Érase una guerra civil que no se acaba(ba) nunca

Érase una guerra civil que no se acababa nunca, una guerra con sus buenos y con sus malos, pero sin final, ya digo, una guerra de mil días que duraba casi cincuenta años. Érase una guerra con su general(ísimo) y caudillo, con sus derrotados tras alambradas o en zanjas, con sus vencidos vivos en un cementerio sin lápidas, una guerra con sus estancos para no fumadores, una guerra con su falange y sus carlistas y sus alfonsistas y sus africanistas sin África, una guerra con sus presos y sin prisas, una guerra civil duradera, dura y de dictadura, repleta de inválidos y de resabiados lisonjeros, serviles inútiles que sólo siendo clac crecen, una guerra con sus muchos muertos, algunos hasta enterrados como Dios manda, otros ateridos en el corazón de los suyos, cemento para cunetas. Érase una vez una guerra entre hermanos, entre primos y consuegros, entre amigos y enemigos, una guerra entre españoles, una guerra con sus hediondos cadáveres, con sus pechos de insignias sin valor, una guerra redonda y retardada, alargada en las noches de vientres amargos, con sus generales victoriosos y gordos, con sus fronteras vigiladas por senegaleses, con sus niñas de oro a punto de enviudar, con sus niños sin guantes ni jerséis ni calzado, una guerra civil llena de extranjeros, no siempre de sí mismos, pero al llegar un nuevo octubre, el del año 82, muchos quisieron ver que acababa, que dejaba de ser guerra civil y se convertía en un futuro, ahora sí, ahora sí, ahora sí. Érase una vez una guerra redimida en una urna.

Con sus hediondos cadáveres, con sus pechos de insignias sin valor. #GuerraCivil @Adehistoria Clic para tuitear

La Guerra Civil española, la Guerra Civil por antonomasia

La cuarta de las guerras civiles entre españoles, desde su inaugurada en 1808 contemporaneidad de compatriotas, comenzó en el verano de 1936. Demasiado siglo XX, como sabemos.

¡Cómo de profunda es la crisis social y política, cómo de enfurecida la polarización de la sociedad, cómo ha de ser la situación para que se produzca, contra el deteriorado orden constitucional de la tambaleante Segunda República española, una sublevación militar en el protectorado español de Marruecos y se declare el estado de guerra el 17 de julio del año 1936! ¿O no habría sido preciso ese ambiente de aliento de pozo para que el que se dará en llamar Alzamiento Nacional se adelantara sobre lo previsto? ¿Fueron unos extraterrestres quienes fracasarán en aquellos días de julio en su pronunciamiento decimonónico fuera de cacho y con su bravata defectuosa forzarán una guerra civil, la Guerra Civil española? Los rebeldes que se alzaron contra el Gobierno constitucional republicano en julio del año 36 del siglo XX justificaron su traición como la única salida posible para evitar una revolución, si bien lo que en realidad lograron de inmediato fue provocar con el fracaso de su golpe sedicioso esa revolución, pues al desmoronar la capacidad coercitiva del Estado en los territorios que no apoyaron la rebelión, el resultado de la sublevación encabezada por los militares ultraconservadores no fue otro que las fuerzas del movimiento obrero más concienciado recibieran el impulso definitivo a su vocación revolucionaria. Los conjurados, que venían tramando su conspiración casi desde el mismo 14 de abril del 31, aceleran sus pasos la primavera del 36. Bastantes de los altos mandos militares se van uniendo a la sedición y rodeándose de los promotores ideológicos de la misma, sobre todo monárquicos borbónicos o carlistas pero también seguidores de los variopintos grupos parafascistas surgidos a imitación de las corrientes en alza en la Europa del momento, con el tinte castizo propio de la extrema derecha española, y numerosos simpatizantes y militantes de partidos menos comprometidos con las nuevas formas del autoritarismo occidental.

Justificaron su traición como salida para evitar una revolución #GuerraCivil @Adehistoria Clic para tuitear

Pero para que se diera una guerra, una guerra civil, fue necesario que los españoles, implicados por las buenas o por las malas en el desaguisado, se concienciaran de que era un conflicto bélico en todas sus dimensiones lo que había estallado después del éxito del pronunciamiento militar en el norte de África y del consiguiente fracaso de los sublevados a la hora de arrastrar al resto del país.

Entre el verano de 1936 y la primavera de 1939, el estupefacto siglo XX de los españoles se convierte en un periodo de enfrentamiento bélico entre los aglutinados partidarios de acabar violentamente con el régimen republicano instaurado en 1931, de un lado, y los dispares defensores de los principios básicos de la legitimidad constitucional o de los avances sociales acometidos o por acometer por la República amenazada, del otro.

Fascistas en Hermigua, La Gomera.

Lo tengo dicho en muchos sitios: España se inundará de zozobras, audacias, resignaciones y expectativas durante la segunda mitad del mes de julio de 1936. Brevemente: después de que el levantamiento contra el Gobierno constitucional arrancara el 17 de julio en Melilla y las unidades militares sublevadas se hicieran de inmediato asimismo con Tetuán y Ceuta, el general Francisco Franco partió al día siguiente desde Canarias hacia Marruecos para tomar el mando del Ejército de África, la más profesional fuerza de choque con que se podía contar en aquellos momentos; y ese día 18, cuando la sublevación triunfa en todo el protectorado marroquí y se sublevan no siempre con éxito las regiones militares peninsulares, dimite el jefe del Gobierno lealista, Santiago Casares Quiroga, e intenta formar un nuevo ejecutivo el republicano Diego Martínez Barrio. Un día más tarde, la rebelión se generaliza por buena parte del país y Franco se pone al frente del principal cuerpo de Ejército. El presidente de la República, Manuel Azaña, consigue por fin aquel día 19 de julio la formación de un Gobierno, encabezado por otro republicano, José Giral, que ordena la entrega de armas a las organizaciones sindicales y a los militantes de izquierda.

Pasan los días y el país va quedando fracturado en dos zonas bajo el control de cada uno de los dos bandos. Los bandos, ya están aquí. ¿O siempre estuvieron? El éxito o el fracaso de la rebelión mide la asignación territorial a una o a otra zona. Ni el Gobierno reconstituido a trompicones ni los sediciosos han salido vencedores en este primer asalto. Nadie domina a finales de julio el país. Se avecina una guerra de duración impredecible. Además del territorio bajo soberanía española en el norte de África, los sublevados dominan a finales de julio los municipios de lo que hoy son las comunidades autónomas de Galicia, Navarra, La Rioja e Islas Canarias y una buena parte de Castilla y León; en Euskadi, la provincia de Álava; el occidente de Aragón; Islas Baleares, a excepción de la isla de Menorca; en Extremadura, la provincia de Cáceres casi en su totalidad; Oviedo en Asturias; y, por último, algunas zonas de Andalucía, entre ellas la ciudad de Sevilla; y, de su lado, el nuevo Gobierno constitucional presidido por José Giral, mejor dicho, sus aliados frentepopulistas levantados en armas contra los sediciosos, han logrado conservar las que habrían de ser su buque insignia, Madrid, Cataluña y la Comunidad Valenciana; casi todas las localidades de Andalucía; Euskadi, salvo la citada Álava; Asturias, a excepción de su asimismo mentada capital, Oviedo, Menorca en Islas Baleares; y todas las tierras de Cantabria, Castilla-La Mancha y Región de Murcia, así como parte de Cáceres y la provincia de Badajoz, en Extremadura. España rota, ahora sí.

Una #GuerraCivil en tres capítulos que tuvo como colofón la debacle republicana. @Adehistoria Clic para tuitear

Tres capítulos. En tres capítulos te dividiste, guerra entre hermanos, guerra entre enemigos acérrimos, tela de enemigos, enemigos a tope. Cada capítulo dedicado a una de las operaciones militares, que de eso se trataba, de cosas de militares, con sus batallas y sus bombardeos y sus fusilamientos y sus desfiles y sus síseñorordenaustedalgunacosamás?: Primer capítulo: el asalto de los sublevados a Madrid, saldado sin éxito. Segundo: la campaña del Norte y la Montaña y las tierras asturianas holladas por las botas de los soldados de Franco. Tercero y último, decisivo, con la batalla del Ebro como combate señero y la debacle republicana como colofón.

Vamos con tu primer capítulo, Guerra Civil

Principios de agosto de 1936. Se produce el decisivo paso del estrecho de Gibraltar de las tropas del Ejército radicado en el protectorado marroquí y mandadas por Franco. Tu protagonista, primer capítulo, es el extremo esfuerzo de los rebeldes para obtener el centro neurálgico del Estado, la capital, la ciudad de Madrid. En el asedio de Madrid a cargo de los insurrectos, es la llamada batalla de Madrid, se ataca por el norte y por el sur. Fracaso. Noviembre de 1936 es un mes muy especial en la batalla de Madrid, que duró hasta el final de la guerra, hasta marzo de 1939, el mes en el que se dieron las principales acciones de ataque y defensa de uno y otro bando.

La «matanza» de Badajoz.

 

Los sublevados del norte y los del sur habían logrado enlazar ya en el mes de agosto a lo largo de la frontera con Portugal, luego del avance sobre Andalucía y la provincia extremeña de Badajoz de las tropas de Franco, las fuerzas de África, que contaban ya con las primeras ayudas alemanas e italianas. Por su parte, en el norte ocupaban la ciudad guipuzcoana de Irún a principios de septiembre y cortaban así la otra frontera, la francesa.

 

 

Franco renunciaba al avance hacia Madrid y ordenaba desviarse hacia la ciudad de Toledo para liberar del asedio que venían sufriendo desde el 22 de julio los hombres (y las familias atraídas por ellos, algunas en calidad de rehenes) del coronel José Moscardó, refugiados en el emblemático edificio de la Academia de Infantería. El 28 de septiembre de ese año se producía la salida, la liberación, de los resguardados defensores y de sus secuestrados.

Guerra Civil, estás matando también en las retaguardias aterrorizadas a ambos lados del límite de los combates. Mientras, los insurrectos institucionalizan su conglomerado de fuerzas militares y paramilitares y, cómo no, políticas. El 24 de julio ya se crea en la ciudad de Burgos la Junta de Defensa Nacional, con el general Miguel Cabanellas al frente, compuesta por otros cuatro generales, Emilio Mola y Fidel Dávila y Andrés Saliquet y Miguel Ponte y por dos coroneles, Fernando Moreno y Federico Montaner. El 29 de septiembre, la Junta de Defensa Nacional hace pública la designación de Franco como jefe militar de las fuerzas sublevadas, con el título de generalísimo de los tres ejércitos −un nombre que, acortado a generalísimo sin más, habría de calar en el imaginario popular durante décadas−, y jefe político de un gobierno que aún no es técnicamente tal. Franco es elegido por los miembros de la Junta de Defensa Nacional sin que quede claro si el mandato se otorga sólo para el tiempo que dure la guerra, pues no se ponía limitación específica alguna. El 1 de octubre, fecha simbólica que se unirá al 18 de julio en los fastos franquistas, el general Franco asumió plenamente ambos cargos, a los cuáles él mismo se ocupó de añadir el de jefe del Estado. Su investidura en la que es la sede de los rebeldes, la ciudad de Burgos, se producirá en tanto que “jefe del Gobierno del Estado”. Franco tiene todo el poder sobre el territorio conquistado por los conjurados. Ha comenzado el franquismo. Ese día 1 de octubre se inicia la dictadura personal del general Francisco Franco Bahamonde y, con ella, el periodo al que llamamos franquismo y, por ende, el régimen político homónimo, surgido del consenso mínimo alcanzado por los sublevados: la completa destrucción de la tradición liberal. Al día siguiente, de hecho, los hechos incontestables, manifiestos: Franco se convierte en el jefe del Estado y del Gobierno, pues la Junta Técnica del Estado, con el general Dávila como presidente, sustituye a la anterior Junta como forma de organización política de los rebeldes: es el “órgano asesor del mando único y de la Jefatura del Estado Mayor del Ejército, cuyas resoluciones necesitaban el refrendo del general Franco como Jefe del Estado”. La Junta Técnica del Estado ya no está integrada sólo por militares y canaliza las distintas fuerzas políticas del bando rebelde, al que ya se puede llamar bando franquista, y, en ella, ya están representadas las fuerzas políticas que conforman dicho bando y sus miembros son técnicos sin ningún peso político.

Franco, con Mola, en Burgos, 1936.

¿Qué cómo había logrado Franco su ascendente imbatible entre los rebeldes? Regresemos un momento a finales de julio y principios de agosto de este 1936: el jefe de las fuerzas armadas norteafricanas consigue hacerlas cruzar el estrecho de Gibraltar tras lograr que la Alemania nazi y la Italia fascista vendan a los sublevados los aviones necesarios para su traslado a Andalucía y llevar así a cabo subrepticiamente, para no romper la llamada no intervención internacional, el primer puente aéreo militar de la historia. Franco solicitó a las potencias del futuro Eje Roma-Berlín su ayuda interesada, y lo hizo presentándose a sí mismo como el líder de los sublevados, una jefatura autoasumida y de la que el general no tenía dudas.

¿Pero de qué iba Franco? Muy simple, Franco respondía al paradigma ultraconservador que habría de acabar venciendo en la Guerra Civil: de marcado antiliberalismo, su ideología estaba sustentada en la creencia de que el siglo XIX, y sobre todo lo que le había tocado a él vivir en el XX, subvertía los logros de la España anterior a la aplicación de los principios de la Ilustración, tan antiespañoles; un antiliberalismo que tenía el corolario del anticomunismo y se acentuaba en su acendrado catolicismo, al que veía como el fundamento moral y político de la nación española; todo ello ceñido a una visión del pasado de los españoles en el que lo esencial sería la preponderancia de la monarquía y de la unidad en torno a Dios y a España. Ahí es nada.

Llega tu segundo capítulo, Guerra Civil, ese que tiene su epicentro en la campaña del Norte

En junio de 1937 Vizcaya pasa a poder de los ejércitos de Franco y con ella lo que quedaba de Euskadi, en agosto Cantabria hace lo propio y en octubre dichas tropas toman los territorios que les faltaban en Asturias y cierran así la llamada campaña del Norte, donde nuevamente se demostraban algunas cosas: que la unidad de mando y la mayor profesionalización militar de los sublevados, así como la capacidad de estos de atraerse a sus aliados naturales, la Italia fascista mussoliniana y la Alemania nazi hitleriana, y de mantener la aberración de la neutralista no intervención de las demás potencias estaban resultando decisivas a la hora de imponerse en una guerra en la que el otro bando apenas contaba con ayuda exterior, más cara política que económicamente (la soviética), y era asimismo incapaz de estructurar debidamente por más que lo había intentado una organización castrense profesional en todos sus rangos.

Ocupado por los franquistas el norte peninsular, la situación bélica es cada vez más favorable a los enemigos de lo que quedaba del régimen republicano. La otra España, la gobernada desde mayo de 1937 por el socialista Juan Negrín (que había sucedido al también dirigente socialista y sindicalista Francisco Largo Caballero, al frente de un ejecutivo republicano desde septiembre del 36 que contó con presencia ya no sólo de republicanos, sino también de socialistas y comunistas e incluso de anarcosindicalistas), parece que ha encauzado demasiado tarde su objetivo de vencer a los rebeldes por encima (y antes) de ese otro tan ¿utópico? de lograr la sociedad perfecta. Y los revolucionarios han intentado evitar su desorganización, pero continúan disgregados en al menos tres grupos, como poco: comunistas, socialistas y anarquistas. ¡Ah¡ y no olvidemos a los escasos defensores de la Constitución del 31. ¿O sí? En la España auténtica, la que de hecho te ha provocado, Guerra Civil, dominada unipersonalmente por Franco, el 19 de abril de 1937 tiene lugar uno de los pasos encaminados a facilitar al general ese desempeño autocrático: la promulgación del Decreto de Unificación que llevaba implícita la creación de un partido único, Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (FET y de las JONS), amalgama de todas las formaciones políticas que se habían unido a los sublevados que ahora se encontraban bajo el poder de Franco. Con FET y de las JONS, el franquismo tiene su propio Movimiento Nacional, denominación ésta más habitual que se usará para referirse al partido único del que por supuesto Franco será jefe máximo desde primera hora. Las divergencias internas de las fuerzas políticas antirrepublicanas llegan a su fin y la victoria en la guerra es ya el único objetivo, común, de todos los grupos que luchaban contra los restos de la autoridad republicana. Ese movimiento nacional pretende defenderse del desorden público, de la ruptura territorial de España, de los ataques a la dignidad del Ejército, del desprestigio de la ley, del maltrato popular a las instituciones públicas. Y, por supuesto, de la bestia negra de los juramentados: la inminente revolución comunista. Defenderse atacándola.

Y tu tercer capítulo. Esto se acaba

1938 es el año decisivo. En enero se forma el primer Gobierno de cuantos habría de presidir Franco a lo largo de su dictadura de décadas, un gabinete integrado por militares y por civiles (en el que destacaría el concuñado del jefe del Estado Ramón Serrano Suñer, ministro de Interior y secretario del Consejo de Ministros) que estaba compuesto por todo el espectro político favorable a la causa anticonstitucional y antirrepublicana (reputados militares, monárquicos, carlistas y falangistas). Tres meses después se promulga el Fuero del Trabajo, vértice normativo del nacionalsindicalismo, uno de los pilares iniciales del régimen franquista, la primera de las normas que conformarían el peculiar entramado seudoconstitucional de la dictadura franquista. En julio da comienzo la batalla decisiva, la del Ebro, largo y cruel combate que finalizará en noviembre con la derrota del Ejército republicano en la que fue su última y más decidida ofensiva para obtener un triunfo que se le escapaba irremediablemente ante el continuo avance de los soldados franquistas.

Esa victoria de los sublevados supondrá la destrucción casi definitiva del enemigo y despejará su avance hacia Cataluña, de manera que a finales de enero de 1939 los ejércitos de Franco llegarán a Barcelona, camino de la frontera con Francia, poco antes de proceder a la ocupación de los pasos gerundenses hacia el país vecino. A los defensores de la República sólo les quedarán escasos territorios en el centro de la Península y en el sur, de tal manera que la ofensiva franquista de los meses de febrero y marzo de aquel año 39 es un avance hacia el final del conflicto, decidido y certero.

En los primeros días de marzo, se crea en Madrid el autodenominado Consejo Nacional de Defensa, a la cabeza del cual está el jefe del Ejército del Centro, el coronel Segismundo Casado, que destituyó al jefe del ejecutivo republicano, al socialista Negrín, como medida previa para negociar una paz honrosa con Franco. Pero la paz no llegó, y no llegó porque no hubo acuerdo de paz. Hubo rendición y Victoria con mayúscula. El triunfo de los valores diametralmente opuestos a aquellos que habían inspirado las jornadas de alegría colectiva de abril de 1931, el triunfo de la autocracia personalista ultraconservadora, antiliberal y antidemocrática, revanchista y represiva. Los franquistas entrarán el 28 de marzo en Madrid y tres días después no quedará un solo metro cuadrado sobre el que alguna autoridad contraria a Franco pudiera hacer valer su mando.

Con el famosísimo bando de guerra postrero, el 1 de abril de 1939 la guerra ha terminado con la victoria de quienes se sublevaron en julio de 1936 y la inmediata derrota total del orden constitucional republicano y del intento de establecimiento de la verdadera democracia. De resultas de ello se implantará un régimen dictatorial unipersonal con la figura de Franco como cabeza directora y visible. Guerra civil, quiero que sepas una cosa: sin la ayuda de la Italia fascista de Mussolini y la Alemania nacionalsocialista de Hitler, Franco no podría haber ganado. España es a partir de la primavera del año 1939 un país de vencedores y vencidos.

En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejercito Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.
El Generalísimo
Franco
Burgos 1º Abril 1939

 

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Y lo que vino después (y algunas notas sobre la represión)

¿Qué quedó de España tras tu torbellino, Guerra Civil de los años 30 del siglo pasado, tan cercana aún para algunos? Desolación. Tras eso que fuiste, esa contienda fratricida canalla y soez, quedó el triunfo del sector más antiliberal de cuantos promovieron la destrucción del régimen democrático instituido en abril de 1931 y, con ellos, el de aquellos que simplemente, impelidos a aceptar un bando, acertaron y se fueron (o se quedaron, más bien) con los sediciosos.

La primera y evidente consecuencia de tu ser guerra fue el elevadísimo número de pérdidas humanas, cifrado habitualmente en una cantidad superior al medio millón, que provocó una drástica disminución de la población activa y constituyó uno de los factores de la (reducida) actividad económica de la posguerra.

Y llegamos a lo más doloroso (y polémico, y encarnizadamente polémico). Muchas de las víctimas de aquellos tres años sucumbieron en medio del horror de las represiones ejercidas en las retaguardias de las dos zonas. Eso sí, conviene aclarar, y aclaro, que cuando de represión se habla no sólo se alude a los muertos, a los asesinados o ajusticiados según se quiera mirar, a la violencia física siquiera, sino que se ha de considerar asimismo la represión económica y laboral, así como la política y la cultural.

Ya lo decíamos, la guerra mató (y mucho) también en las retaguardias aterrorizadas, y durante sus casi 33 meses completos de obscena contienda fratricida se perpetraron en España esencialmente dos represiones, según el territorio fuera dominado por uno u otro bando.

Si hablamos de la represión ejercida en el increíblemente menguante territorio fiel a la causa republicana se suele decir de ella que fue fundamentalmente espontánea, que la llevaron a cabo indocumentados sin control, en su mayoría anarquistas. Reproduzco de nuevo las palabras en cursiva: espontánea, indocumentados, anarquistas. Pues bien, cada vez es más reconocido que en la zona leal no sólo hubo represión espontánea y que no era extraño que quienes la llevaran a cabo o la consintieran sin reparos tuvieran nombre y apellidos, y cierto prestigio incluso, y, por supuesto, no fueran mayoritariamente seguidores de los principios del anarquismo. La represión republicana estalló con vigor en el sangriento verano del 36 y se redujo notablemente, sin desaparecer, seis meses después de la sublevación. Y, evidentemente, cesó en cada lugar cuando las tropas franquistas entraban tras su incontenible proceso de conquista. Por mejor decir, lo que hizo fue permutarse por la de los recién llegados y por la de los quintacolumnistas o simples ex sufridores que en muchos casos volvían ahora las tornas hacia donde su odio les dictaba. La represión física perpetrada en el bando republicano suele estimarse en unos 50.000 seres humanos ajusticiados o asesinados y fue fruto de la propia revolución social provocada por el desbaratamiento del Estado traído por la sublevación de julio de 1936. Ahora bien, ese descontrol especialmente inicial se extendió a lo largo de todo el conflicto, aunque institucionalizado, y ello pese a los esfuerzos de los distintos gobiernos encabezados pronto por los socialistas, escindidos ellos mismos entre la tendencia demócrata pero poco y la revolucionaria intransigente, y formados además no sólo por anarquistas o por republicanos más o menos radicales sino también por comunistas.

Varios milicianos posan con las momias de unas monjas que procedían de la Iglesia y convento de las Salesas de Barcelona.

En cuanto a la represión ejercida por los sublevados, pronto franquistas, digámoslo pronto, su principal característica, derivada del resultado de los propios acontecimientos, fue su prolongación en el tiempo hasta el final de la misma dictadura en 1975. Si durante la guerra los represaliados eran cuantos pudieran ser tenidos por partidarios del otro bando e incluso los opuestos al ejercicio personalista del poder por parte de Franco, durante la posguerra lo fueron estos últimos y sobre todo cuantos cabría asimilar a los perdedores de la guerra, aunque de manera más directa todos aquellos tachados de antifranquistas. Los estudiosos de las cifras de la represión digamos física ejercida por el franquismo suelen admitir que fueron eliminados por ella entre 150.000 y 200.000 seres humanos, aunque lo más habitual es descender hasta el primero de los dos datos. Casi todos entre julio de 1936 y la promulgación en julio del año 1945 del Fuero de los Españoles, acabada ya la Segunda Guerra Mundial. Sólo en nueve años, principalmente en los de la guerra y en los de la primerísima posguerra. En concreto, se estima que el número de personas que recibieron la muerte en el ejercicio de la represión llevada a cabo por el régimen de Franco, una vez acabada la Guerra Civil española, ascendió a unos 50.000 seres humanos. Es fácil, tras leer estas cifras, calcular cuántos cadáveres dejó a su paso la represión de los sublevados durante tus años de dolor, guerra miserable. Pero a esa catástrofe, no hemos de olvidar, hay que añadir asimismo las otras represiones, la que se llevó a cabo por medio de la depuración de los funcionarios, no sólo aunque sobre todo profesores, incluidos por supuesto los militares (aquellos que se salvaran de los pelotones de fusilamiento, claro está); o la represión económica aplicada desde enero de 1937 por medio de incautaciones de bienes y embargos de cuentas a quienes se les tuviera por responsables de las pérdidas de riqueza durante la Guerra Civil, pero también a través de los numerosos despidos consentidos por el régimen; y por supuesto la más generalizada de todas, la estrictamente política.

Mujeres rapadas. Represión franquista.

Consecuencia de tus tres años de ser guerra fue, por supuesto, la dictadura del general Franco, que se fundamentó en la represión de los vencidos. Fuiste una guerra de eliminación del otro, y para ello los victoriosos usaron desde luego la muerte, la represión y la depuración y se aprovecharon del exilio. Y tu fruto, la dictadura franquista, el franquismo, exterminó la herencia liberal y las tradiciones republicana, socialista y anarquista para construir en su lugar un nuevo Estado donde los vencidos quedarían excluidos.

Presos del franquismo

Una #guerra de eliminación del otro. El nuevo Estado excluyó a los vencidos. @Adehistoria Clic para tuitear

Tras de ti, odiosa guerra, se rompió con las tradiciones culturales que llevaban a España hacia la modernización para sustituirlas por el más puro antiliberalismo católico y por unas gotas del específico fascismo español, a medio camino de la soldadesca patriotera y la paradójica revolución social nacida para evitar la revolución social.

En aquellos años inmediatos a tu ser guerra entre paisanos, cundió entre los derrotados el desánimo, al tiempo que la exaltación de la revancha mantenía unidos a los triunfadores.

En lo económico, la consecuencia más destacada de tu devastación bélica fue el descenso a niveles preindustriales del nivel de renta de la población, a lo que habría que añadir una brutal disminución de la producción provocada por la merma de la población activa y la destrucción de una considerable parte de las infraestructuras del país (vías férreas y carreteras, pero también viviendas y hasta centros industriales).

Y en lo social, en lo que respecta a la vida cotidiana de la inmensa mayoría de quienes salían del largo túnel de una guerra civil para entrar en la oscura senda de los años de una posguerra inacabable, siguieron años de privaciones ya padecidas durante los años de conflicto. De privaciones protagonizadas por el racionamiento que habrían de durar hasta la década de 1950.

Todo ese panorama realmente terrible, provocado por la insensatez de todos pero muy especialmente por la decisión irrevocable de los sublevados y sus seguidores organizados en torno de la figura dictatorial de Francisco Franco, habría de estar pilotado por un régimen que construía un Nuevo Estado antidemocrático.

A mediados de 1939, Francisco Franco tenía la tarea descomunal de sacar a España del hoyo en que se hallaba. Contaba para ello con una base ideológica antiliberal, anticomunista, nacionalsindicalista y nacionalcatólica. Guerra Civil española, te odio. (Aunque en octubre de 1982 las urnas nos redimieran de tu larga noche de escombros.)

 

1936-2016. Érase una vez hace ochenta años... #GuerraCivil @Adehistoria Clic para tuitear

 

Érase una guerra civil que no se acaba(ba) nunca es un artículo de José Luis Ibáñez Salas

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