Sobre Falcó

De Arturo Pérez Reverte, salvo la serie de Alatriste, curiosamente las novelas que le hicieron más popular, me gusta casi todo. Leí con sumo agrado sus primeras novelas (El húsar, El maestro de esgrima, La sombra del águila, La tabla de Flandes, El club Dumas…) así como su famoso Territorio comanche donde saldaba cuentas con sus 21 años de corresponsal de guerra de RTVE (1973-1994) que tanto le han marcado. Luego, como dice el poeta, lo fui odiando sin saberlo y en ello tuvo mucho que ver el espectacular éxito alcanzado con las aventuras del Capitán Alatriste y las versiones cinematográficas de algunas de sus novelas que, en mi opinión, no hacen justicia a sus originales. Por seguir con el símil poético, con Hombres buenos volví a creer en él. Y ahora, en mi opinión, ha regresado a su forma («inocencia» dice el poeta, aunque tal sustantivo no le cuadra a Reverte) antigua o primera con esta novela, Falcó, que he leído de un tirón y que desde el inicio me atrapó completamente.

La acción de Falcó se sitúa en el otoño de 1936, unos seis meses después de haber estallado la Guerra Civil, un conflicto que se preveía corto y que por el contrario se alargaría durante tres años sirviendo de ensayo a las potencias europeas para lo que vendría inmediatamente después. Falcó es el nombre del protagonista de este relato: un ex-contrabandista de armas, fichado como espía por los servicios de inteligencia antes republicanos y ahora nacionales. Es un frío profesional en lo suyo, es decir, no participa emocionalmente en las acciones que prepara y ejecuta. «Para Falcó, palabras como patria, amor o futuro no tenían ningún sentido. Era un hombre del momento, entrenado para serlo. Un lobo en la sombra. Ávido y peligroso». En esta ocasión sus compañeros de acción son los hermanos Montero y Eva Rengel, quienes no logran entender su desapasionamiento en una acción que se enmarca en un conflicto en el que las pasiones tienen mucho que ver. Pero Lorenzo Falcó es un cínico que no participa para nada de la euforia que embarga a sus compañeros de misión:

«—¿De verdad crees que matar a alguien une a quienes lo matan?

—Hay ciertas cosas…

—No me jodas —Falcó encendió un cigarrillo—. Sé buen chico, anda. Haz tu guerra, salva a José Antonio y salva a España de la horda marxista, si puedes. Pero no me jodas»

Yo he creído adivinar en Lorenzo Falcó muchas características biográficas del hombre Arturo Pérez Reverte. En primer lugar la sangre fría y la comprensión profesional de cuantos seres  se mueven en una guerra, y más si ésta se dirime entre hermanos, o sea, una Guerra Civil. También el necesario cinismo, solidez y distanciamiento emocionales que unas circunstancias como las que se muestran en la novela exigen. Para Falcó lo que para muchos es cinismo no es otra cosa que instinto de supervivencia que a él, parece, le ha funcionado bien hasta el momento. Por último, es evidente que el novelista conoce de primera mano los entornos bélicos como demuestran las escenas de intercambio de disparos entre facciones enemigas que aparecen en algún momento en el relato. Estas secuencias guerreras en las que se producen muertes, aparecen soldados heridos que aúllan de dolor, otros que huyen o rematan a moribundos siempre me han parecido de especial dificultad al correr el riesgo de caer en la falsedad, el ridículo o la inverosimilitud. Sin embargo, en las escenas bélicas de esta novela aparece el excelente corresponsal de guerra que Reverte fue unido al magnífico escritor que desde hace tiempo y actualmente es.

La novela consta de 14 capítulos y un epílogo. El primero presenta una escena que bien podrían haber firmado Patricia Highsmith o Raymond Chandler y que también muy bien podría haber filmado Alfred Hitchkock: el señalamiento, en un tren que discurre por el sur de Francia, de la víctima que un sicario ha de ejecutar. El ritmo y el suspense contenidos en esta secuencia son tremendos y sirven para meternos sin demora alguna en el thriller que vamos a degustar. Sólo con leer esta breve escena entran ganas de no parar de leer. Tras este inicio trepidante, cuya funcionalidad es la de marcarnos el oficio del personaje, la acción se muda a la “monumental y casta” Salamanca, ciudad en cuyo Palacio Episcopal está instalado el Cuartel General de la España sublevada. El autor presenta la vida en esta pacata ciudad castellana mostrando un perfecto conocimiento de sus enclaves (el Casino que ocupa un Palacio del siglo XVI, la hermosísima Plaza Mayor, el Palacio Episcopal, la Torre del Clavero…) y de las calles (la calle Consuelo, la calle Toro, la calle Zamora…) que albergaban los organismos que más protagonismo estaban teniendo durante el inicio de la contienda. Para un salmantino como yo, recorrer con Falcó mi ciudad en los aciagos días del otoño del 36 ha sido un placer indescriptible.

Pero la acción no queda encerrada en la retaguardia por cuyos hoteles y cafeterías (el Gran Hotel, el Café Novelty…) deambulaba un ejército de espías y militares de la más variada procedencia: «La clientela habitual se veía salpicada por uniformes de oficial de toda clase: regulares, legionarios, requetés, falangistas. Le sorprendieron algunos uniformes alemanes e italianos. Debían de haber llegado a Salamanca en los últimos días, pues era la primera vez que los veía allí». No, también la acción se traslada a la zona republicana, en especial a Cartagena —localidad que el novelista conoce perfectamente por ser donde él nació en 1951— y a Alicante, ciudad esta última donde suceden los episodios más vibrantes de todo el relato.

La aparición de estas localidades costeras le sirve al escritor para mostrar el gran amor que siente por el mundo del mar y la navegación. Esta pasión por el mar y las embarcaciones se percibe en el manejo que Pérez Reverte hace de términos náuticos que los mesetarios como yo desconocemos: «Un disparo desde tierra golpeó la madera de la regala cuando Falcó se impulsaba sobre ella, ayudado por unas manos que tiraban de su ropa empapada. El balazo levantó astillas que saltaron cerca de su cara. Se oyó una orden en alemán y los remos resonaron en los escálamos». Es bien sabido que cuando no escribe, el autor cartagenero dedica su tiempo de ocio a la navegación.

#FalcóLaNovela: thriller con tintes #noir que nos lleva en volandas. @perezreverte. @juancargalan Clic para tuitear

La novela es un thriller con tintes de novela negra que nos lleva en volandas, en suspenso, deseando ver en qué para la misión que el grupo humano comandado por Falcó está realizando en zona republicana. Pero al tiempo el mero acto de lectura es un disfrute por la cantidad de literatura que el académico esparce como sin querer por las cerca de 300 páginas que conforman la obra. Una literatura que se muestra al desgaire a través de sutiles intertextos que nos llevan a Miguel Hernández, «La muchacha tenía cierto parecido con su hermano. Aire de chica bien, alterado por vientos del pueblo»; al mexicano Amado Nervo, «Sólo dispongo de una vida, dijo. Un breve momento entre dos noches. Y el mundo es una aventura formidable que no estoy dispuesto a perderme»; o, forzando un poco la correspondencia, al mismísimo Miguel de Unamuno por aquel entonces recluido por orden del General Millán Astray en su propio domicilio, «El puente romano estaba desierto. Salamanca se alzaba al otro lado, monumental y casta».

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El controvertido Arturo Pérez Reverte

El novelista disfruta en nuestro país, a partes iguales, de una legión de admiradores y otra de detractores. Ambos grupos, dejando a un lado su obra literaria, valoran o deploran las afirmaciones del escritor que unos califican de ensoberbecidas y otros de simplemente sinceras; no es bien vista o por el contrario es muy valorada su falta de adhesión a grupo alguno; e igualmente sorprende, negativamente a unos y positivamente a los otros, el menosprecio que muestra hacia lo políticamente correcto… Ejemplo de esto se puede ver en esta novela cuando el personaje de Eva Rengel explica a Falcó su elección de bando:

«Fueron intelectuales de café que me explicaban las leyes del materialismo histórico, la plusvalía y la dictadura del proletariado mientras intentaban acostarse conmigo antes de volver a mecerse, satisfechos, en brazos de su propia clase… Nada tenía en común con ellos, así que busqué a otros hombres y mujeres: los silenciosos. Los que actúan… Los que, entre otras cosas, dan caza a esos estúpidos teóricos que no renuncian, en el fondo, a ser pequeños burgueses con pretensiones»

Tras leer lo anterior seguro que algunos no habrán podido evitar que se dibuje en su rostro un mohín de disgustada sorpresa hacia este lenguaraz novelista. Y no digamos ya cuando otros saquen de contexto lo que Falcó piensa sobre lo que se les avecina a las mujeres que quedan en retaguardia esperando el incierto regreso de los hombres de su familia:

«Pensó éste en las recatadas señoras de la nueva y católica España de novena, misa y rosario. En las viudas de guerra y en las que tenían al novio o al marido en el frente; o en las que simplemente tenían hambre, hijos o familiares a los que alimentar, y la suerte de contar entre las piernas con algo que ofrecer: el recurso eterno de las mujeres en todas las miserias y todas las guerras, desde que el mundo tenía memoria»

También en este sentido la novela expone una idea muy presente en la mente del escritor que, precisamente, tuve oportunidad de escuchar directamente en la presentación que hizo de su novela anterior Hombres buenos, novela en la que aparece más tratada que en ésta. Me refiero a la de que entre los seres más odiosos y deleznables también existe una moral, un código de «honor», una ética, el respeto a unas formas, a unas reglas. Lo vemos en este individuo, Falcó, un ser de poco fiar, capaz de venderte y venderse al mejor postor pero que tiene un código de conducta que comparte con sus iguales, o sea, con otros seres abominables como él:

«He servido a una monarquía y a una república, y no sé a quién serviré en el futuro. Este trabajo sería insoportable si no hubiera en él ciertas retorcidas reglas. Quizá no sean reglas convencionales, ni siquiera dignas, pero son las nuestras. Aunque la principal de todas sea, precisamente, la aparente ausencia de reglas […]»

Lo mejor de #FalcóLaNovela de @perezreverte: casi todo. #resena de @juancargalan Clic para tuitear

Lo Mejor: El ritmo de la narración; el lenguaje asequible y creíble; la mezcla que realiza en el momento culmen del relato de los idealistas versos del «Cara al Sol» con la cruel realidad que una veintena de adeptos están sufriendo en sus propias carnes; la presentación del inframundo (sexo, drogas, tráfico de armas…) que se mueve bajo los grandes ideales que se movilizan en una guerra.

Lo peor: Poca cosa, quizás una cierta falta de verosimilitud cuando algunos personajes son liberados inexplicablemente. Pese a que luego se aclara el motivo de estas puestas en libertad, tal motivo en el contexto de una guerra muy cruenta resulta difícil de admitir.

 

 

 

 

Ficha de la novela:

Título: Falcó

Autor: Arturo Pérez Reverte

Tapa dura: 296 páginas

Editorial: Alfaguara (octubre de 2016)

Lengua: Castellano

ISBN: 978-84-204-1968-8

 

 

 

 

Reseña de Juan Carlos Galán