Reseña de Los impostores y entrevista con su autora, Pilar Romera, por Manu López Marañón.

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Pilar Romera Aguilà (Riba-roja d’Ebre, Tarragona, 1968) es licenciada en Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona, donde actualmente trabaja. Su debut como escritora se produce en 1993 con la novela L’esperit de vidre, a la que sigue, en 1997, Dins la boira. En 2016 publica Li deien Lola (Columna Edicions) de amplia repercusión entre los catalanohablantes. La novela de la que hoy nos ocupamos salió al mercado, casi simultáneamente, en catalán (Els impostors, Columna Edicions) y castellano (Los impostores, Destino).

Los impostores se inicia el 6 de febrero de 1939, día en el que se abre la frontera con Francia a 80.000 refugiados (brigadistas internacionales y familias españolas enteras, con lo poco que han podido acarrear, formaban aquel primer contingente). Son llevados a una playa helada cercada por alambradas y vigilada por 400 agentes de tropas coloniales francesas y dos compañías de tiradores senegalesas. El campo de Argelès, un infierno sobre la tierra donde tantos conocieron los límites de su resistencia física y mental. 

Era la ciudad de la desesperación, donde no había futuro, solo insomnio y días de humedad y desesperación.

Los impostores. Pilar Romera

El soldado de la 42 división del ejército republicano Miquel Alberich cura la cara de Ignasi Roure, catedrático de botánica, acuchillada en un arrebato por una mujer trastornada. Pero el tajo inquieta a Miquel y trae a un hombre alto y delgado que cauteriza y cose la profunda herida. Es Bonaventura Puig, un ladronzuelo desideologizado (ejemplo de lo que en terminología marxista era el «lumpenproletariado») escapado de Barcelona. La policía lo persigue por delitos comunes. 

Debido al éxito de la artesanal cirugía sobre el rostro de Ignasi, entre él, Miquel y Bonaventura se establece cierta camaradería. Sin llegar a intimar —todos se han conocido en Argelès— se forja una relación que se ensancha con el robo de estacas y cordeles para construir unas tiendas de campaña que los protejan de la intemperie.

Por los distintos caminos a que les han llevado sus vidas, Miquel e Ignasi comparten idénticos anhelos de libertad, de querer cimentar una existencia libre del peso de la derrota, con esperanzas nacidas en los ideales de una República a la que se niegan ver rendida. 

El final de la guerra civil española, con la llegada de 500.000 refugiados a Argelès (a esas alturas un nido de enfermedades y enterramientos conjuntos), y el anuncio de que las Waffen SS pronto vigilarán el campo, hacen casi utópico mantener cualquier sueño republicano. A pesar de ello la consigna entre los vencidos es resistir, seguir creyendo en un proyecto que ha fracasado trágicamente.

Los impostores
Campo de concentración de Argelés. Fotografía de Robert Capa

Bonaventura se está muriendo de disentería. Resulta un obstáculo para Miquel e Ignasi, quienes, para salir de ese averno, sopesan alistarse en los Grupos de Trabajadores Extranjeros y así poder continuar en Francia mientras cae Franco… A Ignasi, como pago por sus servicios de traducción, le proporcionan agua no contaminada y antibióticos, pero él esconde todo y el enfermo fallece.

Ignasi Roure, sin delitos de sangre, pero depurado como catedrático de botánica y automáticamente convertido en un «enemigo de España», suplanta a Bonaventura (un vulgar chorizo) para volver a España «limpio». Pero es consciente de cómo, mientras viva Franco, reciclarse como docente en la Universidad de Barcelona será ya imposible…

Ignasi —Bonaventura Puig en el resto de la novela—, en un empeño que lo obliga a ocultar un secreto mundo de relaciones y recuerdos, ha optado por el regreso. Este personaje es la cebolla de cuyas capas se aprovecha Pilar Romera para conducirnos al corazón de su trama. Porque con el juego que ofrece la suplantación de personalidad de Ignasi, rebosante de riesgos y mixtificaciones, la autora perfila —a través del falso Bonaventura— a sus otros protagonistas: su mujer —Dora Colom—; su cuñado —Albert Colom—; el amante de su mujer —Miquel Alberich—, y el comisario Fuentes.

Volví con el pasaporte del amigo muerto. Y lo hice pasando por encima de mis principios, de mis ideales y de la República. Fui desleal a todo lo que había sido importante para mí. Pero lo peor de todo es que traicioné de la manera más ruin al hombre que me había ofrecido su amistad incondicional, sin mencionar, además, que me había salvado la vida.

Los impostores. Pilar Romera

El entramado de esta ambiciosa novela, tergiversado y recompuesto por la narradora en un arriesgado afán por conocer y ocultar la verdad, exige una atención al texto que, sin embargo, agarra fuerte, transportando al lector a esa atmósfera entretejida de realidad y ficción por la que presente y pasado se modifican recíprocamente.

Un racimo de existencias derruidas desfilan ante nuestros ojos, fragmentos de vidas atormentadas, secretos tal vez indescifrables. Callejones sin salida a los que lleva perder una guerra, poblados por experiencias reales e imaginarias, escenarios siempre de sueños malogrados.

Los impostores funciona también como eficaz thriller político. Algo que se ensambla de manera nada forzada sobre esas metamorfosis que tiempo y memoria ejercen sin pausa sobre sus principales actores.

Desviándose de lo que pudo haber sido una novela sobre la amistad masculina «la ilusión que menos dura», Romera nos embarca en la preparación del magnicidio que busca acabar con el general Franco, quien llegará a Barcelona el 31 de mayo de 1949 para inaugurar la XVII Feria Internacional de Muestras.

Miquel Alberich, a quien conocimos en Argelès, tiene ahora 40 años y es un tipo robusto que responde al nombre de Elíseo Pérez. Comunista convencido que entró en París en la compañía de la Segunda División Leclerc, espiga colillas por las calles del Barrio Chino. Una noche reconoce a Isadora Colom, a Dora, de la que fue novio 20 años atrás. El reencuentro conlleva consecuencias al saber ella, de primera mano, algo que todavía es secreto: la visita de Franco.

La labor de «limpieza» ante la llegada de Franco permite a la autora entrar en la Brigada Político Social (BPS) de Vía Laietana, centro de la brutal represión a cualquier oposición al Régimen, y en donde, a las órdenes de Eduardo Quintela (el encargado de capturar y encerrar de forma preventiva, ante la insigne visita, a los «sospechosos habituales»), trabaja el comisario Fuentes.

Los impostores
La Vía Laietana:
el rincón de las torturas

Este comisario adicto a la cocaína es, para mí, la figura más atractiva de la novela. Uno de esos «malos buenos» que se mueve como pez en el agua entre confidentes y que talla, con mirada torcida, las nuevas hornadas de la policía franquista. Trazado siguiendo el patrón del capitán Renault en Casablanca Fuentes, antiguo guardia de asalto que no simpatiza con la derecha pero que tampoco es partidario de la revolución, hace gala de una ética que combina el saber zurrar con un sentido de la justicia profundo. Si bien el cumplimiento del servicio lo ha degradado, su lucidez permanece intacta:

Una panda de psicópatas dirigiendo el país. Todo está podrido, el régimen está putrefacto desde la base. El sistema está viciado y lo peor es que lo controlan todo, absolutamente todo.

Los impostores. Pilar Romera
Los impostores
Renault: «El corazón es
mi punto menos vulnerable»

Matar a Franco se ha convertido en la obsesión de Miquel Alberich. Para ello no duda en usar a Dora, con la que se refocila en una vorágine de pasión insuficiente para hacerle sentir algún asomo de culpa. Miquel obtiene información que ella saca del Gobierno Civil, donde trabaja de secretaria.

¿Qué día llega Franco, Dora? ¿A qué hora? ¿Cuál es el trayecto? ¿Dónde estarán colocados los francotiradores? ¿Revisarán el alcantarillado? ¿Dónde estarán los policías? ¿Qué dotación lo vigilará? ¿Cuántos secretas? Miquel necesitaba datos concretos, planos.

Los impostores. Pilar Romera
Los impostores
Franco en Barcelona

Alertada la BPS de la existencia de un «lobo solitario» que pretende atentar contra el caudillo, los últimos capítulos de Los impostores se devoran con la adrenalina disparada: interrogatorios, búsquedas de dinamita y temporizadores, muertos que aparecen con un tiro en la nuca… La conmoción está asegurada.

Pilar Romera ha escrito una de las más sobresalientes novelas de la literatura española contemporánea y se coloca, de forma indiscutible, a la altura de los mejores narradores de su generación. Leer Los impostores es una garantía literaria. 

Pilar Romera ha escrito una de las más sobresalientes novelas de la literatura española contemporánea. Leer Los impostores es una garantía literaria. @promera68 @EdDestino. #ManuLópezMarañón #RecomiendoLeer. Clic para tuitear

Entrevista con Pilar Romera

1. La historia contemporánea en Los impostores

Leyendo tu novela no cuesta esfuerzo imaginar el trabajo de documentación que te has tomado para ambientar tanto el campo de refugiados, en 1939, como la Barcelona de diez años después: la de 1949. Pilar, ¿tuviste datos suficientes para levantar un edificio literario tan complejo como resulta ser «Los impostores», o faltaban y recurriste a largas investigaciones?

Debido a mi formación académica, siempre, en todas mis novelas realizo un exhaustivo trabajo de investigación. En este caso, tuve la grandísima suerte de que me dieran una beca convocada por el Ayuntamiento de Barcelona y la UNESCO en el Marco del programa Barcelona Ciudad de la Literatura. Me permitió tener un espacio privilegiado en la Biblioteca de Catalunya con un ingente catálogo a mi disposición durante cuatro meses, por tanto, pude investigar todo lo que necesité. 

Aún no he disfrutado de otras novelas tuyas como Dins la boira o Li deien Lola por no haberse traducido al castellano. En aquellos títulos, ¿había presencia de la historia reciente en Cataluña o, por el contrario, es en Los impostores donde por vez primera decides usar emplazamientos y acontecimientos históricos que dejen impronta?

Hasta ahora mis novelas han estado siempre ambientadas en un contexto histórico pasadoDins la boiraestaba ambientada en plena I Guerra Mundial, y parte de la trama pasaba en una fábrica química de un pueblo del interior de la Ribera del Ebro donde se fabricaban de tapadillo armas químicas para Alemania (mientras España era neutral) y Li deien Lola está ambientada en el paso del siglo XIX al XX, en el marco de la Barcelona anarquista (bombas en el Liceo), y el proceso de Montjuic contra los anarquistas de fin de siglo.

Pero voy a hacer un parón en las tramas históricas y la próxima estará ambientada en la actualidad.

Me has sorprendido al afirmar que, ya en una fecha tan temprana como 1949, cuando llega Franco a inaugurar una Feria, el descontento por un Régimen autárquico que condena a Cataluña a la irrelevancia —«somos la puta y ponemos la cama»— es compartido tanto por clases populares como por la burguesía barcelonesa. Yo pensaba que en aquellos años tremendos en su represión y masivos fusilamientos nadie movía un dedo (por la cuenta que le traía) contra la dictadura. ¿Eres consciente de cómo muchos lectores van a sorprenderse por su error de creer en el apoyo casi unánime a Franco por parte de la población catalana?

Es que no era así. Gran parte de la burguesía catalana (no todos) apoyaron financieramente el alzamiento y estaban encantados con que se parara la República. Ciertamente, siempre hubo parte de esa alta burguesía que se enriqueció con el régimen y fue fiel hasta el final. Pero hubo muchos otros que pensaban que el régimen de Franco sería parecido a la dictablanda de Primo de Rivera, y, evidentemente diez años después de acabada la guerra, vieron claro que la de Franco sería una dictadura dura y que duraría.

Otra cosa es la gente de la calle. El movimiento antifranquista de base comunista y anarquista estuvo muy arraigado en las ciudades y el cinturón rojo de Barcelona. Luego, las zonas del interior de origen carlista ya era otra cosa. De todos modos, el régimen era muy combativo con cualquier muestra de catalanismo (desde el folclore a la lengua) y eso pesó muy negativamente en una parte de la población que lo vivió como un ataque a su idiosincrasia.

¿Me equivoco si pienso que los preparativos para atentar contra Franco en la Barcelona de 1949, siendo literariamente apasionantes (que es de lo que se trata), no tuvieron lugar? 

¿Tienes constancia, como historiadora, de si durante el franquismo hubo intentos de asesinar al dictador? 

El 30 de mayo de 1949 hubo un intento de atentar contra Franco cuando pasaba con un coche descubierto junto al monumento a Colón. El anarquista llevaba una bomba que no lanzó porque la policía ponía niños con banderitas en primera fila a modo de escudos humanos. El anarquista no tuvo valor, sabía que si detonaba la bomba habría muchos muertos.  Me inspiré en este intento de atentado, pero hubo muchos, en Cataluña y en todas partes (Madrid incluido). En la bibliografía que cito hay un libro publicado por Debate en 2015 de Antoni Batista que se llama Matar a Franco: los atentados contra el dictador, muy completo. También un documental de TVE Objetivo: matar a Franco, muy bueno también.

2. Personajes eternamente insatisfechos

En Los impostores nadie está contento con la realidad que le toca vivir. Ejemplo principal es el falso Bonaventura, siempre a traspié en la realidad presente. Si pretende refugiarse en el pasado resulta peor: crímenes, delaciones y traiciones. Solo tiene un gris matrimonio para consumirse sin remedio… Este deslucido marido arriesga su vida metiéndose en el complot contra todo un Jefe de Estado. Has apostado fuerte con una pirueta que convierte al hogareño Bonaventura en héroe de acción de estirpe barojiana… ¿Tuviste claro darle este giro?

Totalmente. De hecho, el final de Bonaventura lo imaginé como una suerte de redención. De expiación. Casi algo místico, religioso. Él ve cómo las opciones se le acaban, y ante el egoísmo o la venganza elige el martirio. 

El comisario Fuentes es uno de esos personajes que se graban a fuego. Encuentro en el capitán Renault de Casablanca una referencia a la hora de construirlo. Fuentes es caótico y atrabiliario, pero también, a su manera, ético y radicalmente lúcido. Las cuatro partes de Los impostores y su epílogo vienen precedidos por diálogos de Casablanca. Sobre otros personajes de tu novela, ¿habrá resultado también importante la película? Dicho de otra forma: las similitudes entre Fuentes y Renault, ¿será posible encontrarlas entre Dora Colom e Ilsa Lund, o Miquel Alberich y Rick Blaine?

Je je, eso se lo dejo a cada lector. Pero si, de lo que no hay duda es que Fuentes y Renault tienen ciertas similitudes. Fuentes, también es mi personaje favorito, y, de hecho, en la primera versión de la novela era un personaje muy secundario, ¡pero me pedía más! Fíjate que hasta cambié el final solo para darle más protagonismo. 

Fuentes es mi personaje favorito, en la primera versión de la novela era un personaje muy secundario, pero me pedía más así que cambié el final solo para darle más protagonismo. @promera68 @EdDestino @Planetadelibros. Clic para tuitear

Casablanca es, para mí, una película en la que todos son unos impostores. Rick engaña a Ilsa haciéndole creer que se fugan juntos, Ilsa a Laszlo con su historia con Rick, Laszlo a todos. Al final, como el comisario Fuentes, Renault es el impostor más obvio pero a la vez el más legal… La historia es muy distinta, pero sí, la influencia es evidente.

3. Los impostores: La novela

Has conseguido que en Los impostores se den la mano de forma modélica tanto la novela tradicional de personajes (afectados por el pasado y en lucha por salir adelante), en lo que sería narración de corte clásico, con otra más eléctrica, la del thriller, desbocándose hasta llegar al final, con la familia Franco desembarcando en el puerto… ¿Cómo decides usar registros tan diferentes? ¿Temiste no conseguir la fusión entre ambas líneas narrativas?

Bueno, eso fue algo complicado. La trama de esta novela, sobre todo la parte de thriller es algo compleja y me costó encontrar el término medio entre explicar demasiado o quedarme corta. Para mí es muy importante que la psicología de los personajes quede perfectamente retratada, tiendo a construir personajes poliédricos, nada planos y le doy tremenda importancia a que sus actos sean coherentes, verosímiles. Eso podía hacer que la acción se ralentizara. Sí, tuve miedo en determinados momentos pero creo que conseguí al final que todo fuera equilibrado.

La editorial Hoja de Lata ha publicado, 80 años después de ser escrita, Telefónica, extraordinaria novela de Ilsa Barea-Kulcsar… En cine ha triunfado Mientras dure la guerra la película de Alejandro Amenábar que se ocupa de las vicisitudes que Unamuno sufrió siendo rector de la Universidad de Salamanca. Y ahora llegas tú con Los impostores… La inagotable guerra civil española y sus consecuencias. Siempre se oyen quejas de que el filón, más en cine que en literatura, está agotado.  ¿Cuál es tu opinión?

Creo que nunca lo estará. O no debería, al menos. Nadie se cuestiona que los americanos hagan cien mil películas de Vietnam, por ejemplo. Creo que explicar quú pasó nos hace recordar cosas necesarias. Y que nuevas generaciones que no tienen muy claro cómo pasaron las cosas, entiendan que de aquellos polvos, vienen estos lodos. 

Los impostores. @promera68: Creo que explicar qué pasó en la guerra civil española nos hace recordar cosas necesarias. Y que nuevas generaciones entiendan que de aquellos polvos, vienen estos lodos. @EdDestino @Planetadelibros. Clic para tuitear

La novela de Ilsa y la película de Alejandro reflejan situaciones vividas en los inicios del conflicto. Los impostores empieza con la República prácticamente derrotada. Los primeros refugiados llegan a Argelès. Un mes después la guerra ha terminado. Del final de la guerra pasas a 1949, la época más represiva de la posguerra. Desde un punto de vista creativo, ¿qué época te da más juego y con cuál disfrutas más? ¿Te planteas abordar la temática guerracivilista sobre otros períodos que no se ocupen del final?

Más juego me ha dado 1949 porque es un momento en que ya hace diez años que ha acabado la guerra, cuatro que ha finalizado la II Guerra Mundial y me permitía bucear en la desesperanza de los que veían que el régimen no acabaría a corto ni medio plazo. En cambio la retirada y Argelès me ha permitido disfrutar más a nivel literario. Creo que los fragmentos más emotivos y literariamente más líricos los he hecho al hablar del campo de refugiados. Puedo decirte que me emocioné varias veces cuando los estaba escribiendo.

Los impostores es una traducción tuya; la novela fue escrita en catalán: Els impostors. ¿Cómo ha resultado la experiencia? ¿Repetirías? ¿Crees que un autor que se traduce a sí mismo es lo más apropiado para el texto? ¿Te planteas escribir algo directamente en castellano o tu lengua literaria seguirá siendo el catalán?

La experiencia ha resultado muy dura pero a la vez muy satisfactoria. No era consciente de lo complicado que era traducir, sobre todo porque soy una persona muy bilingüe (mi padre es aragonés y mi madre catalana) y además la gente de mi edad tuvo la primera formación académica exclusivamente en castellano (no empecé a aprender catalán escrito hasta el bachillerato). 

Respecto a si resulta lo más apropiado traducirte a ti mismo, supongo que depende del dominio que tengas de ambas lenguas. No me gusta hablar de traducción, yo he hecho otra versión porque he reescrito páginas enteras que no me funcionaban en castellano.

Para nada descarto escribir algo directamente en castellano, no a corto plazo. Pero lo que si tengo claro que seguiré haciendo las dos versiones a partir de ahora.

Por último, Pilar: supongo que tras el esfuerzo que supone terminar una novela del tamaño y ambición de Los impostores lo que más te pide el cuerpo es promocionarla. Pero, ¿podrías decirme algo sobre tus proyectos futuros? 

El nuevo proyecto esta vez está ambientado en la actualidad. Tiene que ver con un tema un poco tabú: el suicidio. De momento me permitirás que no cuente nada más. Quizás en otra ocasión, je je.

Los impostores

Els impostors

Pilar Romera

Ediciones Destino

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Reseña y entrevista: Manu López Marañón
Diseño de la portada: David de la Torre

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