Carlos Ortega Vilas (Las Palmas 1972)  es escritor, profesor de español, corrector profesional y de estilo —algo que se intuye leyendo El santo al cielo, la novela que nos ocupa—, ha sido responsable entre los años 2007 y 2014 de los cursos de escritura de relato en Letra Hispánica (Salamanca). Coordina desde 2015 los talleres de escritura creativa Fuentetaja en Las Palmas. Colabora con El País en la edición digital de El Viajero. Autor del libro Tuve que hacerlo y otros relatos (Baile del Sol, 2015). Sus relatos han aparecido en diversas antologías, como Diario del Padre Tadeus Rintelen / Resaca negra (Ediciones Hontanar, 2013), A los cuarenta y otros relatos en crisis (Ediciones Beta, 2011) o La lista negra: nuevos culpables del policial español (Salto de Página, 2009), entre otras.

Un 5 de diciembre, en una ciudad indefinida, aparece el cadáver de un hombre en una casa cerrada desde el interior. Aldo Monteiro, Inspector de Policía y Julio Mataró, teniente de la Guardia Civil, son los encargados de descubrir quién es la víctima y quién el asesino. Paralelamente, conocemos a Silvia, una mujer discreta e insatisfecha.

A esta investigación se une el caso de Daniel, un adolescente desaparecido  dos años antes, que obsesiona al Inspector. Cuando descubrimos que Daniel es el hermano de Silvia, sus pasados empiezan a ser clave en la resolución de ambos misterios.

Son estos tres personajes quienes llevan el peso de la historia en El santo al cielo.

Monteiro, profundo conocedor del martirologio, se define a sí mismo como «un ateo recalcitrante y sin fisuras (…) me divierte el psicoanálisis, la psicomagia, la interpretación de los sueños y todos los santos»aunque no hay duda de que es la mente más brillante de las tres.

Julio Mataró es un inseguro guardia civil que actúa como el Sancho Panza de Monteiro ya que, admirando su genialidad, intenta ser el contrapunto de sus excentricidades de manera apenas consciente. Es un personaje lleno de matices. Comienza siendo un Guardia Civil riguroso con las normas y escandalizado con los métodos de Monteiro, pero, poco a poco, acaba ablandando la coraza (quizás con cada cigarro que fuma casi a escondidas) y mostrando sus propias debilidades, que no lo son tanto ya que Mataró es el personaje más humano de la novela y el que aporta los guiños humorísticos al caso, que, como define Monteiro es un caso «amargo y frío».

Silvia, como la princesa de la Sonatina de Rubén Darío, poema con el que empieza la novela, quiere amor despreciando todo lo material y vive aislada en esa ciudad sin nombre, con miedo a compartir su soledad y sus secretos.

La princesa no ríe, la princesa no siente;

La princesa persigue por el cielo de Oriente

La libélula vaga de una vaga ilusión.

Siendo una novela tan extensa es inevitable comentar algunos de los personajes secundarios que pueblan la Navidad de esta ciudad.

Waldo, alias el Santito, sicario con pocas luces, su mujer Ana Goicoechea, oronda exprostituta reconvertida en madre amantísima y su hijo Yeimer, alumno de Silvia, que protagonizan el secuestro más absurdo y grotesco que podamos imaginar.

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La novela se estructura en tres partes y un epílogo. Los capítulos son breves y en cada uno de ellos el narrador nos muestra el punto de vista de un personaje diferente, lo que dota a la historia de una agilidad impropia de una novela tan larga.

El asesinato de Orion Dauber es solo el punto de partida. Este crimen pertenece al subgénero de «misterio de tipo cuarto cerrado», uno de los esquemas más clásicos de la novela policiaca, recordándonos Los Crímenes de la Calle Morgue de Poe, El Misterio del Cuarto Amarillo de Leroux; si la casa está cerrada y el asesino no puede salir de otra manera… ¿cómo pudo escapar? Carlos Ortega Villas recupera un género que nos remite a las novelas del XIX sin hacer ninguna trampa de última hora. Monteiro y Mataró tienen que resolver el misterio utilizando el razonamiento y la lógica, sin dejar ningún cabo suelto.

El lector se adelanta a la investigación al conocer la identidad de la víctima y la identidad del asesino, por lo que puede centrarse en descubrir la personalidad y el pasado de algunos personajes, pasado que irremediablemente entorpece la investigación. Una antigua desaparición, un secuestro, blanqueo de dinero, unas relaciones incestuosas, otro asesinato, actos de vandalismo, todo esto se mezcla en esta historia convirtiéndola en un puzle a completar.

Los diálogos son ágiles y útiles, sobre todo las conversaciones entre el Inspector y el teniente:

—Quizás es un delirio de Ana. Igual tiene astenia, después de todo…

—Isquemia, teniente.

—¿Y qué dije?

—Astenia.

—Ah. Eso es lo que tengo yo.

El Santo al Cielo es, por tanto, una historia que obliga al lector a permanecer leyendo hasta desentrañar el entramado de historias que rodean al crimen. Hoy es 17 de octubre —como diría Monteiro al empezar el día—, encomendémonos a Santa Teresa de Ávila, Virgen y Doctora de la Iglesia, Reformadora del Carmelo y patrona de los escritores católicos, para que podamos disfrutar de más investigaciones de estos peculiares detectives.

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El santo al cielo

 

El santo al cielo

Carlos Ortega Vilas

Nº de páginas: 564 págs.

Encuadernación: Tapa blanda

Editorial: Dos bigotes

Lengua: Castellano

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El santo al cielo

Reseña de Almudena Natalías