He quedado con Ernesto Calabuig en el céntrico Parque de El Retiro para mantener una entrevista a propósito de su última colección de narrativa breve La playa y el tiempo, publicada por la editorial Tres Hermanas. En ella nos presenta diecinueve historias de distinta morfología relacionadas con el paso del tiempo y la fragilidad. A lo largo de los textos que conforman el libro, se evidencia su habilidad narrativa y su personal forma de escribir en la que interrelaciona con elegancia y naturalidad, reflexión y belleza, e incluso, en algunos de ellos, sutiles pinceladas de humor.

Un encuentro en El Retiro entre nuestra colaboradora @MaraJes77574155 y el escritor Ernesto Calabuig es la llave para conocer más a fondo el alma de su libro de narrativa breve de éste: La playa y el tiempo. @TresHermanasLib. Clic para tuitear

La cita es a las seis y media en la puerta de la Biblioteca Eugenio Trías. Ambos llegamos antes de la hora. Ernesto hace su aparición en una Vespa color gris dolomita. Tras el saludo inicial, buscamos una terraza donde poder charlar con tranquilidad. Paseamos durante un rato por el parque hasta dar con una que nos agrada y que se encuentra justo al lado del estanque inusitadamente poblado de barcas. Desde la pandemia El Retiro parece algo despoblado.

El Retiro y el Tiempo. Encuentro con Ernesto Calabuig 1

Ernesto Calabuig. Fotografía de Bárbara Sánchez Palomero

Nos sentarnos en una mesa apartada para conversar sin interferencias. Pedimos. Él una cerveza. Yo una clara con casera. Nos quitamos las mascarillas y nos saludamos de nuevo, como si acabáramos de encontrarnos.

Después de unas cuantos comentarios acerca de la situación actual, de la que por desgracia, no podemos detraernos, le pregunto cómo nace La playa y el tiempo. Un libro que ha sido publicado el 1 de julio de este año en plena pandemia. «El libro iba a ser «Pekin-Xativa», inicialmente, que es ahora el segundo cuento. Trata sobre un hombre que viaja en tren. Tenía además, otros relatos escritos, podía montar el libro, pero me sentía atascado, con la sensación de que había textos buenos, pero que faltaba uno que armara el conjunto. Quería incluir uno en el que apareciese una playa como la de Bolonia en Cádiz, con esas dunas, ese paisaje. Pensaba en una mujer desnuda caminando por una playa. Ese era el principio. Surgió entonces la primera frase: «Escribir es un atrevimiento, como quedarse desnuda en una playa». Como en mi novela Expuestos, en la que abordo nuestro estar vulnerable, esa mujer queda desposeída de lo que la cubre. A partir de ahí, fluye todo el relato». Ese primer texto se llama La playa y el tiempo y es el que nombra el libro y en torno al que se articula. 

Indago sobre qué ha querido decir con «escribir es un atrevimiento», a lo que me contesta con convicción. «Escribir es la expresión de uno mismo. Se exponen cosas personales y después de ello, puede no funcionar. Puedes recibir comentarios negativos, malas críticas. Publicar es quedar expuesto y ser vulnerable. Es un riesgo».

Indago sobre qué ha querido decir con «escribir es un atrevimiento»: «Escribir es la expresión de uno mismo. Publicar es quedar expuesto y ser vulnerable. Es un riesgo». @MaraJes77574155 #entrevista a Ernesto Calabuig. Clic para tuitear

Volviendo a la protagonista del primer texto me explica que tenía esas dos ideas en la cabeza, la de la mujer y la de exponerse, pero a la vez la de narrar una historia hermosa. «Quise meterme en la piel de una mujer y ver qué pasaría si ella decidiera no regresar a Madrid. Si permaneciese en esa playa y dejase de considerar importantes todas las cosas que marcan su vida, la vida esta tan loca que llevamos. Qué ocurriría si se dejarse ir». Me cuenta cómo surgieron el resto de relatos. «Están escritos desde la visión de la madurez, desde la idea de no ser ya “jóvenes e inmortales”. Esa concepción juvenil errónea de que tenemos todo el tiempo del mundo y de que va a ser siempre así. Son narraciones que parten de la fragilidad y también en torno a la idea del paso del tiempo. Estás en esa edad en la que eres consciente de que ya no tienes todo ese tiempo, e incluso, se han caído muchas de tus seguridades».

Por otro lado, la música está muy presente a lo largo de La Playa y el Tiempo, es como si una suave melodía de fondo acompañara su devenir, casi una suerte de sutil banda sonora. Sé que toca la guitarra y que le gusta la música. Asimismo, me parece conmovedora la vibración de las palabras que habitan en las páginas del libro y que generan distintas emociones en la persona que al otro lado recoge el hilo que Ernesto Calabuig le tiende, en el lector o lectora que las siguen. Fluyen sensaciones, sentimientos encontrados, o tal vez reencontrados, al darnos cuenta que habíamos aparcado muchos de ellos mientras permitíamos que el peso del tiempo los subyugase. Te identificas con situaciones o vivencias, con estados de ánimo, con momentos concretos. En mi caso, me reconocí en la mujer que pasea por la playa y confieso que, en algún momento, he recorrido un camino similar al de ella, que he pensado qué pasaría si dejase que todo fluyera y continuase su ritmo sin mí, pero no solo me ha sucedido eso en este cuento. Llego a la conclusión, por tanto, de que es una forma de escritura que establece un diálogo, que existe una comunicación cómplice entre lector o lectora y autor, que a propósito, quizá sin siquiera percatarse, interpela, deja incógnitas abiertas. Es el caso del relato «Cohen y Roshi en el monte Baldy», que trata sobre la retirada de Leonard Cohen a un monasterio. Sin darte cuenta te preguntas ¿por qué querría un poeta como él encerrarse en un centro budista, abandonar el mundo? ¿Qué rondaba su cabeza? Desde ahí, de esa búsqueda, Calabuig desgrana una narración que favorece la comunicación con el lector o la lectora que quiere conocer, pero a la vez no, ya que es llegar al final y eso significa dar por finalizada la conversación. Hablamos sobre esta apreciación y me explica que, en realidad, no lo hace de manera deliberada. «Solo soy consciente de que me gusta la cercanía. Igual que me gusta hablar con la gente o dar clase. Me agrada la idea de no ser un autor subido en un púlpito, sino la de contar una historia de la vida cotidiana. En el caso de Cohen todo el mundo conoce su trayectoria y sus discos. Es interesante plantearse otra cosa, como la de ver qué ocurre en esos años oscuros en los que decide estar fuera del mundo».

Hay relatos que parecen muy reales, casi autobiográficos, pero me confirma que a pesar de que algunos se basan en sus vivencias y abordan sus experiencias o reflexiones, hay partes ficticias que forman parte de su imaginario. «Por ejemplo, el relato «Pekin-Xativa», es una mezcla. Un día cogí el tren con la idea de traducir un libro de alemán, pero se sentó a mi lado una mujer de origen chino y me empezó a hablar de su ciudad, a enseñarme fotos. Llevaba unas maletas enormes y me pidió ayuda ya que tenía que hacer transbordo. Me hizo gracia porque lo que menos esperaba esa mañana es que fuera a pasarme algo así. A partir de ahí escribí una historia de fantasmas. ¿Qué sucedería si vas a una celebración familiar y ocurre algo que hace que no llegues a tu destino? Por eso tiene varios finales».

Hay relatos que parecen muy reales, casi autobiográficos, pero Ernesto Calabuig me confirma que a pesar de que algunos se basan en sus vivencias, hay partes ficticias que forman parte de su imaginario. @MaraJes77574155. Clic para tuitear

«Interferencias» es su reflejo. «Surgió de forma espontánea como consecuencia de que un día me fijé en mi imagen reflejada en la marquesina de la parada de un autobús. Te ves más o menos igual que cuando eres joven, delgado y alto, pero ha pasado el tiempo. Entonces recuerdas cómo eras tú cuando tenías unos años menos, cómo era el día a día y te acuerdas de cosas nimias, como lo que hacías los viernes». Le comento que es justo en esos puntos donde se genera esa relación de complicidad con el lector, cuando aparecen diseminados detalles que todos los que tenemos una edad similar, de una forma u otra, hemos vivido, aunque el relato ni siquiera se asemeje a nuestras vidas, hay un lugar común. «En una reseña de Recaredo Veredas. Él contaba que había puesto en el primer cuento mi lado femenino. Es difícil escribir desde diferentes registros. Intenté ponerme en la cabeza de esa mujer que, a pesar de la edad que tiene, no se ha dejado llevar por la amargura. Aún es dulce. Su exmarido refleja la parte masculina. Esto es interesante, ya que, entre hombres de nuestra edad, no se habla de las pérdidas, del declive físico. Cuando ese hombre llega a ese punto, la mujer le dice: “bueno pero seguimos siendo tú y yo, pase lo que pase”, pero él no lo comprende. Si no es el superdeportista, superpoderoso, su vida se trastorna».

«La enseñanza de Canela» es un texto sobre una perrita de aguas. «El protagonista es un animal que se enfrenta a la enfermedad que tiene en la sangre con serenidad. Con la mirada te está diciendo que se quiere ir. Es una manera de abordar la muerte. Hablando de ese aspecto, que por otro lado, forma parte de la vida». En «Algorta lejano» aborda la historia de un hombre que recuerda a una antigua novia y ese proceso le permite hacer un repaso de su propia vida. En otros hay grandes dosis de humildad, un valor cada vez más depreciado en estos tiempos, como en el relato «Dominique y las seis cuerdas», en el que narra retazos de Dominique, su protagonista. «Vino a España a tocar la guitarra flamenca, se enamoró y se quedó. Lo conozco desde hace un montón de años. Me iba contando sus historias y las escribí. Le envié el texto y después de un verano quedamos para hablar porque me comentó que había imprecisiones. Entonces el texto creció, porque en la conversación me contó más cosas». Recuerda, además, que ese día acabaron tocando la guitarra.

Están recogiendo en la cafetería. Apenas hay dos o tres mesas ocupadas. Una de ellas es la nuestra. Enfrascados en la charla, ni nos hemos percatado. La tarde ha pasado volando y nos ha sorprendido la noche y el frío, ya que al caer el sol, se nota la bajada de temperatura. El tiempo se nos ha echado encima. Ese tiempo que aborda en sus narraciones. «Hay un riesgo con el paso del tiempo», y a propósito de esto trae a la mesa «Tiempo Sagrado» relato en el que reflexiona sobre las ruinas de un colegio francés que fue derruido. «Hay que ser cuidadosos con el tiempo. La gente más joven habla sobre cualquier tema con la certeza de que ha inventado algo, pero no hay que olvidar que el pasado tiene su peso. Si en ese solar hubo un colegio, creo que más que ser derribado por una excavadora, debería venir un arqueólogo a rescatar el pasado que arroparon sus aulas. No podemos “ir al tiempo” sin respeto. Por ejemplo, los 80 y los 90 fueron muy importantes. Eso, de alguna manera, sigue vigente en nuestra forma de afrontar la vida. Es crucial mirar al pasado siendo conscientes de que hubo gente que hizo cosas muy valiosas y aprender de ello. Ser más humildes y asumir que no hemos descubierto nada».

«Es crucial mirar al pasado siendo conscientes de que hubo gente que hizo cosas muy valiosas y aprender de ello. Ser más humildes y asumir que no hemos descubierto nada». @MaraJes77574155 #entrevista a Ernesto Calabuig. Clic para tuitear

Hay un cierto poso melancólico en los relatos y la percepción de que cada una de las individualidades son necesarias para generar equilibrio. Esta tendencia choca de forma inevitable con el momento que vivimos en el que todo parece ser prescindible, reemplazable. Sin duda, la suma de particularidades le da sentido a la colectividad. No obstante, esa melancolía, ineludible por otro lado cuando se aborda el pasado, la tiñe Ernesto Calabuig con una luz propia, ofreciendo en contraposición la sensación de plenitud, no de decadencia, que se detrae de su narración casi reverencial por lo acontecido y que se abre a lo que queda por vivir. Sus textos no destilan amargura, pero tampoco edulcorada artificiosidad. «La pérdida se hace negativa cuando uno no la asume. Forma parte de la vida», comenta cuando tocamos el tema del pasado y no puedo estar más de acuerdo con él en ese punto. En la importancia del ayer y en poder asumir el sentido de la vida para alcanzar un estado de conciencia y serenidad. Me recuerda entonces una frase de Cohen: «Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz», y añade, «Sin embargo cuando estas en la grieta no ves la salida, pero si de repente entra algo de luz, ves un sentido. Es como si todo se hubiera recolocado, para lo bueno y para lo malo».

«La pérdida se hace negativa cuando uno no la asume. Forma parte de la vida» @MaraJes77574155 #entrevista a Ernesto Calabuig. La playa y el tiempo, @TresHermanasLib. Clic para tuitear

La noche nos cerca. Somos los únicos que quedamos ya en la terraza. Al darnos cuenta optamos por terminar la entrevista y marcharnos para alegría de los camareros, que, sin lugar a dudas, están deseando desde hace rato que lo hagamos. Nos dirigimos a la salida del parque. Le agradezco que me haya dedicado su tiempo y allí nos despedimos. Ernesto Calabuig, tal y como llegó, se sube en su moto y desaparece. Observo su figura desdibujarse. Cuando se ha difuminado por completo, emprendo mi camino hacia la parada para tomar el autobús que me llevará a casa. En ese breve trayecto observo las calles. A pesar del infortunio que desde marzo se ha instalado en Madrid, la luz aún ilumina la ciudad. Ahora estamos en la grieta, pero la luz no se ha marchado y pensando esto veo como pasa de largo mi autobús. No corro. No tengo prisa. Dentro de un rato, aparecerá otro. Tan solo es cuestión de paciencia.

 

Encuentro con  Ernesto Calabuig

Una entrevista de María Jesús Mena

Fotografías de Ernesto Calabuig por Bárbara Sánchez Palomero

 

Montaje de portada: David de la Torre

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