La luz prodigiosa, de Fernando Marías, 25 años después

¿Cuál es el verdadero éxito de La luz prodigiosa? ¿El hecho de que interese a un altísimo número de lectores o su capacidad de provocar el deseo de releerla? En lo que a mí respecta, la novela de Fernando Marías me subyugó tanto que, como si de un ritual cíclico se tratara, he abordado su lectura en más de una ocasión.

Puede que muchos de ustedes hayan tenido por primera vez en sus manos esta entrañable novela allá por 1990, cuando ganó el premio de Novela Corta Ciudad de Barbastro. Otros, acaso la descubran ahora, un cuarto de siglo después. El milagro de la literatura se hace patente: la novela adquiere vida propia mucho antes de ser publicada y ahora es cuando está más viva que nunca.

Si no la leíste hace 25 años, lo harás ahora. De @fernandomarias @EdTurpial @pilarmariagr Clic para tuitear

¿Qué habría ocurrido si Federico García Lorca no hubiese muerto aquel 19 de agosto de 1936?

Fernando Marías hace un ejercicio de retrospección —más tarde lo repetiría con La isla del padre— al escribir La luz prodigiosa. Son los frutos de esos «chispazos invisibles», como magistralmente los llama, «que luego, mucho después, la memoria convertirá en relato».
La luz prodigiosa es una novela dramática, nostálgica, ambientada en los comienzos de la Guerra Civil y en los años 80. Comienza con una frase impactante, de esas a las que, por suerte, el gran Fernando Marías ya nos tiene acostumbrados:

Federico García Lorca no murió en agosto de 1936.

Así nos sorprende el narrador, un viejo vagabundo borracho que confiesa haber encontrado, cuando era un joven repartidor de pan cincuenta años antes, a un joven tendido al borde de un camino, inconsciente pero aún vivo. Ocurrió en Viznar, Granada, en agosto de 1936, en plena Guerra Civil. El vagabundo desconoce su identidad y decide llevarlo a su casa hasta que se recupere, pero por miedo a que lo descubran, decide dejarlo en un asilo. Lo que ocurre a partir de aquí, lo iremos conociendo poco a poco a través de este hombre que con los años, descubrirá que aquel al que salvó la vida era Federico García Lorca.

Cuando te adentras en su lectura, la magia te sobrecoge; llegas a comprender esa sensación cuando conoces que esta novela es especial, porque, como nos cuenta el autor, nació tres veces, y todas, anteriores a la fecha de su publicación. La primera, el día en que Federico García Lorca fue asesinado en Granada; la segunda el día en que Luis, tío del autor y soldado republicano, murió por un disparo perdido en batalla, y la tercera y la que recalca como principal, un día entre 1976 o 1977 en el que un joven Fernando Marías, recién llegado a Madrid para estudiar Ciencias de la Información, vio a un vagabundo cuando bajaba por la calle Montera. Estas historias detalladas y muchas más, nos las cuenta el autor en el epílogo que ha escrito para  la edición del 25 aniversario.

Lo que me ha impactado de La luz prodigiosa

Fernando Marías dirige a los personajes en sentidos opuestos a la vez que los comienza a acercar en un brillante ejercicio de flashback del narrador.

Desde mi punto de vista, hay un momento, en la novela, en que ambos convergen, existencialmente hablando, en un mismo punto, el de la muerte.

Justo cuando uno descubre que ha dejado de estar muerto:

Ante él pasaron todas las imágenes de su vida anterior a la guerra, hasta llegar al fusilamiento y el disparo fatal. Y, tras el recuerdo del disparo, visualizó su vida posterior. Cuando comprendió que no estaba soñando, que todo era realidad, una realidad macabra, pareció que los ojos se le fueran a salir de las órbitas.

Y el otro descubre que lo ha estado siempre:

Me sentí completamente solo, y aunque era algo que siempre había buscado, tuve miedo, porque la imagen que me devolvía la pared de espejo del mesón, mientras tomaba una copa tras otra para serenar los nervios, era la de un hombre que no disponía ya de tiempo para echar marcha atrás y romper esa soledad que él mismo se había labrado: una soledad irreversible que le acompañaría ya para siempre. Vi con nitidez la triste verdad: tenía cincuenta y tres años y había desperdiciado mi vida.

Muerte y vida se entrecruzan en toda la historia —como en cada uno de nosotros— y la luz prodigiosa nace y muere con la fragilidad de un instante.

Una historia en la que el autor nos mantiene atentos en todo momento, hace que devoremos el libro sin despegar la mirada de sus páginas, sin apenas darnos cuenta.

Tal vez, el joven lleno de sueños y de miedos que deja su Bilbao natal para estudiar Ciencias de la Información en Madrid nos devuelva, también, su imagen frágil e insegura, reflejada en la pared del espejo en La luz prodigiosa.

La luz prodigiosa, de Fernando Marías, 25 años después 2

Alfredo Landa y Nino Manfredi en la versión cinematográfica de La luz prodigiosa, dirigida por Miguel Hermoso

Un diálogo fascinante de la película de Miguel Hermoso

Tras leer por primera vez —quince años después de su publicación— la ópera prima de Fernando Marías, mi interés por ver la película se acrecentó. Estrenada en 2003, con guion del propio Fernando y dirección de Miguel Hermoso, es una versión bastante libre en la que destacan las grandes interpretaciones de Alfredo Landa y Nino Manfredi.

Transcribo un diálogo fascinante. Se produce entre un personaje secundario, un pianista que daba conciertos para turistas en un Carmen de la Alhambra, y Joaquín, el hombre que encontró a Lorca malherido. Creo que tiene mucho que ver con lo comentado anteriormente y que es uno de los momentos más sensibles de la película. Me ha llamado especialmente la atención porque tiene mucha complicidad con los protagonistas de la novela.  El diálogo es el siguiente:

Joaquín: —¿Qué pensaría Federico si hubiese sobrevivido?

Pianista: Coño, qué pregunta, no es fácil, quiero decir con lo que vino después, los fascistas vencedores, 40 años de Franco y él, teniendo que vivir entre los que le traicionaron. Joder, es mejor que esté muerto.

Joaquín: ¿Usted cree?

Pianista: Hombre, es una forma de hablar.

Le voy a contar una cosa. Esta es mi madre (le enseña una fotografía), sufrió mucho, sin decir ni pío, porque mi padre tenia una querida, en aquella época no estaba mal visto, incluso era un signo de distinción. Pues cuando algún pariente le insinuaba algo, mi madre cortaba el tema diciendo: «prefiero no enterarme.» Y un día que ya era mayor, se levantó con la mirada perdida repitiendo continuamente «prefiero no enterarme, prefiero no enterarme». Y a partir de ese día, esa fue su única frase. Incluso fue lo último que dijo antes de morir: «Prefiero no enterarme». ¿Usted me comprende amigo? Los muertos es mejor que sigan muertos.

Puede que, en algún momento de la historia, el personaje de Federico se repitiera en silencio «prefiero no enterarme, prefiero no enterarme», o que el mendigo acabara lamentándose con aquello de «los muertos es mejor que sigan muertos» cuando pierde todo contacto con Federico e intenta contar lo sucedido a un profesor extranjero estudioso de Lorca —al que los lectores no podemos evitar poner nombre— sin conseguir su objetivo.

#FedericoGarcíaLorca no murió en agosto de 1936. @fernandomarias @EdTurpial @pilarmariagr Clic para tuitear

Epílogo

La novela consigue que alcancemos el clímax con un título rotundo que aparece en varias ocasiones en la narración y que cobra todo su sentido cuando Fernando Marías, de manera sublime, nos describe su significado: «Entonces con la suavidad imperceptible de un ladrón de guante blanco, se materializó la luz prodigiosa. Llamo así a esa hora, más bien a ese… »

Pero para sentir este inmenso placer, hay que leer La Luz prodigiosa.

Porque en ella hay unas reflexiones acerca de la vida y la muerte y del ser humano, que no podemos perdernos. Hay que leer La luz prodigiosa porque te va a tocar el corazón y te va a transportar a otros mundos, a otras realidades que bien podrían ser las nuestras, aunque nos parezcan lejanas.

En una entrevista en un canal de televisión, le preguntaron a Fernando Marías qué ha hecho la literatura por nosotros, a lo que él contestó que abrir muchas imaginaciones individuales.

Lo ha conseguido con La luz prodigiosa.

Genial, Fernando Marías, en esta su primera novela y, magistral, el epílogo de la edición del 25 aniversario, en el que nos abre la puerta de parte de su vida y de su corazón.

Descubre la magia con @fernandomarias. @EdTurpial #Resena de @pilarmariagr Clic para tuitear

Libro: La luz prodigiosa

Autor: Fernando Marías

Editorial: Ediciones Turpial

Precio web: 18 €  17,15 € si clicas AQUÍ

Un artículo de Pilar Gracía