Las semillas del rencor es la ópera prima de Esther Magar y Pesinistra es el pueblo en torno al que pivota esa siembra; un lugar en el que no corre el aire, un embudo por el que van pasando generaciones como en una condena perpetua.

Pesinistra es un pueblo en el sentido más obvio y demoledor de la palabra, una especie de Finis Terrae con un faro simbólico cuyos destellos mandaran órdenes de inmortalizar prejuicios, envidias, apariencias.

Podría ser cualquier pueblo con unos pocos habitantes. ¿Doscientos, dos mil? Hay un momento en que Pesinistra alcanza los cinco mil. Es igual: quienes sean están abonados al ser-del-pueblo, a su esqueleto, sus músculos, sus vísceras. El pueblo orquesta el pasado, presente y futuro de sus criaturas. Es también un personaje; en realidad, el personaje.

Sus criaturas son generaciones de hombres y mujeres condenados a sentir lo que el pueblo imprime en ellos.

La letra pequeña de Las semillas del rencor

Las semillas del rencor es una historia coral de personajes desmesurados, con una estirpe de mujeres en torno a un guion ineludible que las conduce como marionetas por los hilos de un acantilado.

Mujeres cuyo pelo rojo actúa como una especie de letra escarlata, de estigma. Hay desmesura en sus caracteres, en sus actos, en sus sensaciones.

#LasSemillasDelRencor de @EstherMagar se enraízan a lo largo de siglo y medio en este pueblo perdido entre montañas. #RealismoMágico. Una #reseña de @marianRGK #RecomiendoLeer. Clic para tuitear

Sin embargo, no se parecen salvo en eso. Sus rasgos de personalidad, reacciones, ambiciones, su manera de habitar ese mundo estrecho; todo es distinto.

El realismo mágico

Nada mejor que las imágenes con que Esther Magar retrata esas desmesuras de los sentires. Las semillas del rencor es realismo mágico por la devoción de su autora por el género; un realismo mágico que sirve a esa causa.

Las historias se suceden con una especie de lógica vinculada al devenir del pueblo. No es una lógica distinta a la de pueblos como Comala o Macondo, sin embargo, Pesinistra tiene una idiosincrasia propia.

Podría ser una especie de Pancorbo nuestro, con una ristra de montes detrás y un páramo delante. Ese entorno claustrofóbico fuerza a sus habitantes a vivir hacia dentro.

Y a fe que lo aprovechan.

Está la figura del empleaducho que consigue escalar puestos y, de forma artera, hacerse con un negocio próspero y usurpar hasta la marca del original (no es un cacique, pero tiene ese aura de mandamás).

Está ese mirarse de unos a otros, de llevarse las cuentas, de seguirse los pasos.

También están los vaticinios de quienes se creen capaces de radiografiar intenciones y motivos ajenos; de desconfiar de todo lo que no se ajuste a su tradicional forma de ser.

Qué tiene de especial esta historia

¿Qué otras novelas hay en el aliento de Las semillas del rencor?

Confieso que, para mí, es lo de menos. Sin embargo, diré que en el background de su autora está todo lo que se haya escrito del género a lo largo y ancho de Latinoamérica. Búsquenla por ahí.

Para mí, tiene de especial su ambientación dentro de nuestras fronteras y nuestra idiosincrasia —fácilmente reconocible por quien haya tenido en su vida algún pueblo— y con las propias fronteras del terruño ciñéndolo por partida doble.

Es especial el retrato pormenorizado de las protagonistas —que se van cediendo el testigo con la inevitabilidad de un goteo insistente—, sus anhelos, sus estrategias y decepciones.

Resentimientos, rencores, envidias, actos cobardes, zancadillas, prejuicios, críticas, desengaños, sueños rotos, vaticinios gratuitos, secretos, maledicencias: es la cosecha de las semillas del rencor.

Hay también ideales que pocas veces se alcanzan y que, cuando lo hacen, parecen destinados a malograrse.

Vale la pena destacar de Las semillas del rencor la comunicación con los muertos, si bien solo son acreedores de tal privilegio unos pocos. Hace falta ser criatura sensible, rara, menospreciada hasta por la propia madre, para disfrutar de la ventaja. O ser un hijo modélico o un marido ejemplar.

Las mujeres de Las semillas del rencor tienen el pelo rojo

No todas las mujeres que habitan Las semillas del rencor tienen el pelo rojo; solo aquellas a las que Esther Magar encomienda la razón de ser de la historia. El resto de la coreografía, tanto de hombres como de otras mujeres, muestra sus relieves y ese ADN del pueblo en el que se inscriben.

A María, con la que se inicia la historia, la casan con Rodrigo Talavera, el afilador, enamorado, a su vez, de la pelirroja Elisa, que lo desdeña y lo busca… a destiempo.

Elisa, la primera

Cuando su padre anunció que se mudaban, Elisa imaginó las maravillas que encontraría más allá de Pesinistra. Estaba harta de ser la diana de chismes y burlas por su color de pelo.

Las semillas del rencor

Esa primera Elisa paga su precio por desafiar al pueblo. Pesinistra no olvida y las semillas del rencor son su legado.

Elisa, la segunda

Antes de llegar al mundo ya había aprendido que la existencia no era un asunto sencillo.

Las semillas del rencor

¿Tendrá algo que ver con el hombre que amó a su madre? El destino va tejiendo su madeja.

Elisa, la tercera

Hija de Candela y Manuel, el zapatero, hereda no solo el nombre de su madre y su abuela, sino las mismas ansias de ver mundo de su antepasada.

Además, es como si el propio pueblo le hubiera insuflado la necesidad como un tímido intento de deshacerse de su propio estigma de siglos.

Asunción

De las cuatro hijas del matrimonio entre Candela y Manuel, heredará el pelo rojo la tercera, Asunción, «que lo mismo te hace una comedia que te monta un drama».

Heredera también de un carácter fantasioso y una sensibilidad desorbitada, resulta muy atractiva la evolución que hace desde el sueño que concibe para sí hasta el desmoronamiento de su mundo idealizado.

«Cumplir y guardar las apariencias». «Su orgullo no le permite reconocer que la vida no ha sido como esperaba».

Piedad

Y de esa madre excesiva, nace una hija en oposición: Piedad, que asoma también con una mata de pelo roja. Acaban llamándola Piedad, «pues era lo que rogaban que Dios tuviera con ella».

«En su cabeza resonaba la palabra “loca”, tantas veces oída a su alrededor». Juega a ser mujer del único modo que sospecha puede hacerlo.

Serena

Nace con el mismo pelo bermellón y carente de sentimientos propios. Lo que siente es reflejo de lo que sienten quienes están delante.

La historia desemboca en ella y será la encargada de regresar al pueblo… ¿Con qué fin?

Los hombres de Las semillas del rencor: secundarios imprescindibles

En Las semillas del rencor hay hombres buenos y hombres menos buenos; unos y otros son capitales en los devenires de las mujeres.

Y están, por supuesto, los figurantes, que contribuyen a armar la banda sonora de Pesinistra. Mantienen intensos debates y esgrimen sesudas filosofías de vida.

Manuel Domínguez, padre

El zapatero enseña a Elisa a reír. A su muerte, deja un heredero, Manuel, de trece años, que se hará cargo del negocio.

Manuel Domínguez, hijo

Trabajador, formal, ajeno a comentarios y decires. Las especulaciones sobre su boda congregan una de las apuestas tabernarias.

Jeremías Santana

Se parece a Pedro Páramo en su psicología: no siente remordimientos ni pesar alguno por su desvergüenza. Es estratega, adulador y embaucador; un cínico en el sentido más detestable del término.

¿Algo a favor? Lo tiene: se vuelve muy honesto, aunque eso le fuerce a sembrar algún cadáver (simbólico). Pero es lo de menos: sabe adónde va y qué quiere.

Este puede ser su leitmotiv: «El amor al dinero es el único firme e imperecedero».

Román Talavera

Es afilador de oficio y quien pone los ojos en la primera Elisa. Tampoco las cosas suceden como hubiera deseado, pero se aviene a acomodarlas lo mejor posible.

Gerónimo Fuentes

«A Piedad, su actitud le recordaba a la del carnicero que despedaza al animal tras la matanza y se regodea con la sangre, ajeno a que eso fuera un ser vivo momentos antes».

«¿Sería ese hombre de mirada sucia su escapatoria?».

En definitiva…

Las semillas del rencor es una saga que transcurre a lo largo de 140 años. Pesinistra, el pueblo, se alza como personaje principal. Arroja una serie de descendientes que conforman todo un mosaico de conflictos tanto internos como externos. Esther Magar hace gala de una prosa rica, minuciosa y arrolladora para dar cuenta de ellos.

Las evocadoras imágenes son deudoras del realismo mágico en el que se inscribe la novela.

Y para muestra…

La luna, pudorosa, se cubrió de nubes para no entrometerse en la intimidad de los amantes con sus indiscretos claros de luz. La sal de las tristezas de Candela se mezcló con la escarcha de las soledades de Manuel y la habitación lloró de alegría, con corrientes salinas que descendían por todas partes. Ninguno de los dos se percató de la balsa de agua que cubrió el suelo y empapó las sábanas y concibieron a la mayor de sus hijas aquella misma noche de luna de miel. La soledad que había reinado tantos años hizo las maletas porque no quedaba lugar para ella.

Las semillas del rencor
#LasSemillasDelRencor, de @EstherMagar, novela deudora del #RealismoMágico. Participa en #premioliterario2021. #LibrosRecomendados. Una #reseña de @marianRGK. Clic para tuitear
Las semillas del rencor

Las semillas del rencor

Esther Magar

Participante en Premio Literario 2021

Amazon

Una reseña de Marian Ruiz Garrido
Portada de la reseña: David de la Torre

Todos los artículos de Revista MoonMagazine están sujetos a derechos de propiedad intelectual. Está prohibida su utilización (copias, duplicados y capturas) en cualquier medio sin el consentimiento expreso y por escrito de los autores y de la revista. Copyright MoonMagazine.info © Todos los derechos reservados.