A la primera incursión en el género negro de Antón Arriola (Durango, 1967) con su novela El Negro y la Gata le cabe a la perfección los calificativos de ambiciosa y original. Un crimen cometido en Sopelana que acaba por resolverse en el Perú; dos investigadores que rompen moldes: un cura muy particular y un fan de la novela La insoportable levedad del ser; elementos decisivos para la trama y poco explorados en la narrativa vasca como son la magia negra y el vudú, y bastantes cosas más, dan a esta obra sus peculiares señas de identidad.

El padre Ander Azurmendi, párroco de Berango —pueblo limítrofe a Sopelana, donde vive— perdió la fe hace tiempo aunque ello no le impide ser un dechado de virtudes con su feligresía. Entregado a consolar a los demás, visita semanalmente a los presos de Basauri. Es lo que en la época del existencialismo se llamaba un «santo laico» con la singularidad de que ahora hablamos de un sacerdote. Además de no creer en Dios, el padre Azurmendi visita a una herborista con quien se acuesta. Su abnegación y amor al prójimo constituyen una paradoja muy unamuniana: que un hombre sin fe ni esperanza acabe convertido en un ejemplo de caridad.

Antón Arriola, #ElNegroYLaGata, una de las nuevas voces de la #novela negra vasca. @ereinargi Clic para tuitear

El amigo de este cura es otro peculiar personaje a quien, por ejemplo, gusta disfrazarse estrafalariamente para escarnio del pueblo. Jaime Ellacuría —secretario de ayuntamiento, soltero maduro y ávido lector de Milan Kundera (de ahí que se le conozca como «Kundera»)—, sostiene largas conversaciones con el párroco sobre variopintos temas (compatibilizar la idea de un Dios omnipresente, omnisciente y omnipotente con la maldad humana; o sobre la inherente tristeza de la iglesia católica y —hasta en una situación comprometida— contar a su amigo un amor frustrado). Tras ser expulsado Ander Azurmendi del seno de la Iglesia, Kundera lo ayudará intensamente para desentrañar un complicado asesinato.

Siendo una novela que recordaremos, conviene avisar que El Negro y la Gata podría haber resultado aún mejor si se hubieran pulido y desechado determinados capítulos, los cuales, resultando interesantes por sí mismos, acoplados un poco artificialmente, ralentizan el desarrollo de la trama principal. Nos referimos a los detallados debates entre el cura y Kundera, bien argumentados pero que deberían haberse acortado. Pensamos también que desechar los capítulos que tienen lugar en el seminario de Derio habría colaborado a evitar las caídas de ritmo que, sobre todo en su primera parte, presenta esta obra —tengámoslo siempre presente— policíaca.

Apuntado esto, insistimos en que este debut de Antón Arriola en un género tan trillado se salda con una buenísima nota y cómo todos sus lectores quedamos a la espera de un nuevo caso protagonizado por Azurmendi y Ellacuría, estos dos simpáticos y cultos investigadores vizcaínos trazados —y aquí no hay ninguna pega que oponer— con mano maestra por su muy inspirado creador.

Ambientada en los años inaugurales del nuevo milenio y narrada en primera persona por Ander Azurmendi, El Negro y la Gata está dividida en dos partes.

La primera, «El Negro», cuenta cómo el coche de Fidel Otxoa (un psicópata con antecedentes por altercados, agresiones y maltratos de género) ha aparecido incendiado. Su principal sospechoso es el Negro —ex recluso a quien el padre Azurmendi conoce desde que cumplió condena en Basauri y por el que siente un amor casi paternal—. Con el Negro Fidel tuvo la víspera de su muerte un violento altercado automovilístico. El subcomisario de la ertzantza, Barrutia, atemperado por el cura, no denuncia al Negro, pero ante el inmediato asesinato no tendrá más remedio que detenerlo e ingresarlo preventivamente en la cárcel como principal y único sospechoso.

La víctima, hallada carbonizada en su domicilio, antes de morir sufrió la amputación de su miembro viril. El carácter de magia negra que tiene este horrible crimen y las primeras indagaciones que realiza el padre Azurmendi por distintos bares de Uribe Kosta conducen hacia Patricia Huamán, una bella y provocadora peruana que ha revolucionado la pacífica vida del pueblo. La ertzaintza descubre en su piso un altar de vudú y restos de sangre. El juez instructor se dispone a tomar declaración a Patricia y a su novio, pero antes la pareja huye rumbo a Máncora, localidad peruana de donde ella procede.

En la segunda parte, «La Gata», Ander Azurmendi y Jaime Ellacuría, desplazados al Perú para probar la inocencia del Negro, disfrutan del paraíso que es Máncora. Prueban los ceviches y aprecian el pisco souer, pero tras dar con Patricia y Jon entrarán en una dinámica de infortunios (alguno de ellos por poco les cuesta la vida) de la que solo salen gracias a una inesperada aparición. El desenlace de este embrollo internacional y la aclaración del crimen de Sopelana tendrán interesado al lector hasta el último párrafo.

Un cura que no cree, un fan de Kundera, Sopelana-Perú. Tienes que leer #ElNegroYLaGata. @ereinargi Clic para tuitear

 

 

 

El negro y la gata

Antón Arriola

Colección: Cosecha roja, 22

Formato: 135 x 205 mm

Páginas: 304

Encuadernación: Rústica

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Reseña de Manu López Marañón