Luis de Góngora o la «revolución culterana» del Siglo de Oro

Luis de Góngora nació en Córdoba en 1561 y murió en 1627. Fue un poeta español importante, del siglo de oro. Hijo del juez de bienes confiscados por la Inquisición, Francisco de Argote, y de la noble Leonor de Góngora. Estudió en Salamanca. Recibió órdenes menores y llegó a ser canónigo de la catedral de Córdoba, donde su comportamiento, que no estaba en consonancia con su ministerio, por sus diversiones profanas y escritos satíricos, motivó su amonestación en varias ocasiones.

Viajó en comisión por diversas provincias españolas y, en ese tiempo compuso sonetos, romances y letrillas satíricas y líricas. ​Y se enfrentó a Francisco Quevedo, a quien acusó de imitar sus sátiras bajo seudónimo. De vuelta a Córdoba inició la estética y el barroquismo en sus versos.

Góngora no editó sus obras, estas pasaron de mano en mano y se recopilaron en cancioneros, romanceros y antologías, publicados con su anuencia y, a veces, sin ella. La más autorizada fue el Manuscrito Chacón, copiado por Antonio Chacón para el Conde Duque de Olivares, ya que contiene aclaraciones del propio Góngora. Pero este manuscrito, habida cuenta del personaje al que iba destinado, prescindió de poemas satíricos y vulgares. Por otra parte, sus trabajos fueron leídos y comentados por hombres doctos de la época.

Góngora, exigente en extremo consigo mismo, decía que el mayor fiscal de sus obras era él, y resolvió «hacer algo no para muchos», intensificando la retórica y la imitación de la poesía latina, con cultismos y sintaxis basada en el hipérbaton, figura retórica que consiste en cambiar el orden en la frase sintáctica. Se interesó por la musicalidad del verso, llenando sus textos de matices sensoriales, de color, sonido y tacto.

La revolución culterana del Siglo de Oro. #Góngora decía que el mayor fiscal de sus obras era él, y resolvió «hacer algo no para muchos». Artículo de José María García Plata. #PoetasEspañoles. Clic para tuitear

Poemas

Su poesía se agrupa en dos bloques: poemas menores y mayores, correspondientes a dos momentos sucesivos. En su juventud compuso romances de inspiración literaria, como el de Angélica y Medoro, en octosílabos y rima asonante:

En un pastoral albergue/ que la guerra entre unos robles/ lo dejó por escondido/ o lo perdonó por pobre./ Do la paz viste pellico/ y conduce entre pastores/ ovejas del monte al llano/ y cabras del llano al monte

Compuso de cautivos, de pícaros o de tono personal y lírico. En algunos narra recuerdos de su niñez, y numerosas letrillas líricas, satíricas o religiosas y romances burlescos. Entre ellos, la Fábula de Píramo y Tisbe, un poema complicado, escrito en octosílabos con rima asonante:

La ciudad de Babilonia/ —famosa, no por sus muros—/ (fuesen de tierra cocidos/ o sean de tierra crudos,/ sino por los dos amantes,/ desdichados hijos suyos,/ que, muertos, y en un estoque,/ han peregrinado el mundo,/ citarista dulce, hija/ del Archipoeta rubio…

Merece también nombrar las sátiras contra escritores, como Lope de Vega o Quevedo. A este último le dedicó la siguiente, en endecasílabos, con rima consonante y estrofas ABAB o Serventesio:

Con cuidado especial vuestros antojos/ dicen que quieren traducir al griego,/ no habiéndolo mirado vuestros ojos./ Prestádselos un rato a mi ojo ciego,/ porque a luz saque ciertos versos flojos,/ y entenderéis cualquier gregüesco luego.

O esta otra a Lope de Vega, en endecasílabos y estrofas ABBA o Cuarteto:

Patos de la aguachirle castellana,/ que de su rudo origen fácil riega,/ y tal vez dulce inundan nuestra Vega,/ con razón Vega por lo siempre llana:/ pisad graznando la corriente cana/ del antiguo idioma y, turba lega,/ las ondas acusad, cuantas os niega/ ático estilo, erudición romana.

Los poemas mayores fueron los que ocasionaron la revolución culterana y el escándalo, por la gran oscuridad de los versos de esta estética. Escribió la Oda a la toma de Larache, en endecasílabos, rima consonante y estrofas ABBA o Cuarteto:

La fuerza que infestando las ajenas/ argentó luna de menguante plata,/ puerto hasta aquí del bélgico pirata,/ puerta ya de las líbicas arenas./ A las señas de España sus almenas/ rindió al fiero león que en escarlata/ altera el mar, y al viento que le trata/ imperioso aun obedece apenas.

La Fabula de Polifemo y Galatea narra en octavas reales, 11A, 11B, 11A, 11B, 11A, 11B, 11C, 11C, un episodio mitológico de las Metamorfosis de Ovidio, los amores del cíclope Polifemo por la ninfa Galatea. En ella se ensaya ya lo culterano, lleno de simetrías, metáforas, hipérbaton, perífrasis, giros, alusiones y elusiones, sugiriendo más que diciendo y dilatando, de forma que el significado se desvanezca a medida que va siendo descifrado:

Estas que me dictó rimas sonoras,/ culta sí, aunque bucólica Talía/ ¡oh excelso conde,! en las purpúreas horas/ que es rosa al alba y rosicler al día,/ ahora que de luz tu niebla doras,/ escucha, al son de la zampoña mía,/ si ya los muros no te ven, de Huelva,/ peinar el viento, fatigar la selva.

Soledades

Las Soledades iba a ser un poema en silvas, o selvas, denominadas así por el desorden de versos endecasílabos y heptasílabos, a gusto del autor. Se dividiría en cuatro partes alegóricas: Soledad de los camposde las riberasde las selvas y del yermo. Pero Góngora solo compuso la dedicatoria al duque de Béjar y las dos primeras, aunque dejó inconclusa esta última. La estrofa no era nueva, pero sí la primera vez que se aplicaba a un poema extenso, y le daba más libertad al poeta, acercándolo al verso libre y haciendo progresar la poesía hasta extremos solo alcanzados por los Parnasianos y el Simbolismo francés del siglo XIX. ​

Las Soledades originaron ya desde su composición un gran debate por los extremos de dificultad de su ornato y la acumulación de alusiones mitológicas y eruditas. Fueron atacadas por unos y defendidas por otros. Supone la cumbre del estilo gongorino y fue alabada por Parnasianos y Simbolistas franceses y por la generación del 27, que rindió homenaje a Góngora aquel año, por el tricentenario de su muerte. De ahí el nombre de esta generación.

Las Soledades supone la cumbre del estilo gongorino y fue alabada por Parnasianos y Simbolistas franceses y por la Generación del 27, que rindió homenaje a #Góngora aquel año por el tricentenario de su muerte. Clic para tuitear

Así empieza la primera Soledad dedicada al duque de Béjar:

Pasos de un peregrino son, errante,
cuantos me dictó versos dulce Musa
en soledad confusa,
perdidos unos, otros inspirados.
¡O tú que de venablos impedido
muros de abeto, almenas de diamante,
bates los montes que de nieve armados
gigantes de cristal los teme el cielo,
donde el cuerno, del eco repetido,
fieras te expone, que al teñido suelo,
muertas, pidiendo términos disformes
espumoso coral le dan al Tormes!

Teatro

Góngora compuso tres piezas: una comedia de intriga titulada Las firmezas de Isabela, en la que predomina la fidelidad de la mujer. Otra de amor, titulada La Comedia venatoria, y El doctor Carlino, picaresca de engaños amorosos, inacabada, en la que predomina el ultraje.

El autor de este artículo, seguidor de lo culterano en su juventud y hoy, conceptista, lo remata con el siguiente poema propio:

 

¿Entre dos aguas…?

¿Fachadas que se asoman a las vías
de lúcidas ciudades,
con verjas retorcidas y palcos floreados,
que el sol y el viento hieren.

Senderos con recodos que cruzan
cordilleras. A un lado los barrancos
y al otro los picachos de jaras y pinares,
que emiten pomaradas de brotes y resina
y embriagan los sentidos,

o casas funcionales de recia arquitectura,
ladrillo cara vista, aislante en sus ventanas
para aplacar el frío, o aquel camino recto
por llanos despejados y tierras productivas?

Yo no sabría decirlo:
Dependerá del hombre que habita cada inmueble
y transita por el campo.

Así, el culteranismo.

No puedo aventurarme.
Los gustos son disímiles
al paso de los días.

Lo dice un culterano que abraza el conceptismo,
no sabe si por blando o acaso por desidia.
Gocemos del instante.

© José María García Plata