Esperanza, un nombre de mujer.

Esperanza, una historia para cínicos

Necesito creer en lo bueno, en lo positivo, de hecho existe, está, pero se ve solapado por un mundo donde, en el supuesto de que existiera el diablo, estaría sonriendo de medio lado. Afortunadamente hay ejemplos de que “el lado oscuro” (soy fan de la Guerra de las galaxias) aún no se ha adueñado del mundo. Me propongo hacer, si puede ser y si me dejan, una serie de artículos o mejor dicho instantáneas, basados en la realidad, ni ñoños ni sensibleros, contándoles estas historias. Historias todas ellas de mujeres. Quiero dar noticias buenas, recordar y darles un minuto de gloria a los buenos. Los malos ya acaparan todas las portadas.

Su nombre es *Esperanza

Después de atender su propia consulta y la de un compañero sin sustituto en pleno mes de agosto, más todas las urgencias de la primera planta del centro de salud, Esperanza se remueve en su sillón imitación piel intentado recolocarse como puede. Su cara es pecosa y sonriente, después de todo de eso se trata. Cuando antes de las diez de la mañana le entra un paciente al que le quedan dos semanas de vida y pide estar consciente, porque quiere estar hasta el final con quienes ama, toda su profesionalidad se tambalea, la persona se asoma tras la bata blanca, pero lucha por mantenerse profesional, derecha en su asiento y no dejar arrastrarse por las emociones. Para mal y para bien no ha logrado ver a sus pacientes como a números. Escuchar a alguien conocido  desde hace tiempo, diciéndole aquello, le importa y durante toda la mañana planeará en su mente. Cuando vaya a su casa —tiene jornada de trabajo reducida— tendrá que hacerse cargo de su hijo autista, por eso se pinta los labios, para sellar la sonrisa. Aunque a veces es muy difícil de mantener, muchas  horas viendo a personas de todo tipo. Quizás en toda la jornada haya llegado a doscientas todas las vistas, esto  le lleva  a recordarse una y mil veces más, para poder seguir adelante, por qué estudió medicina. No sabía, ni se imaginaba entonces que uno de sus peores enemigos sería el mismo sistema, con sus exigencias, con sus malas condiciones. La otra traidora fue su misma vida. Ahora, cerca de los cincuentas, lucha por mantener un trato humano  en su trabajo y salvarse como persona. Trabajando la mitad de horas consigue ir tirando y poder atender a su hijo con problemas, a dos hijos más, a un marido que no entiende su estrés laboral, el suyo es un trabajo del gobierno tras una mesa, y a un padre viudo perdido que busca en ella un puerto al cual poder atarse. El recuerdo de aquel hombre pidiendo irse sin ser sedado planea durante toda la jornada, hace que el momento en el que  llegue a casa y todos la reclamen, le pidan bajar a la playa cuando ella está agotada, le exijan soluciones y ella intente, como siempre, llegar hasta su hijo con problemas, sea menos duro. Mejor o peor, ella sigue adelante.

Estudió medicina, su única arma contra el sistema @DamaDel_Sur #Fotografía @R_MARTIN_ Clic para tuitear

Nada más acabar de comer, a pesar del calor, Esperanza se encierra en su dormitorio. Tenía un balcón que acabó cerrado, allí, en un espacio reducido, encuentra su sitio para danzar bajo la lluvia, extiende sus manos y baila con su madre ausente, no importa que ya no esté. Pone música y baila sin parar, todo queda en un segundo plano, el espacio es diminuto, pero no lo ve. Cuando salga de aquel reducto personal e intransferible volverá a ser la profesional que todos esperan, la madre abra cadabra pata de cabra con la varita mágica solucionadora de problemas, pero mientras tanto, solo verá la música y la cara de su madre y ambas danzarán, deprisa deprisa.

Pronto llegará el viernes, su próximo día de consulta, e intentará por todos los medios transmitirles a sus pacientes que a ella sí le importan, aunque a algunos no les importe ella, hacerles comprender la necesidad de seguir bailando bajo cualquier circunstancia, que la autocompasión no vale. Serán unos minutos escasos pero solo pertenecerán a quien en ese momento esté frente a ella en su consulta. Esperanza seguirá sonriéndoles y siendo su médico, aunque haya momentos en los que deba recordar por qué estudio medicina, es su única arma contra el sistema y a pesar de la vida: saber por qué quiso ayudar a sanar a otras personas.

No es una historia extraordinaria, no es un personaje de antología, es alguien real, cuestionable, ordinario. Es el tipo de persona extraordinaria que a todos nos gustaría encontrar en nuestro camino.

*Esperanza es el nombre real de esta persona.

Esperanza, una historia para cínicos. Nuria González Carrillo

Fotografía de Ramón Martín

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