El futuro de la fase 4 se muestra en todo su esplendor en Wanda/Visión

Wanda/Visión llega a una dimensión por completo nueva en su argumento. Y lo hace al plantear por primera vez, la idea real que el Universo cinematográfico de Marvel está en una irremediable y cada vez más asombrosa reinvención. El capítulo cinco ha sido de revelaciones, pero más allá de los puntos de interés, también ha demostrado que el hilo narrativo dentro del MCU es una percepción poderosa sobre la cualidad de la franquicia para reinventarse a sí misma. 

Capítulo 5: El futuro de la fase 4 se muestra en todo su esplendor en Wanda/Visión

Al parecer, la plácida vida en Westview está a punto de cambiar. La burbuja de realidad que contiene el poder de Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen) en una especie de distorsión alternativa de su vida (o lo que pudo ser), comienza a dar señales de que posee una dinámica interna que se transforma con lentitud, pero sin pausa. Mientras SWORD avanza hacia el centro del misterio de lo que sea que la Bruja Escarlata haya hecho para traer de vuelta a la vida a Visión (Paul Bettany), la verdadera naturaleza del pueblo idílico en que Wanda tiene todo lo que desea, se convierte en algo más elaborado y perverso. 

Si algo ha sorprendido del capítulo cinco de Wanda/Visión, es su capacidad para tocar múltiples ideas a la vez, además en varios planos de discurso que transforman la serie en un experimento narrativo asombroso. Mientras en el exterior, el agente Woo (Randall Park) y Darcy Lewis (Kat Dennings) luchan por comprender el fenómeno convertido en amenaza, Monica Rimbaud (Teyonah Parris) comienza a hacerse las preguntas correctas sobre las motivaciones de Wanda o al menos, el motivo esencial de lo que ocurre en la anomalía, que Darcy se empeña en llamar HEX (Hechizo Hexagonal), con lo que logra emparentar sin querer a la serie con el cómic original.

Para Mónica nada es sencillo. Testigo de excepción de lo que pasa dentro de Westview, el personaje pone en perspectiva los secretos del pueblo. «Me sentí invadida, violada, controlada» explica la Capitana a SWORD, sobre lo experiencia de vivir en la fantasía de Wanda, que ya no resulta tan inofensiva, impenetrable o incluso, sujeta a un análisis directo. Al mismo tiempo, puede comprender a un nivel más profundo los motivos de Wanda y lo hace, a través de un recurso tan sutil como elaborado, la trampa de tiempo y espacio de la Bruja Escarlata. «Puedo percibir su desolación, su miedo, su dolor». Tal parece que el sufrimiento de Wanda se transmutó en algo más, en una especulación teórica sobre su capacidad para modificar la materia, sostener la conexión entre la idea más general del tema y crear una condición sobre la identidad del personaje. Wanda no es una heroína, tampoco es una villana, a pesar de los esfuerzos de SWORD por catalogarla de «terrorista». Pero Monica se resiste. Para ella, la experiencia es más amplia, menos concreta. «Wanda no tiene un motivo político, hay algo más». 

El capítulo también responde varias de las interrogantes más inmediatas del argumento, aunque deja otras a su paso. Finalmente, se relata como La Bruja Escarlata robó el cadáver de Visión y se lo llevó consigo. Y hay una breve pero concisa insinuación que Wanda le resucitó, gracias al hecho sus poderes son el fruto de la influencia de una gema del infinito. El caso es que Visión no sólo está vivo, sino atrapado en la simulación. El show ahora revisa sus propias teorías y se pregunta de forma directa si la criatura resucitada gracias al poder de los poderes de Wanda es de hecho el droide muerto o algo más parecido a una imagen suya, sin profundidad ni tampoco, una personalidad real. Una copia insustancial basada en los recuerdos de Wanda. 

Dentro de Westview de hecho, los descubrimientos del exterior se interconectan en algo más tenebroso. Descubierta la naturaleza de la anomalía, es evidente que todos los vecinos y amables desconocidos que van de un lado a otro en el, en apariencia amable pueblo, son rehenes. Tanto, como para que Visión, comience a sospechar de forma muy específica sobre lo que sea que ocurre o qué es lo que hace que la realidad ondule a su alrededor. De pronto Visión, hasta ahora esposo y padre amantísimo, descubre que está rodeado de prisioneros, que carece de pasado y que, de hecho, no recuerda otra cosa que los límites diminutos del pueblo que habita. Eso, mientras el show toma los colores de los alegres ochenta y el formato de la icónica serie Growing Pains (Los problemas crecen) de 1985, para mostrar como los gemelos parecen ser una ruptura, dentro del tejido de la realidad que Wanda ha creado.

Y es entonces, cuando Wanda/Visión entra en terreno resbaladizo, asombroso y confuso. ¿Son los niños manifestaciones de Wanda, una creación por completo nueva, criaturas nacidas de la combinación de la tecnología que dio vida a Visión y algo más inexplicable? Como sea el caso, Billy y Tommy no están sujetos a la voluntad de su madre (como si parece estarlo el resto del pueblo) y ejercen su voluntad, de maneras inquietantes y desordenadas. Algo parece estar rompiéndose a pedazos en el centro mismo de Westview, una ola de incalculable poder que podría arrasar no sólo con Wanda, sino con Visión y los niños. 

Pero la revelación más asombrosa del capítulo ocurre en su escena final, cuando un visitante llega para abrir de par en par las puertas del Multiverso no sólo en Wanda/Vision, sino en el MCU. Pietro Maximoff regresa, pero en esta ocasión, interpretado por el actor Evan Peters, su encarnación en la franquicia de X Men de FOX. De pronto, los límites entre el tiempo y el espacio (y las diversas sagas) desaparecen y es notoria la intención de Marvel de finalmente, traer a casa a varios de sus personajes más queridos. Quicksilver tiene nuevo rostro, el peso de un significado y un misterio sobre sus hombros. Para bien o para mal, Wanda/Visión acaba de cambiar el Universo Marvelita para siempre y de forma definitiva. Una mirada a una fase cuatro que promete no sólo ser sorprendente sino, por último, la fusión de todos los hilos argumentales que hasta ahora, habían sido hilvanados por separado. 

Un artículo de Aglaia Berlutti
Montaje de portada: David de la Torre

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