En el 440 a.C., poco menos de una década antes del estallido de la Guerra del Peloponeso, Atenas vive su edad dorada. La maestra de Sócrates, primera novela de Laura Mas, una autora acostumbrada a moverse entre versos, está impregnada de ese resplandor multicolor que con frecuencia imaginamos en los templos clásicos. El más eximio y, probablemente, uno de los más inteligentes gobernantes de Grecia, del que el Siglo de Pericles recibe su nombre, contempla desfilar a toda una retahíla de ilustres personajes: tragediógrafos, comediógrafos, políticos, amantes de la filosofía que hacen del mercado y sus edificios aledaños el escenario para interminables debates retóricos y sociales. Sócrates, Pericles, Querefonte, Gorgias, nombres que la tradición nos ha transmitido de manera fehaciente, cobran carne y vida en esta novela.

Junto a ellos, más pujantes, si cabe, reclamando con seguridad la porción de historia que el canon de lo masculino les ha negado durante siglos, aparecen y se revuelven Aspasia de Mileto y Diotima de Mantinea. Dos sabias, dos mujeres que para el estudioso de hace apenas unas décadas eran poco más que nombres dormidos a la sombra del tiempo inmisericorde, consiguen adueñarse de la trama de La maestra de Sócrates con su carácter fuerte, con sofisticada argumentación, con delicadeza femenina. Y gracias al retrato elaborado cuidadosamente por Laura Mas, la Aspasia y la Diotima históricas encuentran la puerta abierta para que podamos referirnos a ellas como es justo hacerlo: con el  término filósofo, que los griegos, pese a ser inventores del amor universal a la sabiduría, pero también la posteridad, negaron de forma pertinaz a la mujer.

Aspasia de Mileto y Diotima de Mantinea consiguen adueñarse de la trama de #LaMaestraDeSócrates, de @LauraMasJ, con su carácter fuerte, con sofisticada argumentación, con delicadeza femenina. #Reseña: @rosaggv @editorialespasa. Clic para tuitear

El tema del Banquete, como en la novela de Laura Mas, es el gran tema de la literatura: el amor.

Dice Sócrates, en la obra platónica, que todo lo que sabe de las artes de Eros viene de una enigmática sacerdotisa, Diotima de Mantinea, personaje elegido por Laura Mas para su encomiable labor de creación de la protagonista de su obra. Y en este punto, la autora está siguiendo uno de los más firmes preceptos de la novela histórica: cuanto menos sabemos de un personaje histórico, más campo para la creación hay. En Diotima, en el desinterés histórico generalizado por el personaje histórico y real —si es que existió y no se trata de una invención de Platón-Sócrates para sacralizar el mensaje que propone en el célebre mito del carro y los dos caballos—, se pone de manifiesto la prevalencia del canon de lo masculino en todos los saberes, en todas las ciencias, en todas las artes, desde la Antigüedad Clásica hasta el comienzo de los estudios de género.

En Diotima se pone de manifiesto la prevalencia del canon de lo masculino en todos los saberes, desde la Antigüedad Clásica hasta el comienzo de los estudios de género. @LauraMasJ. @rosaggv #LaMaestraDeSócrates @editorialespasa. Clic para tuitear

Hay excepciones, cuyo talento no pudo enterrar el polvo de los siglos: Hipatia, Safo, Sulpicia.

Pero ¿es que no hubo más filósofas o más poetisas? El nombre de Diotima permanece indeleble, si bien ligado para siempre a un hombre, Sócrates. Literariamente, este hecho lo refleja Laura Mas en las profecías que recibe su protagonista, que le anuncian cierto tipo de inmortalidad inesperada.

Ese juego entre la interpretación histórica y la poesía, entre la realidad y la reconstrucción, se encuentra entre las virtudes más notables de la novela de Mas. Pero no le va a la zaga la delicada y certera ambientación que derrocha en las descripciones y los diálogos. Se percibe la extensa documentación, no sólo útil para reconstruir espacios ruinosos o resplandecientes, futuras ruinas; no sólo para aspirar el aroma no siempre amable de las calles de Atenas, de los suelos de tierra, de la lluvia que empapa a los mensajeros o de la sangre en la batalla. No sólo para saborear el vino o sentir el tacto de los peplos de seda en la piel propia.

Ese juego entre la interpretación histórica y la poesía, entre la realidad y la reconstrucción, se encuentra entre las virtudes mas notables de #LaMaestraDeSócrates de @LauraMasJ. #Reseña: @rosaggv @editorialespasa @Planetadelibros. Clic para tuitear

Ni siquiera, y eso que también se agradece, para que el lector comparta la calidez de un tórrido abrazo en la culminación del amor que, entre muchas cosas que aprendemos en las páginas de La maestra de Sócrates, también es físico. Más aún: la documentación de Laura Mas es poética. La autora homenajea la épica antigua al recrear a las keres, las diosas de la muerte, apareciendo en el campo de batalla, o la cólera de Posidón en los golpes crueles de las olas en los cascos de las naves. El resultado es inspirador y el lector camina por un escenario majestuoso o mísero, cálido o gélido, según conviene a la historia, en una trama que busca ser más reflexiva que trepidante y que, sobre todo, resulta muy, muy sensual.

Sin ser un alegato feminista descarado, La maestra de Sócrates recuerda que, frente a Diotima, olvidada por el tiempo, y Aspasia, víctima de una clara damnatio memoriae que arranca en su propia época, el resto de mujeres atenienses permanecen en sus casas, siendo buenas esposas, calladas madres, fieles servidoras domésticas encerradas en las cuatro paredes del gineceo. Pero no hay sombra lo suficientemente espesa ni silencio suficientemente pertinaz que pueda sepultar el talento, ni el amor.

 

La maestra de Sócrates, de Laura Mas: la inmortalidad a la sombra de los siglos

 

 

La maestra de Sócrates

Rosa García Gasco

Espasa, 2020

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Reseña Rosa García Gasco

Montaje de la portada de la reseña: David de la Torre

 

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