Crítica del primer episodio de Lovecraft Country (Territorio Lovecraft) por Aglaia Berlutti, que cada semana nos hablará sobre un nuevo episodio de la serie de HBO en su sección Los sumarios de Aglaia Berlutti.

Lovecraft Country: Lovecraft en las tinieblas

Lovecraft es una figura incómoda. Lo suficiente, para ocasionar debates a su alrededor que poco o nada tienen que ver con su obra. Después de todo, el maestro del terror cósmico era también un hombre misógino, racista y lleno de todo tipo de prejuicios que nunca se atrevió a disimular. En una época como la nuestra, obsesionada con una nueva sensibilidad, el otro Lovecraft — el privado, el temible, el inquietante y el resguardado detrás del mito —  la mayoría de las veces es en extremo insólito para ser algo más que una caricatura o una criatura temible, escondida detrás de su considerable legado literario.

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Quizás por ese motivo Lovecraft Country llega a HBO para demostrar que el Universo siniestro del autor siempre puede ser reversionado, expandido y profundizado en maneras asombrosas y, además, en esta ocasión, incorporar la percepción sobre el mal real que encarnaba el escritor, todo bajo un aspecto y universo desconocido. La nueva propuesta sobre las historias del maestro del terror norteamericano muestra un original rostro del terror en medio una Norteamérica dividida y poblada de sus propios monstruos, algunos con apariencia humana. Pero más allá de eso, la serie tiene la dura misión de mostrar con claridad los secretos que sostienen y alimentan el mito sobre el país radiante, el escritor prolífico que cambió el género de lo terrorífico y por si eso no fuera suficiente, plantear su propia historia.

Lovecraft no sonreía. De hecho, sus contemporáneos han escrito en más de una ocasión que se trataba de un hombre elusivo, perverso y crítico que encontró en la escritura un lugar que no existía para él fuera de la hoja de papel. A primera vista, la producción de J.J Abrams y Jordan Peele tiene toda la intención de usar ese recuerdo colectivo sobre el escritor, para mostrar una Norteamérica sesgada y peligrosa; el guion tiene un evidente interés en que el país a mediado de los años 50 que explora sea un paisaje inhóspito, peligroso y malsano. De la misma manera que los mejores cuentos del escritor, Lovecraft Country es una mezcla de géneros que además, se toma el atrevimiento de incluir en su narración una incómoda y poco disimulada crítica social que tal vez, la televisión o el público no estaba preparada para asimilar de forma directa.

Lovecraft Country (episodio uno): Lovecraft en las tinieblas 1

Desde luego, la personalidad de Lovecraft es inequívoca: tanto, como para evitar mirar al rostro a los hombres negros con los que se tropezaba, tanto como que sea una marca indeleble en su imagen como institución del terror. Lovecraft County no solo lo recuerda de manera original, sino que lidia en lo posible con el trasfondo al que rinde indirecto homenaje y convierte su historia en una mezcla de admiración y repulsión, en la que la percepción del Lovecraft Supremacista es imposible de ignorar. Para Peele y Abrams parece de considerable importancia reflejar al durísimo hombre que escribió extraordinarias historias, en un argumento que celebra lo mejor del mundo que imaginó, a la vez que pondera con cuidado, sobre el reverso oscuro de un país sometido a sus miedos más inquietantes.

Separar el arte del artista no es tarea sencilla y Lovecraft Country decidió no hacerlo. De hecho, la determinación es tan evidente que desde las primeras escenas, el país que Lovecraft debió vivir e imaginar, es tan claro como los monstruos al acecho. De una u otra manera, el argumento de la tensión racial en la Norteamérica profunda, en medio del ataque de monstruos inclasificables, es un híbrido por momentos desconcertantes que sostiene no sólo un evidente subtexto sobre lo terrífico, los monstruos sobrenaturales y los muy reales que debe enfrentar la cultura de un país lleno de heridas históricas. Pero Lovecraft Country no se limita a hacer hincapié a su extremo más dado a la controversia: la serie es una cuidada y estética versión sobre el miedo, los terrores inconfesables y, cómo no, los miedos temibles e inquietantes que acechan al borde mismo de la realidad.

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Claro está, introducir personajes negros en un contexto racista, parece demasiado oportuno como para no dudar de las buenas intenciones de la producción de HBO. Y no obstante, de la misma manera que Watchmen, la serie es un compendio de decisiones inteligentes sobre un tema latente, que se lleva a la siguiente dimensión, a través de un argumento complejo, siniestro pero también, enlazado con ficciones en las que lo humano es una fuente de terror incalculable. Basada en la novela de Matt Ruff del mismo nombre y con Misha Green (Underground), como showrunner, la serie es mucho más que las complejidades del prejuicio y se alimenta de todo tipo de referencias sobre lo espeluznante, relacionado con los secretos de una cultura en que lo misterioso es una combinación de factores descarnados y crueles. Lovecraft Country, no analiza la idea de la raza de la misma manera en que lo hizo la obra de Damon Lindelof  — llena de sofisticadas reflexiones sobre la identidad, la pertenencia y los dolores de la ruptura del individuo —  sino que va al núcleo de la oscuridad: el miedo a la diferencia. Ya sea a un hombre negro que camina por los senderos de un pueblo o la de una criatura terrorífica que salta de entre las sombras, la serie está más interesada en explorar el terror desde la percepción de lo inminente y lo grotesco.

Todo lo que ocurre en Lovecraft Country está relacionado directamente con los enigmas no resueltos, los conflictos que aumentan la densidad de la atmósfera malsana y lo que hace más inquietante, la percepción de lo humano y lo monstruoso que habitan bajo la misma esfera. Por supuesto y con Abrams como productor, el argumento está lleno de todo tipo de referencias de la cultura pop, que incluye desde pulp fiction, cómics hasta blockbuster palomiteros, pero también, la sensación perenne de las novelas y relatos de Lovecraft que el mal podría ganar por el simple hecho de ser más poderoso y comprensible en la imaginación humana que el bien.

Uno de los puntos más altos de Lovecraft Country es que carece por completo de pretensiones: a diferencia de las sofisticadas miradas sobre la identidad, el miedo cultural y el desarraigo creado para el universo alternativo de Watchmen, Lovecraft Country es todo poder y todo terror, un desfile de excesos que hacen la experiencia poderosa, angustiosa y muy realista. Hay mucho de gore exagerado y casi vulgar, de grandes miradas a los clásicos de ciencia ficción y horror de hace cuarenta años en esta combinación festiva de humor muy negro con un tipo de terror físico que sorprende por su capacidad para dotar al miedo de un sentido de lo contemporáneo, a pesar de su ambientación histórica. Se trata además, de las bondades de un buen guion que asume desde las primeras escenas que la historia que narrará en pantalla es una combinación de una percepción sobre la búsqueda y el poder de lo que se esconde detrás de la aparente normalidad, y algo más turbio.

Lovecraft Country (episodio uno): Lovecraft en las tinieblas 2

El recorrido comienza pronto: Atticus Freeman (Jonathan Majors), un veterano de la Guerra de Corea lleno de un odio retorcido y peligroso, comienza un recorrido a través de EEUU en plena década de los años 50, para encontrar indicios sobre su historia perdida, la desaparición de su padre y la figura lejana e inalcanzable de su madre. En el trayecto, Atticus intentará encontrar la paz y, también, cierto equilibrio mental, perdido en medio del conflicto bélico: el personaje es la encarnación de la versión norteamericana de las esperanzas perdidas y el futuro destruido.

La serie no duda en llenar varias de sus escenas principales con dolorosos juegos de percepción, en las que la cultura escindida de un país en el que racismo es un realidad latente, está en todas partes. Una y otra vez, la serie regresa al hecho que los monstruos que habitan en el bosque, son tan o más aterradores que los que discriminan y menosprecian a través de la violencia a los personajes. Poco a poco, el ambiente se hace tan caldeado e irrespirable, como las intricadas tramas de Lovecraft, pero mientras los monstruos dignos de sus narraciones aparecen en todas direcciones y atacan a sus víctimas desprevenidas, los verdaderos horrores ocurren a plena luz del día, en medio de la complacencia de hombres y mujeres de una crueldad inaudita, tan realistas y temibles como para ser el verdadero centro de atención del argumento.

Lovecraft era racista, aunque su obra sea universal e imposible de clasificar. Pero la nueva serie de HBO toma la arriesgada decisión de tomar las piezas sueltas de su historias e incorporarlas a un homenaje. Un recorrido inquietante y poderoso hacia el centro mismo de los terrores norteamericanos.

 

Un artículo de Aglaia Berlutti

Portada: David de la Torre

 

 

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