Dicen que cuando un autor tiene éxito al publicar su primera novela, como fue el caso de Alfonso del Río con la maravillosa La ciudad de la lluvia, afrontar la segunda le supone un doble reto: primero escribirla, y segundo, conseguir que el público la reciba como mínimo igual que la anterior. Al terminar de leer El lenguaje oculto de los libros, puedo afirmar de manera categórica que lo ha superado.

A lo largo de la novela viajaremos no solo en el espacio sino también en el tiempo. Rondaremos Bilbao y Oxford intercalando los años 30 y 60 (me encantan las novelas enmarcadas en épocas anteriores donde los Beatles pueden aparecer como un grupo emergente).

Comenzaremos con el vasco Gabriel de la Sota (Oxford, 1933), escritor, profesor de Universidad, propietario de una gran empresa siderúrgica y heredero de una de las mayores fortunas vizcaínas. Todo ello, encapotado por unas nubes negras que auguran una terrible tormenta en forma de malos recuerdos. Como se suele decir, el pasado siempre vuelve, y esta vez lo hace para arruinarle la vida.

Y continuamos con Mark Wallace (Londres, 1961), prestigioso abogado británico que justo cuando había decidido retirarse, recibe la visita de Úrsula de la Sota, hija de Gabriel, para que averigüe si son ciertos los rumores que aseguran la existencia de una fortuna escondida, y a la que solo se puede acceder a través de las páginas de la última novela publicada por su padre. Novela que treinta años atrás no solo se concibió para esconder una herencia sino también un pasado truculento latente, esperando ser despertado. Mark pensaba negarse, pero la elevada suma de dinero que la chica puso sobre la mesa le hizo replanteárselo y aceptar un último caso.

Cada capítulo comienza con un pequeño párrafo, a modo de reflexión, en boca de los personajes de la novela, consiguiendo que como mínimo, hagamos un alto y respiremos hondo.

El lenguaje oculto de los libros es una misteriosa aventura que cuenta con dos grandes protagonistas y un hermoso manojo de secundarios, que si te descuidas, estos últimos, gracias a su gran personalidad pueden, educadamente, llegar a eclipsar a los primeros.

Gabriel de la Sota y Mark Wallace serían los personajes principales, cada uno en sus respectivas épocas, aunque solo el segundo será el narrador. Tanto Gabriel, como el resto, podemos observarlos mediante la cotilla tercera persona. En cuanto a los demás moradores de la novela, solo desvelaré unos pocos:

Anne Wallace. Una niña muy especial con la que es imposible no emocionarse. Con pocos trazos, y sutiles descripciones, Alfonso del Río te encoge el corazón y te desmorona la escala de valores, haciendo que una simple mirada remonte posiciones dejando atrás todo lo material.

Begoña Ortiz de Pinedo. Qué decir de, a partir de ahora, mi editora literaria favorita. Pues que sin lugar a dudas es el personaje más pintoresco de toda la novela. Una brujilla muy peculiar, que aunque algo desesperante, gracias a su acento de baserri profundo se le perdona todo. A mí, sinceramente, me encantaría verla en otra novela y por qué no, como absoluta protagonista.

J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis. Estos lógicamente no necesitan presentación. Escritores consagrados reales que gracias al autor vuelven a la vida para poder ayudar a los dos protagonistas, de manera diferente, pero con un mismo objetivo. En esta ocasión, la construcción es tan meticulosa, que puedes reconocer a las personas bajo la tinta. No quiero ni pensar las horas de investigación y documentación que hay detrás para poder tener la sensación, de que lo que estás leyendo, perfectamente pudo haber pasado.

Miguel de Unamuno. Aquí, Alfonso del Río le pagó un billete de Salamanca a Bilbao al ínclito septuagenario vasco, para que pudiera hacer un pequeño, pero intenso, cameo digno de reseñar.

De los escenarios solo diré que además de haber escogido a la ciudad de las agujas de ensueño como telón de fondo, en esta ocasión, podemos disfrutar no solo del Gran Bilbao, sino también de sus alrededores. Prefiero reservarme los lugares exactos para sorpresa del lector, pero decir que Alfonso ha hecho una selección gourmet para deleite de la imaginación. Las descripciones son tan elaboradas, y a la vez tan fluidas, que evocan pero no distraen. En cuanto a la gente que no tenga familiaridad con los mismos, es capaz de trasportarse a cada rincón y pasear por él sin moverse del sillón. Os dejo la siguientes pistas; una construcción medieval tenebrosa, unas escaleras mágicas e infinitas o una colosal estructura metálica (patrimonio de la humanidad)…

Me ha pasado una cosa curiosa durante toda la lectura de la novela y es que era capaz de visualizarla en imágenes. Pero no me refiero a ese tipo de novelas prefabricadas para que luego saquen la serie, no, me refiero a la sensación de integración absoluta, novela-lector. Eso sí, una cosa no quita la otra, estaría encantado de que hicieran una película. Pero desde luego, El lenguaje oculto de los libros no sería cualquier producción, vería la luz directamente como un clásico.

Edu S. Petite resalta la sensación de integración absoluta novela-lector en #ellenguajeocultodeloslibros, de @AdelRioMoreno, y recomienda su #lectura en esta #reseña que te deja cual perro de Paulov. @EdDestino. Clic para tuitear

Alfonso del Río, empujado por sus amigos Toller y Jack, construye un tratado sobre la eterna lucha entre el bien y el mal, la devoción por la literatura, el respeto a la verdad, y cómo no, sobre la amistad pura y desinteresada.

En #ellenguajeocultodeloslibros, @AdelRioMoreno construye un tratado sobre la eterna lucha entre el bien y el mal, la devoción por la literatura, el respeto a la verdad, y sobre la amistad pura y desinteresada. @EdDestino. Clic para tuitear

En definitiva, Alfonso del Río, colocando con extrema delicadeza cada engranaje en su sitio; trama adictiva, personajes carismáticos, entornos deliciosos, y engrasándolos con una prosa cautivadora, ha conseguido crear un reloj precioso y preciso que llevará al autor, con una puntualidad británica, al éxito editorial.

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El lenguaje oculto de los libros

El lenguaje oculto de los libros

Alfonso del Río

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Reseña de Eduardo S. Petite

Diseño de portada de la reseña: David Verdejo

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