El Club Tortuga nació a finales de los años 60 como una reunión de amigos que compartían su pasión por la música. Más tarde, uno de sus creadores lo convirtió en programa de radio. Así nacería El Club Tortuga de Ràdio Sant Cugat. Algo más tarde, el Club comenzaría a frecuentar la luna.

Bienvenidos al Club Tortuga

Hace ya mucho tiempo de eso. De una época en la que a los ordenadores se les llamaban «computadoras», y ocupaban el espacio de un salón grande. De una época en la que, si esperabas una llamada de teléfono, montabas guardia en aquel aparato, de color crema, gris o negro, con un disco con números en el centro del aparato. Una época en la que la única red social para adolescentes era bajar a la calle, o reunirte en locales parroquiales, para ver, cara a cara, a tus amigos.

Nuestra nueva sección musical se llama El Club Tortuga. ¿Quieres saber por qué? El Club Tortuga: aprender y compartir, la mejor música al otro lado de la luna. Con Pep Alie Otto. Clic para tuitear

Ha llovido un poco desde entonces.

Tuve la suerte de pasar mi adolescencia en un grupo de lo que en Cataluña se llamaba minyons escolta, una especie de boy scouts. Teníamos unos locales espaciosos, a medio acabar, con las paredes enyesadas, los suelos de cemento, y las ventanas sin cristales, con los marcos de madera sin barnizar. Pertenecían a la parroquia de Sant Josep Oriol, en el barrio barcelonés de l’Eixample. Tuvimos la suerte de tener como párroco, durante mucho tiempo, al Pare Manel Pousa que, tristemente, nos dejó hace pocos días.

Los chicos y chicas que formábamos aquel grupo, cerca de una treintena, vivíamos un momento excitante, tanto a nivel social (los últimos años del Franquismo), como a nivel cultural y artístico.

Alguien, no recuerdo quién, nos había instalado en una sala espaciosa un equipo de música con dos tocadiscos, amplificador, un mezclador y unos potentes altavoces. La joya del equipo musical era un magnetófono Revox, el aparato con mejor calidad de sonido que jamás he escuchado, con cintas llenas de música de hasta ocho horas. Por supuesto que decoramos esas salas con los pósters típicos del momento, con curiosas misceláneas que mezclaban a David Bowie con el Che Guevara.

El Club Tortuga: de nada sirve aprender si no compartimos lo aprendido

Musicalmente vivíamos, como comenté antes, unos momentos clave en la Historia de la Música: finales de los 60 y la primera mitad de los 70. La mayoría de nosotros tenía hermanos mayores (un par de años) a los que accedíamos a sus colecciones de discos. Fuimos una generación que llegamos un pelín tarde a los primeros años de los Beatles, los Stones y, por supuesto, al rock and roll legendario de Chuck Berry o Elvis… pero los hermanos mayores nos ponían al corriente, y pudimos ser testigos de primera mano de la gran evolución que supuso pasar del «She loves you, yeah, yeah, yeah», al «Abbey Road».

El Club Tortuga: de nada sirve aprender si no compartimos lo aprendido 1

Vimos nacer, casi en directo, nuevos géneros musicales, pasando por nuestras manos y por las agujas del tocadiscos obras como In the court of Crimson King, Aqualung, Close to the edge, Ziggy Stardust, Sticky fingers o Dark side of the moon. Discutíamos durante las largas tardes del sábado sobre las diferencias entre la guitarra de Jimmy Page, Eric Clapton o Jimi Hendrix, sobre quién era mejor batería, si Keith Moon o John Bonham, o coloquios sobre las diferentes voces, Jagger, Dylan, Bowie, Joplin, Plant o Daltrey.

El Club Tortuga: de nada sirve aprender si no compartimos lo aprendido 2

Eran, como ya dije, momentos excitantes ante la avalancha de discos que se publicaban en esos mágicos años.

Desgraciadamente, nuestro poder adquisitivo era muy parco. Cuando conseguíamos reunir el dinero para comprar un álbum, en un portal de un pequeño edificio de la calle Tallers donde dos hermanos habían instalado un pequeño chiringuito llamado Discos Castelló, nuestras ilusiones de adquisición, una vez en la tienda, se mareaban ante el frondoso bosque de las dudas: Quería comprar el Piledriver de Status Quo… pero allí estaba, recién publicado, el Some Time in New York City de Lennon, el Machine Head de Deep Purple, el Slider de T. Rex… y el Señor Castelló me decía que estaba a punto de salir el School’s Out de Alice Cooper, el Transformer de Lou Reed… y para agravar las cosas, el mes que viene vendrían el Thick as a Brick de Jethro Tull o el Exile on Main Street de los Stones… y, encima, doble.

Decisiones… decisiones…

Ante la enorme dificultad de no poder atender tamaña oferta ni satisfacer nuestra voraz demanda, el grupo de amigos que formábamos aquel centro parroquial decidimos elaborar una lista bimensual de tantos álbumes como miembros que éramos. Un número variable de entre veintidós y veinticinco álbumes. Y, tras un sorteo, cada uno de nosotros estaba encargado de comprar ese álbum. Y esa responsabilidad iba acompañada de encontrar toda la información posible sobre el disco: sus músicos, su historial, sus detalles, la traducción de las letras. Todos ello, naturalmente, gracias a gente que conociéramos con el suficiente dominio del inglés, o nuestros contactos con amigos y conocidos en revistas especializadas de la época, o emisoras de radio.

Cada sábado y domingo por la tarde, todos reunidos, presentábamos la audición de dos o tres álbumes, pasando posteriormente a comentar la información que habíamos conseguido.

Eran nuestros primeros Disc Forums.

Gracias a ello, pudimos acceder, con todo lujo de detalles, una gran variedad de novedades musicales, desde el blues y el rock and roll, pasando por el rock duro, el glam, el folk y el country, hasta el rock progresivo (antes llamado rock sinfónico), el soul o cualquier variedad del rhythm and blues.

Recuerdo que una chica, ante la excesiva oferta musical, comentó que no teníamos apenas tiempo para saborear como merece todos aquellos discos. «Estaría bien que el tiempo cabalgara a lomos de una tortuga».

Si, estaría bien… Nos gustó la expresión.

De esta manera nació el Club Tortuga.

Cuando se trata de escuchar y compartir música la frase «estaría bien que el tiempo cabalgara a lomos de una tortuga» cobra un sentido muy especial. El Club Tortuga, una sección de Pep Alie Otto. Clic para tuitear

El tiempo paso… y no desgraciadamente a lomos de una tortuga. Vino el sonido Filadelfia, la música disco, el punk, los Nuevos Románticos, el tecno pop, el heavy metal, el glam metal… y un sinfín de etiquetas musicales inacabables.

El Club Tortuga se disgregó, cada cual siguiendo su destino. Y yo me quedé, alimentando y engrandeciendo mi amor… no, mi pasión por la música. Mi poder adquisitivo, afortunadamente, me permitió reunir una gran parte de todos esos discos, y los que iban apareciendo en el momento: los 80, los 90…

Hace ya dieciséis años que comencé mi aventura en la radio, en un modesto programa musical en Ràdio Sant Cugat, que acabó llamándose El Club Tortuga, porque esa era la vocación del programa, la misma que la de aquella veintena de adolescentes que no quería perderse nada de los que acontecía en la vida.

Una vez, un hombre muy sabio, un rabino, me dijo que nuestra principal misión en la vida era aprender… «pero de nada sirve aprender si no compartimos lo aprendido».

Este es el espíritu del Club Tortuga:

Aprender y compartir.

 

Y para seguir compartiendo (y aprendiendo, por qué no) os dejo esta playlist en Spotify que sé que os va a encantar…

Playlist CLUB TORTUGA

 

Un artículo de Pep Alie Otto

Ilustración de portada por Pep

 

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