Veinte ventanas oscuras, cuyos bordes grises y siniestros no conducen a ningún sitio, ilustran el comienzo y el cierre de otros tantos e igualmente asfixiantes relatos. El papel de un cromo, la opera prima como autora en solitario de Marian Peyró viene en una edición que cuida los detalles hasta el extremo; no sólo las ilustraciones que, como vamos a ver enseguida, trascienden lo puramente anecdótico. También el prólogo de Carlos Bassas y dos citas que dan paso a un libro que constituye, entre otras cosas, un desfile por lo más avieso de las relaciones humanas y lo más opresivo de los escenarios.

Veinte ventanas oscuras, cuyos bordes grises y siniestros no conducen a ningún sitio, ilustran el comienzo y el cierre de otros tantos e igualmente asfixiantes relatos. El papel de un cromo de @marian_peyro @piezasazules @rosaggv. Clic para tuitear

No queremos desvelar al lector las dos citas: queremos, antes bien, que corra a abrir el libro y, una vez leídas, se sienta irremediablemente arrastrado al infierno múltiple y abigarrado que Peyró pone delante de nuestros ojos e incrusta en nuestras conciencias. La primera cita, sobre el desdoblamiento del tiempo y de los seres humanos; la otra, acerca de la oscuridad que todos, mal que nos pese, arrastramos. Combinadas entre sí, sintetizan prácticamente todo lo que vamos a encontrarnos al bucear por las peripecias retratadas en este descenso a los infiernos que es El papel de un cromo. Combinadas con las ilustraciones de ventanas, anuncian una profundidad inasible y evocan, a medida que el lector transita por los relatos, la visión que un prisionero ve desde su reducto.

El papel de un cromo, la opera prima como autora en solitario de @marian_peyro viene en una edición de @piezasazules que cuida los detalles hasta el extremo. Con prólogo de Carlos Bassas. #RecomiendoLeer @rosaggv. Clic para tuitear

Ambos recursos acompañan y realzan la ágil escritura Marian Peyró y lo que se nos antoja una idea central en su libro: la libertad imposible o, peor, autonegada. Como si el infierno, ése que en las historias de El papel de un cromo está grabado, nunca oculto, en un mundo reconocible y cotidiano, no en un etéreo Más Allá, fuese un encierro voluntario. Como si cada uno de los protagonistas, verdugo o víctima, tuviera terror de salir de su propia tortura. Tal vez, lo que hay al otro lado es peor. O tal vez no. Pero la ventana sigue ofreciendo sus contornos oscuros, impracticables, colaborando con la magnífica prosa de la autora para empujar un abanico de emociones: miedo, asco, rechazo. Y, a veces, una identificación inconfesable con los personajes que pululan por sus historias.

Derivan de ésta otras ideas de fondo, constantes y axiomáticas, que marcan el camino de El papel de un cromo.

Para empezar, uno que ya hemos mencionado: el desdoblamiento, manifestado en la existencia de un lado oscuro o un ser enigmático siniestro dentro de nosotros (así en el relato que da nombre a la colección) o muy cercano (un hermano, en «Naturaleza muerta»). Otra vertiente, mucho más sutil, de esta idea aparece en todos aquellos relatos donde ciertas personas no son lo que parecen o, peor, lo que esperamos: «Heartland», «La muerte nos sienta tan bien» o el tremendo «La cara de la luna» son sólo unos pocos ejemplos.

El brutal encierro al que se someten las víctimas y al que obligan los verdugos es el segundo de los axiomas de El papel de un cromo. Dentro de cuatro paredes, en el hogar, tirados al fondo de un zulo, atrapados en un coche junto a una gasolinera, incluso en una habitación de hotel… o en el peor encierro de todos, el de la obsesión, violencia y locura encuentran un escenario perfecto. Y en él, Marian Peyró muestra su maestría en la descripción subjetiva y alusiva. La autora nos lleva a capricho y con facilidad pasmosa de una atmósfera a otra: de un pueblo desértico de la América profunda, a los Bajos de Moncloa; del México turístico y tradicional, a Austria; de un elegante piso de alquiler turístico a la casa de verano de los abuelos, envuelta, de pronto, en las más terribles connotaciones. No hace falta leer mucho más que un par de relatos para que el lector se hunda en la misma clausura psíquica, en la misma claustrofobia y opresión que sufren los personajes. O que a veces, y eso es lo más inquietante, se autoimponen, en medio de la búsqueda de algo imposible (libertad, redención, ¿felicidad?) que las fuerzas más sórdidas les arrebatan invariablemente.

Todo ello, con la envoltura de un lenguaje de una poeticidad extrema, abierta dolorosamente a una ternura que las más de las veces resulta encarnada en personajes femeninos. Ellas, las víctimas mayoritarias, gritan y se desgarran, en medio del ruido, de la embriaguez, del consentimiento de otros, del más cruel de los silencios. La maestría de Marian Peyró no se agota en la representación de lugares o estados, pues alcanza de lleno a la creación de personajes. La autora recrea con escalofriante precisión vocabulario, giros y tonos de toda clase de personajes, de variadas edades y procedencias. Lo vemos claro en los pijos de «La diversión de los viernes», la madre de «Tu dinero, mi dinero, nuestro dinero», la voz monologante de «Razones no te faltan» o los chats de «Historia de amor». Lo sufrimos especialmente en los personajes infantiles, cuya inocencia refleja con lacerante precisión, poniéndola ante los ojos del lector un instante antes de su quiebra total. Y juega la autora, brutalmente, con la sensibilidad del lector, haciéndole anhelar un desenlace que no se producirá («Historia de amor», «Heartland», «Piedrecitas»).

Con un lenguaje de una poeticidad extrema, @marian_peyro demuestra su maestría en la representación de lugares y estados y en la creación de personajes: El papel de un cromo, relatos negros que debes leer. @piezasazules @rosaggv. Clic para tuitear

Los temas universales de la literatura circulan con brío en este panorama desolador: la maternidad (omnipresente en un buen número de relatos), la paternidad («Los abandonados», «Respetar a los muertos»), las relaciones personales lato sensu. Claro, que El papel de un cromo las retuerce, las pervierte hasta extremos que, no obstante, resultan del todo reconocibles.

Al cerrar el volumen, el lector sólo puede refrendar lo que ya avisara el prólogo del libro: «no saldrán indemnes… sino con el espíritu lacerado». Es demasiado tarde: la oscuridad se nos ha metido en la piel. No volveremos a ser los mismos. Como en ciertas prácticas de la antigüedad donde se simulaba la muerte, el lector —el iniciado— habrá perdido el candor que le restara, al tiempo que los personajes del libro de Marian Peyró. Y tardará mucho tiempo, mucho, en ser capaz de hablar de lo que ha visto, oído y sentido durante tan brutal experiencia.

 

Tras leer El papel de un cromo el lector sólo puede refrendar lo que Carlos Bassas ya avisara en el prólogo: «no saldrán indemnes… sino con el espíritu lacerado». La oscuridad se nos ha metido en la piel. @marian_peyro @rosaggv. Clic para tuitear

 

El papel de un cromo, Marian Peyró: un desfile magistral por lo más avieso del ser humano

 

 

 

 

El papel de un cromo

Marian Peyró

Piezas Azules, 2020

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Reseña Rosa García Gasco

Montaje de la portada de la reseña David de la Torre

 

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