Érase una vez en… Hollywood es, si hacemos caso a lo que tiene declarado el director, su penúltima película antes de retirarse. Y tras el visionado de esta cinta se puede decir que se echarán de menos sus estrenos. Alguien que no deja nunca indiferente ya tiene ganada mi admiración de antemano, por mucho que la crítica se empeñe una y otra vez en comparar cada nuevo trabajo de Tarantino con sus obras anteriores. Es como si Tarantino solo pudiera triunfar o fracasar en comparación consigo mismo. Es lo que tiene ser uno de los directores más originales del panorama cinematográfico. Desde que sorprendiera a todos con su Reservoir Dogs en 1992 cada nueva película de Tarantino es un acontecimiento. Y esta Érase una vez en… Hollywood no iba a ser diferente.

Suele ocurrir que a Tarantino se le recuerda fundamentalmente por dos cosas: la violencia sin censura de sus cintas y sus maravillosas bandas sonoras. Pero Tarantino es mucho más que eso. Es una enciclopedia del cine viviente, un notario de una época ya pasada de videoclubs, de títulos desconocidos, películas de serie Z, actores venidos a menos, géneros denostados por la crítica sesuda. Y es uno de los mejores escritores de diálogos que servidor conoce.

Por todo eso, Érase una vez en… Hollywood constituye un testamento, un homenaje, pero más que a una época determinada de Hollywood (finales de los 60’s y primeros 70’s), que también, es un homenaje al Tarantino que se hizo adulto viendo series y películas como único modo de encajar en este mundo. Es un homenaje al Hollywood de los perdedores. Y no deja de ser una paradoja que dicho homenaje lo interpreten dos de las estrellas que más triunfan: Brad Pitt y Leonardo Di Caprio.

La cinta es también un tributo a la amistad por encima de todo, la de Rick Dalton (Di Caprio), un actor de westerns venido a menos, y su doble de acción Cliff Booth (Brad Pitt), que acaba siendo un chico para todo incapaz de abandonar a su amigo.

#Crítica de #ÉraseUnaVezEnHollywood. Un homenaje al Hollywood de los perdedores, un tributo a la amistad y la confirmación de que cada nueva película de #Tarantino es todo un acontecimiento. Salva Alemany @jacksshadows. Clic para tuitear

Las interpretaciones son soberbias, tanto Di Caprio como Pitt se comen la pantalla, aunque he de admitir que las escenas de Cliff Booth son magistrales, desde la relación con su perra, la pelea con Bruce Lee (¿quién no ha soñado alguna vez con pelear con Bruce Lee?), o la impresionante secuencia en el Rancho Spahn, que constituye toda una oda al suspense.

Dos horas y cuarenta y cinco minutos de metraje dan para mucho, y gran parte de ese tiempo transcurre con los protagonistas circulando en coche por las calles de Los Ángeles, música sonando, escenarios míticos pasando ante nuestros ojos sin que el tiempo importe. Y es que Tarantino también es un maestro del silencio, de la inacción que resulta reveladora. Porque la vida muchas veces consiste en eso, en dejar que el tiempo pase, en conducir junto a un amigo escuchando viejos clásicos sin que importe demasiado lo que sucede ahí fuera.

#Tarantino es un maestro del silencio, de la inacción que resulta innovadora. Crítica de #ÉraseUnaVezEnHollywood por Salva Alemany @jacksshadows. #OnceUponATimeInHollywood. Clic para tuitear

Érase una vez en… Hollywood arrastraba el morbo de basar su argumento en el asesinato de Sharon Tate (magnífica Margot Robbie encarnando a la malograda actriz) a manos de unos chalados dirigidos por Charles Manson. Pero el macabro suceso se queda tan solo en una excusa para narrar la historia de una amistad en un momento histórico concreto. Tan solo el final de la cinta, en el que Tarantino da rienda suelta a su lado más violento (y también más hilarante), nos muestra con una vuelta de tuerca lo que aquellos sucesos pudieron haber sido y no fueron. Y en medio de todo eso las fiestas en la mansión Playboy, las aventuras italo-españolas de Rick Dalton en el spaguetti western, los miedos de un actor en horas bajas y todo un universo maravilloso.

Érase una vez en... Hollywood: puro cine, puro Tarantino

En el apartado negativo tan solo cabe mencionar a un comedido y desaprovechado Al Pacino, cuyo papel se desdibuja por innecesario. Todo lo demás en esta cinta es puro cine, puro Tarantino, puro disfrute. No se la pierdan.

 

 Salva Alemany