Llego a La forastera animado por un comentario breve de mi buen amigo y mejor escritor Toni Hill. No sé nada de Olga Merino, su autora. Ni de ella ni de su obra anterior. Y aunque ahora puedo afirmar que es una laguna imperdonable, me gusta esa sensación de desconocimiento, de ausencia de expectativas. Sí, de prejuicios también. Me encanta el lienzo en blanco, la música del comienzo de una película, el llegar a un sitio nuevo de noche y asomarme a la ventana con las primeras luces. Todo es nuevo, todo es excitante, todo puede pasar. Y bastan unas pinceladas, unas pocas notas, la tenue claridad que desnuda las formas para darme cuenta de que voy a disfrutar.

La primera página de La forastera atrapa como pocas novelas lo hacen. Y a partir de ahí todo es un disfrute. Las palabras de Ángela, Angie, la protagonista que narra en primera persona, me introducen en su Comala particular, con la que guarda innegables paralelismos. Similitudes que la propia Olga Merino reconoce en un pasaje de La forastera. También pienso en Las Muertas, de Ibargüengoitia, conforme avanzo en la trama.

La primera página de #LaForastera atrapa como pocas novelas lo hacen. Y a partir de ahí todo es un disfrute. #RecomiendoLeer la #novela de @olga_merino: no se arrepentirán. @jacksshadows @Alfaguara_es. Clic para tuitear

La forastera consigue eso que tan difícil resulta para los escritores, dibujar un espacio y un tiempo y que seamos capaces de verlos en imágenes, olerlos, captar la luz y sus colores. Y son estos elementos, la luz y los colores, un pilar importante en la novela. No en vano, Ángela ha vivido los excesos de su juventud a la sombra de un pintor, Nigel, en el Londres post Margaret Thatcher, donde aprendió a mirar los objetos a partir de la composición de la paleta de sus colores. Y así describe la tierra, la carne, la sangre.

Ángela regresa a la vieja casa familiar de un pueblo del sur. Regresa al mundo del que huyó, cansada, cogida de la mano de sus recuerdos. Uno de esos pueblos en los que los fantasmas pueblan los cerros, las calles, las casas y en los que los secretos se esconden en el silencio de las miradas. Allí es la loca, la Marota, la forastera. Vive con sus perros y se mantiene con lo mínimo. No pide nada, solo paz. La que se quiebra con el hallazgo del cuerpo ahorcado del terrateniente de la comarca, hecho que desencadena una tormenta de fantasmas en Ángela, en sus orígenes, en su familia, en su historia.

La prosa de Olga Merino es sobresaliente, el ritmo es perfecto, la trama se te mete como una serpiente en la pernera del pantalón y te deja quieto, incapaz de moverte por miedo al picotazo, la respiración contenida, el corazón latiendo fuerte conforme pasan las páginas. La forastera rescata un mundo rural que ya desaparece, fagocitado por la modernidad, las nuevas tecnologías y la globalización. El alarde del vocabulario de los pueblos nos pone frente al espejo de otro tesoro que también hemos perdido, el de las palabras del campo. Funciona especialmente bien el contraste de la Ángela que descubrió Londres y sus excesos, su modernidad, sus drogas, el sexo, su desinhibición, con la mujer que regresa cansada a un pueblo cerrado, hipócrita, sumiso, zafio.

La prosa de @olga_merino es sobresaliente, el ritmo es perfecto, la trama se te mete como una serpiente en la pernera del pantalón y te deja quieto. #LaForastera, un mundo rural fagocitado por la modernidad. @jacksshadows. Clic para tuitear

Olga Merino nos conduce a través del relato familiar de Ángela y nos lo contrapone con pinceladas de su historia con Nigel, su gran historia de amor, que también es una historia de autodestrucción, de otro tipo de fantasmas, los del arte, los del creador consciente de haber agotado su musa. Sobrevuelan por encima de toda la magnífica novela las razones que llevan al suicidio, la causa de esa rendición que también es redención. La muerte es un elemento presente en nuestras vidas, el único que nos une a todos los seres vivos, pero la forma en la que nos llega a veces nos define, cuenta nuestra historia y la de los nuestros. Y en ocasiones esas muertes regresan, llaman a la puerta y piden paso junto a la lumbre.

La forastera es un wéstern oscuro, sin esperanza, sin compasión. Olga Merino consigue con Ángela un personaje de los que no se olvidan, de esos que todo escritor desea construir. Me maravilla la contención de su prosa, la capacidad para emocionar sin caer en la trampa sensible, la maestría para llevar al lector adelante y atrás, cabalgar a lomos de varias historias sin perder el paso, saltar de un universo a otro y fundirlos todos en una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo.

Es magnífica, háganme caso. No se arrepentirán.

 

#LaForastera es un wéstern oscuro, sin esperanza, sin compasión. @olga_merino consigue un personaje de los que no se olvidan, de esos que todo escritor desea construir. Es magnífica, háganme caso. @jacksshadows @Alfaguara_es. Clic para tuitear

 

La forastera, de Olga Merino: un western oscuro, sin esperanza, sin compasión

 

 

La forastera

Olga Merino

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Reseña de Salva Alemany

Montaje de la portada David De la Torre

 

 

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