. «Figuras del exilio»

La segunda parte plantea directamente la condición de exiliado, la suya propia pero también otra más genérica que le trasciende. Se estructura en cuatro apartados:

• El primero, ‹Máscaras›, es el del ocultamiento propio de quien es consciente de su desubicación y teme ser identificado por ello. De ahí la necesidad del disfraz, de la máscara, que lo invisibilice. El circo  se convierte en claro símbolo.

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Los actores (1942)

• ‹Babilonia eléctrica› alude claramente al exilio dentro de la gran urbe; la despersonalización que en ella se evidencia. El café es un motivo importante aquí.

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El hijo pródigo (1949)

• ‹El largo adiós› agrupa cuadros que tienen como motivo el viaje. Aquí acude a temas de la mitología griega que aluden a ella, en especial, presentes en la Odisea, pero también en autores clásicos griegos como Píndaro o Sófocles. Tal es el caso de la pintura Los argonautas presente en la exposición. Y muy significativos me han parecido los cuadros en los que el molino, sus aspas, el movimiento de las mismas, simbolizan la marcha.

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El molino (1947)

• Y por último ‹El mar›, símbolo de lo infinito, de lo que no tiene fin, de la muerte en definitiva. Marineros, barcos, esfinges…

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Camarotes (1948)

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La exposición, cuando cierre en Madrid el 27 de enero de 2019, pasará a Barcelona, donde se podrá visitar en Caixa Forum desde el 21 de febrero hasta el 26 de mayo de 2019.

 

Artículo de Juan Carlos Galán