La casa de Jack, una película muy especial, recreada en este original texto por Teresa Suárez.

La casa de Jack, de Lars von Trier

El ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo.

Freud, S. (1930). El malestar en la cultura.

 

Pantalla en negro.

Tras unos breves segundos, se escucha una voz que pregunta si le está permitido hablar durante el recorrido (desconocemos hacia donde se dirige). Otra voz (la de Bruno Ganz a quien oímos durante toda la película pero no vemos hasta el final) responde que sí, no sin antes indicarle que nada de lo que diga logrará sorprenderlo porque a lo largo de su vida, siempre acompañados de las explicaciones más dispares para justificar su comisión, le han confesado pecados de pensamiento, palabra, obra y omisión, de lo más variopinto.

Pero Jack, haciendo caso omiso de su advertencia, como corresponde a un megalómano de manual, inicia el relato de sus andanzas dividiendo su periplo criminal a lo largo de doce años (entre la década de los setenta y los ochenta), en cinco asesinatos, incidentes los llama, que sirven para ilustrar e imprimir cierto orden en el caos originado por la pulsión que lo domina, que no puede ni quiere controlar, y que no es otra que la de MATAR.

Primer incidente. Jack, un paleto americano que no sabe que lo es (magnífico Matt Dillon), transita por una carretera desolada del estado de Washington, al volante de una icónica furgoneta flower power de un llamativo color rojo (lo de tratar de pasar desapercibido no va con él). ¿La primera víctima? Una insufrible autoestopista sola (¡irreconocible Uma Thurman!) que incumple una de las normas básicas de la seguridad: nunca subas al coche de un desconocido. Una muerte tan inevitable (lo que sea para que cierre la boca de una puta vez) como, todo hay que decirlo, desternillante.

La casa de Jack (The House That Jack Built). Mi casa, mis reglas

Segundo Incidente. Nuevamente una boba mujer sola que, cegada por la codicia, permite entrar en su hogar a alguien que primero se identifica como policía sin placa y después la convence de que es un agente de seguros dispuesto a subirle el importe de su escuálida pensión.

Tercer incidente. Una madre sola que, en la búsqueda de un padre para sus dos retoños, acabara recibiendo una latosa clase teórica sobre el por qué la práctica de la caza es una aberración, seguida de una clase práctica (con mucha mala baba) que jamás olvidará.

Cuarto incidente. La tía buena, rubia, y más tonta que una mata de habas, a la que humilla una y otra vez, y que sufrirá la agresión más salvaje de toda la cinta.

Quinto incidente. Demostración in situ de que también en el oficio de matar el ahorro y la economía son posibles sí, con una sola bala de esas que llevan una chaqueta metálica, consigues cargarte varios pájaros de un tiro.

Epílogo. De la casa de Jack al infierno. Junto a Verge (que representa al poeta Virgilio), dueño de la voz en off a quien por fin ponemos cara, acompañamos a Jack a través de los círculos del infierno de Dante.

La casa de Jack (The House That Jack Built). Mi casa, mis reglas 1

Nada se deja al azar en esta película.

Es evidente, incuestionable, que todo lo que aparece está puesto ahí para provocar. El director se ufana de pasarse por el forro lo de «ser políticamente correcto», y con cada plano, cada palabra, cada imagen, le recuerda al espectador una máxima universal repetida, durante generaciones, de padres a hijos: MI CASA, MIS REGLAS.

¿Que afirmo que las mujeres se regodean en su papel de víctimas y se merecen lo que les pasa por lerdas y confiadas? ¡Pues chitón!

¿Que no oculto mi desdén hacia esa América que, a falta del esplendor de la vieja Europa, ha convertido en iconos de la cultura a un atajo de asesinos seriales made in USA (La casa de Jack contiene referencias a varios de los asesinos estadounidenses más famosos de todos los tiempos como, por ejemplo, la muleta que usaba Ted Bundy para parecer vulnerable antes sus víctimas o el monedero que, a imagen y semejanza del caníbal Ed Gein y sus objetos de piel humana, se fabrica Jack con el seno de una de sus víctimas)? ¡Pues, nunca mejor dicho, te lo comes!

¿Que Jack defiende que, desde Stalin a Mao pasando, como no, por ese  Führer que tantos disgustos le dio en Cannes, los grandes genocidas de la historia elevaron a la categoría suprema el arte de matar en masa? ¡Pues te aguantas!

Tan disparatada y larga (son ciento cincuenta y cinco minutos plagados de sadismo, sangre y violencia, que pueden resultar insufribles, enfermizos incluso, para los espectadores más sensibles) como visualmente deslumbrante (¡la fotografía de Manuel Alberto Claro es una auténtica maravilla!), si hay algo que destaca en La casa de Jack es el humor macabro, satírico, negro, muy muy negro.

Tan disparatada y larga como visualmente deslumbrante, si hay algo que destaca en La casa de Jack es el humor macabro, satírico, negro, muy muy negro. #Reseña #cine @pitosporum. Clic para tuitear

Que un psicópata (egocentrismo, ausencia de empatía, encanto superficial, necesidad de control, etc.) padezca un TOC (trastorno obsesivo-compulsivo) no es novedoso, pero que su trastorno sea la obsesión por la limpieza es hilarante tratándose, como se trata, de un asesino en serie un pelín desorganizado.

Aunque Jack pronuncia grandilocuentes y cargantes discursos comparando sus crímenes con grandes obras de arte pictóricas, arquitectónicas o musicales, las puestas en escena de sus  asesinatos, una vez perpetrados, apenas alcanzan la categoría de chapuzas estéticas, he ahí la retranca.

Porque Jack, ingeniero por obligación y asesino en serie por vocación, es un detallista obsesivo, sí, pero carece de talento artístico: sabe reconocer la belleza en otros pero es incapaz de reproducirla en «sus obras».

La casa de Jack (The House That Jack Built). Mi casa, mis reglas 2

Por eso no logra edificar una morada, el hogar de sus sueños, y cada intento de construcción va seguido de una deconstrucción violenta basada en que «los materiales tienen vida propia y se resisten». Será por eso que Jack, arquitecto frustrado del mal, solo logra cimentar su casa cuando empieza a utilizar materiales muertos.

Genialidad para estos, despropósito para esos, aberración para aquellos…

Como parece que al señor Lars von Trier, agitador nato, le traen bastante al pairo las críticas, resulta difícil saber cuál fue su verdadera intención al rodar La casa de Jack.

Es más, si un tal Adolf Hitler tachara sus películas de abominaciones y las hubiera incluido dentro del denominado Arte degenerado («Lo que están viendo son los productos enfermos de la locura, la impertinencia y la falta de talento. Necesitaría varios trenes de carga para limpiar nuestras galerías de esta basura»), creo que Lars von Trier, lejos de ofenderse, se hubiera sentido halagado.

Puesto que La casa de Jack, que no deja indiferente a nadie, admite varias interpretaciones, cada espectador debe hacer su propia lectura que podrá coincidir o no con la del director danés.

Puesto que La casa de Jack, que no deja indiferente a nadie, admite varias interpretaciones, cada espectador debe hacer su propia lectura que podrá coincidir o no con la del director danés. #Reseña #cine @pitosporum. Clic para tuitear

¿Qué si he podido soportar el visionado de La casa de Jack? La verdad es que sí.

De hecho, lo único que me provocó un espasmo fue volver a sentir la fría mirada de Richard Leonard Kuklinski, alias Iceman, sobre quien hice un trabajo en el curso de perfiles criminales. Aun me estremezco cuando recuerdo la entrevista que el Dr. Park Deeds, psiquiatra de reconocido prestigio y consultor del FBI, le hizo en la Prisión de Máxima Seguridad del Estado de Trenton. ¡Escalofriante!

¿Qué si me ha gustado La casa de Jack? Pues aún no lo sé.

Lo que sí puedo decirles es que, dos días después de haberla visto, sigo dándole vueltas. Considero que todo aquello que te hace pensar, cuestionar, despierta tu curiosidad en uno u otro sentido (esta película me ha despertado bastante) y, además, consigue sacarte una sonrisa por bestia que sea lo que estás viendo, siempre tiene mucho mérito.

Considero que aquello que te hace pensar, despierta tu curiosidad en uno u otro sentido y, además, consigue sacarte una sonrisa por bestia que sea lo que estás viendo, siempre tiene mucho mérito. La casa de Jack. @pitosporum. Clic para tuitear

Decidan ustedes si quieren entrar en La casa de Jack o, directamente, le despiden con ese Hit the road Jack  (¡Lárgate Jack!) con el que Lars von Trier pone el punto final a su película.

Después me cuentan.

 

 

Reseña de Teresa Suárez

 

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