Halloween 2020 y la pandemia: un halo misterioso nos tiñe la vida.

A veces es un vértigo; otras, un espejo que mira e invita a pasar al otro lado o una cortina que se agita sin un aire que la mueva. Cuando llega Halloween tenemos la disculpa, pero todos los días tienen sus noches, sus madrugadas, sus sombras. Apagones impredecibles. A veces, de la caja de fotos sepias sobreviene una caricia o, acaso, una noche sin luna; incluso una colleja que nos planta en una realidad que creíamos olvidada. Esta vez adoptó la forma de poderoso virus y la colleja ha sido monumental y ha alcanzado a todo el orbe.

Es Halloween desde marzo.

Tenemos un escenario en que proliferan trastornos como angustia, ansiedad o depresión; con síntomas parecidos a los que nos acometerían en un callejón terminal fantasmático. Aunque, para no confundir churras con merinas, maticemos: no todos padecemos los mismos síntomas ni vivimos por igual entre espectros atemorizantes. A veces, el miedo cambia de barrio, nos da pequeñas treguas, se escabulle.

Se escabulle, pero no se va del todo. Solo toma esas otras formas: nerviosismo, inquietud, aprensión. Calaveras, flores de plástico y churretes de sangre zombi llegan de mano de los políticos. Las brujas se muestran a las claras, sin gorros picudos, escobas ni cacerolas. Ni siquiera elegimos qué creer ni qué conclusiones sacar: gana la posverdad y ganan ellos. Ganan los discursos que nos lavan el cerebro y nos atemorizan.

Halloween 2020, la pandemia y la pérdida de empleo

Los fantasmas han adoptado formas actualizadas y se llaman pérdida de empleo, ausencia de relaciones, aislamiento, contagios, fallecimientos. Este año, un Halloween sarcástico parece haber hecho de este lado un reflejo nada pálido del otro. Quizá para recordarnos que seguimos viviendo dentro de la caverna. Creyendo que lo del otro lado no va con nosotros.

La pandemia nos fuerza a mirar de frente ahí y nos recuerda que somos vulnerables. Hemos tenido otras pandemias y otras guerras, pero no parece que hayamos sacado demasiadas conclusiones de ellas. Los terremotos son eventos fortuitos; las pandemias no. Las pandemias hablan de que llegamos tarde con los parches, de que hay medidas que no tomamos a tiempo. Un magma silencioso se venía mientras veíamos televisión o nos mandábamos vídeos por el chat. A ver quién es el guapo que se queja ahora.

Una pandemia no es una guerra, pero arroja muertos de verdad. Y en este 2020, hará sombra a Halloween porque los que se han ido no se han ido del todo; no han podido. Quienes se van en condiciones así no pueden irse del todo. A este paso, a la pasarela entre el otro lado y este tendrán que ir pensando en cambiarle el parqué.

Esta de 2020 nos obliga como nos obligaron otros desastres colectivos; lo está haciendo, de hecho, aunque los campos de batalla sean más asépticos y los muertos no se conduzcan amontonados en carros.

Los fantasmas han adoptado formas actualizadas y se llaman pérdida de empleo, ausencia de relaciones, aislamiento, contagios, fallecimientos. Aunque ya no es #Halloween, la #pandemia sigue aquí. @marianRGK. Clic para tuitear

Un Halloween 2020 sarcástico

La sombra de la pandemia es tan alargada que ensombrece a Halloween. Y si otros desastres forzaron a los hombres a dirigirse a los campos de batalla y a las mujeres a ocupar muchos de los puestos que dejaban vacantes, este nos obliga a ser más tecnológicos. La pandemia está acelerando un cambio que ya venía de todos modos. Nos estamos hibridizando a marchas forzadas. Resistirse es necedad.

Halloween 2020, con la pandemia en circulación, viene a decirnos que todo aquello que dábamos por sentado tiene ahora carácter de amenaza. Y que no es una fiesta. Nos toca dar respuestas y actuar como si fueran los de ultratumba quienes se ocupan de rellenar las casillas de apto o no apto; quienes esperan que respondamos a esta nueva normalidad que certifica el fin del mundo conocido y tiene premisas y condiciones que son radicalmente otras.

La pandemia se entrecruza con Halloween, las visiones superpuestas nos silban: no estamos a salvo de nada y, entre zombis y calaveras, haremos bien en acelerar nuestra velocidad de reacción y nuestro sentido del ritmo. En cuanto pare la música, cada uno deberá asegurarse de tener su silla o deberá abandonar el juego.

Terror y fantasía alargan sus tentáculos para tocarnos. Somos nosotros los del lado oscuro y misterioso; y somos, además, quienes tenemos una oportunidad extraordinaria de hacer catarsis. Catarsis de verdad.

Terror y fantasía alargan sus tentáculos para tocarnos. Somos nosotros los del lado oscuro y misterioso; y somos, además, quienes tenemos una oportunidad extraordinaria de hacer catarsis. Catarsis de verdad. @marianRGK Clic para tuitear

Una oportunidad extraordinaria de reírnos de nosotros mismos

Estamos como en el juego de la silla: cada vez que la música suena de nuevo, va quedando algún asiento menos.

Si Halloween 2020 y la pandemia se dan la mano, es para transmitirnos un mensaje claro: nada hay del otro lado que no esté de este o que no nos interpele. Nada de lo que sucede aquí puede sernos ajeno. Que tú y yo no veamos más que lo que tenemos delante de las narices no nos exime de responsabilidades. Y la primera es reparar las condiciones que han hecho posible esto. No es solo un virus ni es una pandemia gratuita. Es un mundo que se cae, un modelo de vida que hace inviable la autorregeneración. El virus se ha instalado porque ha encontrado paso franco y terreno fértil.

Y ya que estamos en el juego, no perdamos la silla. Algunos han quedado fuera en las primeras rondas; no nos resignemos a ser los siguientes.

Siempre hay quien hace negocio en este tipo de situaciones; no diré que lo hagamos, que solo mencionar negocio en estas circunstancias hasta resulta obsceno si lo tomamos en términos tradicionales.

Pero nada será como antes, así que pensemos y actuemos. Y echémosle humor; no nos tomemos tan en serio nuestras creencias de que hay una sola e inamovible realidad.

Halloween 2020 y la pandemia: fantasmas somos todos

Ni arrinconemos a quienes perdieron la silla. Abolamos ese otro lado. Tampoco nos confiemos al tiempo, que corre a más velocidad que en ninguna otra época conocida. Valga decir aquí algo amable: el juego de marras tiene una variante no competitiva en la que nadie pierde. Las sillas siguen eliminándose igual, pero los jugadores más espabilados ayudan a los compañeros a conseguir asiento o a subirse a alguna silla cuando la música para. Sigue habiendo viejos que no pueden hacer la compra y gente que se desespera por no tener a quien confiarse, alguien a quien confesar su angustia.

Es un hecho: las relaciones con los otros están cambiando y el momento es crítico porque la deriva de la pandemia —con y sin Halloween— la aprovechan quienes tocan la música. Parecen razonables, pero son los vigilantes de la caverna. Peleémonos con eso, pero no desde la rabia, sino tratando de evidenciar qué se oculta; qué mecanismos han hecho posible ese estado de cosas (ese mundo que se iba armando mientras nos entreteníamos jugando a marcianitos y pokémones y comiendo por aburrimiento). Es hora de darnos cuenta.

La muerte no está del otro lado de la vida. Nos toca relacionarnos con ella y abrazar nuestros males. Las rejas que separan el reino de los vivos del de los muertos han saltado por los aires.

Es un hecho: las relaciones con los otros están cambiando y el momento es crítico porque la deriva de la pandemia —con y sin Halloween— la aprovechan quienes tocan la música. De @marianRGK: para leer aun no siendo #Halloween. Clic para tuitear

Una pandemia que nos obliga y nos fuerza

El terror ya no necesita de Halloween. Se ha vuelto cotidiano. Podemos ver las sombras, solo tenemos que agitar nuestra capacidad de ver, que la tenemos lastrada por falta de ejercicio.

Se trata de vernos en la paradoja, en el escenario completo, con su tramoya y todo; no solo la fiesta, los trajes, las luces. Ver que somos operativos y somos holgazanes, que seguimos queriendo que sean otros los que arriesguen, otros los que propongan, otros los que resuelvan.

Pero eso pertenece a otras épocas. Es hora de reconciliarnos con nosotros mismos para no llevarnos sustos; de lo contrario, lo cotidiano nos atormentará y Halloween perderá su sentido. Juguemos el mejor juego posible.

Conste que los cambios buenos no se dan desde fuera, sino desde dentro. Y nada hay más adentro que la propia voluntad de contribuir con la mirada crítica y la decisión de no apalancarse, rebasando el miedo, cambiando valores, afinando sensibilidades, apoyándonos, aunando fuerzas; habitando el mundo de maneras razonables.

De lo contrario, las calaveras seguirán exhibiendo su sonrisa desdentada mientras miran divertidas cómo nos cuecen en el caldero. Por los siglos de los siglos.

Esto es Halloween.

 

 

Un artículo de Marian Ruiz Garrido

Portada de David de la Torre

 

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