Las palabras que utilizamos tienen el poder mágico de influir en la mente de quien las usa.

Aldous Huxley

 

El debate se mantiene en estos términos: ¿es el lenguaje cómplice necesario (El lenguaje, al banquillo) de que tengamos el género masculino como referente? ¿O es que el reclamo de visibilidad tiene que ver con una susceptibilidad extrema… y no es para tanto?

Aldous Huxley dijo que las palabras que utilizamos tienen el poder mágico de influir en la mente de quien las usa. Entonces, ¿absolvemos o no a a la lengua? @marianRGK. Clic para tuitear

Lenguas con duplicidad de género

Que el español y las lenguas derivadas del latín tengan duplicidad de género es una cuestión controvertida. El dominio hegemónico se hace sentir también aquí y hace aflorar las distintas sensibilidades; no solo las femeninas: también las del resto de colectivos al margen.

Aunque esto del tradicional dominio heteropatriarcal como sustrato lingüístico no sea científicamente constatable, tal como afirma Elena Hernández (Departamento de «Español al día» de la RAE), parece sin embargo fácil de inferir.

Retomo un pasaje que menciona Teresa Meana, filóloga y profesora en un instituto de secundaria, para centrar la cuestión. Sugiere que el código lingüístico estaría determinado por los actores supremacistas de la realidad. Quienes han estado y están en las esferas de poder son hombres: a ellos y a sus ideologías se pliega el lenguaje.

Para ejemplificarlo, toma este pasaje de Alicia a través del espejo:

La joven habla con Humpty Dumpty, el huevo duro, quien le dice: «Cuando yo uso una palabra, quiere decir lo que yo quiero que diga; ni más ni menos».

«La cuestión —replica Alicia—, es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes».

«La cuestión —zanjó Humpty Dumpty— es saber quién es el que manda».

Parece lógico: colectivos que no mandaron en la historia conocida deducen que así nació y que con ese sesgo ha viajado hasta nuestros días.

La lengua: notaria de la realidad

Estas expresiones que siguen son ejemplos de maquillaje lingüístico: daños colaterales,  fuego amigo, operación militar, flexibilización de plantilla, capital humano, conflicto laboral, expedientes de regulación de empleo, economía sumergida, falta de visibilidad financiera, procedimientos de ejecución hipotecaria. Limpieza étnica. Posverdad.

Si todo esto se dijera en román paladino, es fácil que ofendiera a los grupos afectados. Pero de este otro modo, las dianas resultan menos identificables.

Es fácil ver que se trata de instrumentos de manipulación social. En el uso que les damos está la responsabilidad de los usuarios, y está, sobre todo, la de los medios y sus altavoces. Empezamos diciendo «trasero» en lugar de «culo» y terminamos hablando de violencia de género (no de sexo): lo que haga falta para evitar pronunciar maltrato y asesinato de mujeres.

La lengua pone nombre a lo que existe, directa o indirectamente.

Teresa Meana dice que cuando explica estas cuestiones en sus charlas, mujeres y hombres suelen estar de acuerdo. Y en cambio, después, siguen hablando en masculino. Algo poderoso hay que dificulta la reconversión.

La explicación apunta a que en la maleta de la lengua viajan prejuicios, actitudes, estereotipos, valores e ideologías. La RAE no tuvo inconveniente en adoptar modisto cuando los hombres decidieron hacer suyo este oficio, sin revuelo alguno; en cambio, para pianista nadie reivindicó la o. Ahora bien, acoger médica o arquitecta, cuando llevan ocupando un lugar en el diccionario desde su vigésimo segunda edición (en marcha ya la trigésima), hace que aún se aceleren algunos pulsos.

Cultura machista

Nuestra cultura es, si no abiertamente machista, sí manifiestamente masculina. De hecho, cuando hablamos en términos de igualdad, asumimos que somos nosotras quienes debemos asimilar las ventajas del otro sexo; nosotras las que empezamos poniéndonos pantalones, bebiendo, trasnochando, diciendo tacos… y escalando puestos.

A duras penas empezamos a desterrar la idea de que es la mujer quien provoca los desafueros masculinos; que es, además de víctima, instigadora y responsable de que el hombre abuse de ella. Ellos, ni han tenido antes este problema ni lo tienen ahora.

Cada vez más mujeres empiezan a sentir que vestirse así o asá tiene que ver con sus gustos personales y que no justifica que el varón las hostigue. El Día Internacional de la Mujer sigue siendo un día para las mujeres; a los actos convocados sobre violencia de género solo asisten mujeres. Los hombres no se sienten interpelados ni aludidos como género por estas cuestiones.

La razón de fondo podría ser que lo femenino está degradado: no tenemos compañeros defendiendo el uso de faldas, tacones, pintauñas o medias. Preguntemos a hombres que se declaran abiertamente feministas, si está entre sus objetivos reivindicar ciertos gestos en los que las mujeres hemos sido educadas a lo largo de los siglos para gloria, placer y regocijo suyos.

Lo femenino es un concepto menor. Su referente sigue siendo lo masculino. Esto, sin entrar a debatir los casos de señoras cuyo rol profesional calca formas del machismo más rancio.

Quedan muchos flecos y asignaturas pendientes.

Lo femenino es un concepto menor y su referente sigue siendo lo masculino. Una de las asignaturas pendientes a este respecto es el uso inclusivo de la lengua. Sobre ello nos habla @marianRGK. #VisibilidadFemenina Clic para tuitear

Ser concisos y habitar el lenguaje

Argumentos como la falta de concisión o de economía al hablar de desdoblamiento en el lenguaje están a la orden del día. Puede ser mera resistencia. Será bueno observarlo.

Y será bueno ver, si cada quien puede hacer de las palabras un lugar más confortable en general sin perder la densidad y la concisión. No es otra cosa que ejercitarse en que las palabras digan más con menos.

Tomo una cita de Daniel Kahneman, Nobel de Economía y psicólogo: «A todos nos preocupa mucho la historia de nuestra vida y deseamos más que cualquier otra cosa que sea una buena historia con un protagonista decoroso». Contabilizo: veintiséis palabras.

Parafraseándolo, y a modo de ejercicio de paridad lingüística, voy a sustituir «todos» y «protagonista decoroso» para comprobar si es posible, además, no asaltar el texto con desdoblamientos excesivos.

Y digo: «Hagamos buenas narraciones con protagonistas, mujeres y hombres, que cuenten historias decorosas de sus respectivas vidas así como de la vida colectiva». Veintitrés palabras.

Parece posible. Concisión, precisión y paridad lingüística, al menos en este caso, han sido posibles y pueden llevarse bien. El esfuerzo está en nuestra mano.

Necesitamos habitar el lenguaje; decirlo de forma consciente para nombrar experiencias sin la carga de lo viejo. Esto se hace poniendo atención en los prejuicios que acarreamos y haciendo un esfuerzo de superación.

La concisión, precisión y paridad lingüística son posibles, para ello es necesario habitar el lenguaje y esforzarse en superar nuestros prejuicios. @marianRGK. Clic para tuitear

La lengua, absuelta

Noam Chomsky definió el lenguaje como una estructura que cambia de acuerdo al contexto cultural, entendiendo la cultura en su más amplio sentido: modo de concebir la vida, las relaciones, la comunicación, socialización…, y que, además de ser una propiedad del ser humano, se relaciona íntimamente con el pensamiento que percibe, crea, transmite.

El lenguaje cambia la biología del cerebro: está comprobado que este se deja impactar por las palabras y hace, a su vez, que seamos de una u otra forma.

Se trata de elegirlas, de decidir con qué palabras queremos construir este presente continuo en que vivimos. De otro modo, seguiremos lamentando los días y las historias que no supimos habitar y exigiendo del lenguaje posibilidades que ya ofrece.

¿Se puede seguir insistiendo en que es el lenguaje culpable de que la mujer no exista por derecho propio en la casa común del ser?

Mucho mejor insistir en ampliar la percepción, educarnos en el respeto y la mejora continua de nosotras mismas, personas todas con un extraordinario potencial de cambio.

Elias Canetti absolvió la lengua en 1980 y hoy, modestamente, la absuelvo yo para poner el eje en quienes nos servimos de él, lo creamos y lo recreamos.

 

Marian Ruiz Garrido

Diseño de portada: David de la Torre