Se aprecia en la lectura de Justo (Alrevés, 2018) un trabajo que se antoja ingente y que ha sido condensado para deleite del lector en menos de doscientas páginas. Justo es la última novela de Carlos Bassas del Rey (Barcelona, 1974), periodista, guionista, director de cine, profesor universitario, escritor, amante del Japón medieval y sus tradiciones. Autor de tres novelas —la última, Mal Trago— con el inspector Herodoto Corominas y de novelas situadas en el Japón de los samuráis cuyo personaje principal es Aki Monogatari.

Justo es una novela que exige lectura atenta. Cuidadosa, diría yo. Degustando cada frase. Casi cada palabra. Su propuesta narrativa es exigente. La frase corta exige al lector la visión inmediata que el autor desea transmitir. Sus primeras páginas describen al protagonista, Justo Ledesma, un jubilado septuagenario, un ser humano que camina hacia la ancianidad con el lento paso del que ya barrunta su cercano fin. El espejo le devuelve la imagen de aquel que ya no se reconoce en quien fue en el pasado y sin embargo, es el pasado el que mueve a Justo, el pasado y un encargo sagrado del que su madre le informó cuando era niño. Una madre de origen judío que conoció el horror del nazismo. El mal en estado puro. La madre de un hijo nacido para combatir al mal.

¿Estamos reseñando una novela negra? Sí. Tal vez es más que eso. No tengamos prisa.

En los orígenes de la novela negra hay un título que viene inmediatamente a la mente tras la lectura de Justo. En la novela negra el justo, el justiciero, siempre tuvo su lugar. Edgar Wallace publicó Cuatro hombres justos en 1906. Los cuatro hombres justos de Wallace eran cuatro gentleman, educados y ricos. Actúan cuando comprueban que las leyes no castigan a los criminales como debieran. Los cuatro hombres justos  imparten la justicia mediante crímenes sutiles e inteligentes que pasan desapercibidos para la policía.

Justo Ledesma, por el contrario, ni es joven ni rico; su justicia no requiere juicio ya que el único juez es él mismo y su justicia es un encargo sagrado. Por cierto: tampoco es sutíl.

Justo es uno de los treinta y seis tzadikim nistarin, los «justos ocultos» de la tradición judaica. El judaísmo místico cree en la existencia de 36 personas justas cuyo propósito en la vida es justificar a la humanidad a los ojos de Dios, ninguno se conoce entre sí y todos ellos deben llevar su encomienda ocultos a los ojos de la sociedad.

El justo perece, y a nadie le importa; mueren tus siervos fieles, y nadie comprende que mueren los justos a causa del mal. Los que van por el camino recto mueren en paz; hallan reposo en su lecho de muerte.

(Isaías 57:1-2)

Pero Justo no es piadoso. Su propósito de justicia no reside en la bondad sino en combatir el mal, especialmente el mal que conoció en estado puro muchos años atrás y que, ahora que le queda el final del camino por recorrer, vuelve a aparecer. La vida de Justo se desgrana con milimétrica precisión a los ojos del lector y Bassas acierta en mantener la tensión narrativa y suministrar capítulo a capítulo la siguiente revelación. Son los rayos de sol que centellean entre las hojas de los árboles. Tienen un nombre. Búsquenlo.

Pero el lector no necesita más, comienza a entender a Justo desde los primeros capítulos. Unos capítulos necesarios para acostumbrarse a la prosa concisa —por cierto que Edgar Wallace también era un autor conciso— y certera, por lo atinada, de Carlos Bassas.

En Justo hay mucho de tragedia griega, de la Medea de Eurípides, por ejemplo, porque Justo actúa por amor, pero la justificación de la violencia es la que alimenta su fuerza interior, su sentimiento de venganza. Una venganza que exige un pago. La muerte. No es Justo una oda a la violencia —aunque la misma sea el decorado de muchas de sus escenas—  y solo un reconocimiento a la venganza como medio para saldar una deuda. El Katakiuchi en la tradición del Japón, Edo es la venganza reconocida, sancionada como justa, la venganza que ha dado lugar a películas épicas como los 47 Ronin y cómics como Lobo solitario y cachorro, o la venganza entre criminales de la inolvidable El camino a la perdición.

La venganza mueve a Justo. Implacable. Se cobra a pequeñas dosis. Como con el organismo que se va haciendo inmune al veneno, Bassas nos dosifica con maestría una venganza servida fría. Una venganza que requiere un plan, un plan metódico no exento de decisiones improvisadas. Un intermezzo criminal hasta el desenlace final. Esa es la tarea del lector: dejar que la historia lo vaya absorbiendo. Carlos Bassas conoce la técnica. Las vivencias —pasadas y presentes, oníricas y carnales— de Justo se intercalan con la senda de su venganza. Las calles de Barcelona, tan distintas a aquellas que conoció pero que pueden ser iguales a las de cualquier ciudad. Los amigos. Su bar, el bar de Damián con sus comidas, con Julián, marino vasco varado en tierra. La mujer que amó en el pasado y la Remedios que da sentido a su presente.

Como con el organismo que se va haciendo inmune al veneno, @BassasCarlos nos dosifica con maestría una venganza servida fría. @AlrevesEditor #novelanegra. #Reseña de #Justo por Juan Mari Barasorda. Clic para tuitear

«A la vez que crea Wallace se recrea», dijo alguien del escritor inglés. Con Justo, Bassas se ha recreado en los recuerdos de la Barcelona de su niñez, de las comidas acompañado de su padre, de los personajes tiernos y odiosos que han ido apareciendo recorriendo las calles de Ofidia y acompañando a Herodoto Corominas en sus novelas anteriores. Por ello los secundarios, breves en sus pasajes, son palpables, incluso la voz de la madre que lo creó, incluso las reflexiones de Justo interpelando a veces al lector. Este lector se que queda con los malos : el Milongas, el Faca, el Antonio, Cervantes…  Son secundarios necesarios porque Justo tiene una misión y necesita de un antagonista. Como el Clint Eastwood/William Munny de Sin Perdón necesitaba al sheriff Little Bill/Gene Hackman. Bassas es guionista y sabe que el clímax final necesita una estrategia, trama y personajes y el lector se ve cómplice a medida que trascurren las páginas.

#Justo. @BassasCarlos es guionista y sabe que el clímax final necesita una estrategia, trama y personajes y el lector se ve cómplice a medida que trascurren las páginas. #Reseña de Juan Mari Barasorda. Clic para tuitear

Las buenas novelas son así. Te van atrapando sin que te des cuenta.

«Un par de capítulos más antes de ir a dormir» —te dices.

Ya está.

No lo sabías pero necesitas seguir leyendo. La historia te ha atrapado. Recorres una Barcelona que no conoces y sin embargo, sientes. El Damián te recuerda a un bar al que tu padre te llevaba a comer unas aceitunas. Un marino de Bermeo —¿o era de Plentzia ?—  al que una noche de verano conociste pescando te recuerda a Julián. Y recuerdas tus calles y tus gentes. Y los años que Justo ha recorrido son también los tuyos. Y la sociedad que lo ignora la reconoces en esas manifestaciones de pensionistas y en esos viejos que se sientan en un banco y miran sin que tú los mires. Porque son viejos. Y en las ancianas que conociste en un asilo y sus lágrimas de resignación que fueron tuyas. Y te sientes Justo.

Carlos Bassas lo ha conseguido. Estas atrapado.

Y luego está la prosa. La palabra. El tiempo de cada acción. Uno de los  capítulos tiene trece frases. Descúbrelo. No diré cuantas páginas recorrerás hasta encontrarlo. Trece frases. Una historia. Lo leerás más de una vez.

La narración utiliza la primera persona. Avanza a trancos. Como el andar de un viejo. Como avanzan las venganzas. Necesitas que la narración vaya atrapando a ese anciano o anciana que sabes que puedes llegar a ser. Y piensas que por qué no ser como Justo en lugar de exigir que la pensión crezca con el IPC.  Estás atrapado en una red como las que Julián tendía sobre la cresta de las olas. Y perdonas a Justo y deseas matar a sus enemigos. Tal cual.

La memoria del justo será bendita: Mas el nombre de los impíos se pudrirá.

(Proverbios 10:7)

Sin duda Justo es una de las mejores novelas que se puede recomendar a un lector exigente. Está en la sección de novela negra de su librería favorita… y está bien etiquetada. Justo es oscura como la llama a punto de extinguirse y negra como el carbón porque ofrece al lector convertirse en partícipe de una venganza. No. Carlos Bassas no le pedirá que apriete el gatillo… pero no dude, lector, que lo haría gustoso. Sin culpa ni remordimiento. No debe preocuparse el lector porque Carlos Bassas ha trasladado al papel escrito la justificación y ello asegura su perdón. Bueno…. dependerá de las circunstancias de cada caso. (1)

Sigan o no la senda de la venganza según su conciencia les dicte, pero acepten un consejo: no dejen de leer Justo de Carlos Bassas. Es literatura de la buena y, sin duda, lo mejor que ha escrito.

 

No dejen de leer #Justo. Es #literatura de la buena y, sin duda, lo mejor que ha escrito @BassasCarlos. #novelanegra @AlrevesEditor. #Reseña de Juan Mari Barasorda. Clic para tuitear

 

(1) Recuerdo las leyendas del Japón narradas por un escritor victoriano indispensable, Lafcadio Hearn, en su ensayo Japón:

La persona que albergue tal venganza deberá enviar un documento escrito a la corte criminal y aunque no se pondrá ningún impedimento para la realización de la misma dentro del plazo de tiempo acordado, se prohíbe expresamente que el castigo al ofensor se realice causando disturbios. Quienes no cumplan con el trámite de dar aviso escrito de su venganza son como lobos: su castigo o su perdón dependerán de las circunstancias de cada caso.

 

Justo, de Carlos Bassas (Alrevés 2018): No dejen de leerla

 

Justo

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Reseña de Juan Mari Barasorda

Portada (de la reseña) de David de la Torre