Los favoritos de Midas, serie española original de Netflix. Teresa Suárez, a quien casi le gusta más un noir que un objetivo nuevo para su réflex, la acaba de ver. Esta es su opinión.

Crítica: Los favoritos de Midas

Suponga que es usted rico, pero no lo bastante (Wallis Simpson, Duquesa de Windsor, afirmaba que nunca se es demasiado rica ni demasiado delgada). Suponga que, un buen día, al máximo dirigente de un grupo empresarial, de esos que tocan todos los palos, le da por morirse, no se sabe si solo o con ayuda, y, además de legarle toda su fortuna, ignorando al candidato oficial, le propina una simbólica patada en el trasero que lo sitúa en la presidencia de la compañía.

Un poco perdido al principio, como nuevo rico aún no concienciado, intenta demostrar y demostrarse que el dinero no le ha cambiado. Se empeña en seguir siendo, o haciendo creer que lo es, un tío enrollado, cercano, comprometido con lo social, incorruptible y defensor de la verdad.

Amigo personal del director de un periódico en horas bajas, que forma parte del grupo, una de sus primeras decisiones como tío poderoso es dar luz verde a la publicación de un reportaje que desvela las conexiones entre uno de los bancos más importantes del país y el terrorismo internacional. Ese artículo reflotará el periódico, hará famosa a la periodista que lo escribió y cambiará la vida de todas las personas relacionadas con él.

A partir de ese momento, Víctor Genovés, que así se llama nuestro protagonista, empieza a recibir unas rimbombantes cartas lacradas donde le anuncian que una especie de hermandad, autodenominada Los favoritos de Midas, le exige el pago de cincuenta millones de euros, con la advertencia de que si no paga, o avisa a la policía, cada cinco días matarán a una persona ajena a su familia (no quieren joderle la vida porque, como se encargan de recalcarle, «su beneficio es nuestro beneficio»), es decir a una víctima elegida al azar, hasta conseguir su objetivo que no es otro que el de garantizar la continuidad de su sistema de desigualdad extrema.

Inspirada en Los esbirros de Midas, un relato corto de Jack London publicado en 1901, esta miniserie de Mateo Gil, director de las excelentes Blackthorn y Nadie conoce a nadie, que habla de miembros de la élite económica extorsionando a un integrante de esa misma élite que, por novato, aún desconoce cuáles son las «reglas» de estricto cumplimiento que regulan las relaciones entre sus miembros (o te unes a nosotros o te apartas a un lado), me ha resultado francamente pesada.

Capítulo tras capítulo, se suceden unas escenas que, por repetitivas, acaban desanimando al más entusiasta.

Crítica de #LosFavoritosDeMidas, por @pitosporum, quien nos cuenta que la serie le ha resultado francamente pesada, con escenas que, por repetitivas, acaban desanimando al más entusiasta. Clic para tuitear

Luis Tosar, vestido impecablemente, mirada fija, rostro impenetrable, asomado a la terraza de su ático de lujo (que le resultara familiar al espectador porque en él se rodó la maravillosa Perfectos desconocidos de Alex de la Iglesia), con una copa de vino en la mano, mientras, día sí día también, sin mover siquiera una ceja, escucha el ulular de sirenas, los gritos de una multitud descontrolada (no llegas a comprender del todo el motivo) y las cargas de los antidisturbios.

Luis Tosar, desvestido impecablemente, copulando con la periodista a quien, dos encuentros sexuales después, ama con locura.

La periodista, con discurso de boca pequeña, a quien el hecho de que su amante sea también su jefe no llega a quitarle el sueño.

El responsable de la investigación, que no avanza ni para atrás ni para adelante, llenando la pared de la comisaría de tableros, con fotos, flechas y datos que conectan a todo con todos.

Y los pesados de Midas, con su estilo florido, castigando al personal con unas misivas tan pedantes que ganas dan de quemarlas sin leerlas y que salga el sol por donde quiera.

Entretenida al principio, cargante al final, el exceso de ambigüedad estropea el conjunto. Los ricos también sufren, vale, pero poco.

La contención expresiva de Luis Tosar impide compartir ese gran dilema moral al que supuestamente se enfrenta.

Los favoritos de Midas es la historia de una conspiración que sostiene que los ricos y poderosos del mundo, supremacistas financieros, forman una coalición secreta que, aleccionando a los nuevos miembros y manteniendo a raya a los de abajo, persigue el dominio del mundo, un mundo que, de hecho, ya controlan gracias a su dinero, influencia y poder.

Pero ¿quiénes son esos favoritos que, como su rey, convierten en oro todo lo que tocan? Mateo Gil, cual Pilatos, se lava las manos y no les pone rostro, dejando que sea la imaginación del espectador quien decida quiénes se sientan a la mesa de Midas y quiénes no.

Final abierto dicen unos, anuncio de una segunda parte dicen otros. ¿Y yo qué digo? Pues digo que, bajo la engañosa premisa de buscar la implicación del espectador, el director se escaquea de dar un final creíble a una historia que hace aguas por todas partes y que produce tal desencanto que con cada capítulo te repites: con tantas series como hay ¿por qué pierdo el tiempo viendo ésta?

Bajo la engañosa premisa de buscar la implicación del espectador, el director se escaquea de dar un final creíble a una historia que hace aguas por todas partes. #LosFavoritosDeMidas. #Crítica: @pitosporum. Clic para tuitear

Correcta, sí. Frenética e intensa, no.

Como siempre ustedes deciden si la ven o no. Después ya me cuentan.

Los favoritos de Midas

Los favoritos de Midas

Creadores: Mateo Gil y Miguel Barros

Luis Tosar, Marta Belmonte y Guillermo Toledo

Serie original de Netflix

Crítica de Teresa Suárez
Montaje de portada: David Verdejo

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