La editorial Apache Libros, especializada en literatura de terror, fantástica y de ciencia ficción, acaba de publicar Mala sangre de Carmen Moreno (link). Mala sangre es un cruce de western e historia de terror que se desarrolla en Illinois a finales del siglo XIX. Protagonizada por un joven aficionado a la lectura, Jesse Delany, este sufre la incomprensión y el maltrato de su padre, un duro ganadero que luchó en la Guerra de Secesión de Estados Unidos, y el rechazo de buena parte de su entorno, acostumbrado a resolver los problemas mediante el uso de la violencia y que no comprende las inquietudes del adolescente. La rutina del pueblo se romperá cuando una serie de extrañas muertes siembren el temor en toda la población.

Al final de la lectura de Mala sangre, se nos avisa de que el libro se terminó de imprimir el 1 de febrero de 2017, aniversario del nacimiento de John Ford. Creo que esta mención no es casual (ya que está muy relacionada con el espíritu e intención de la novela) y la misma me ha hecho reflexionar sobre los vínculos que unen narrativas, aparentemente, muy diferentes entre sí: la literatura popular y la literatura culta, el cine de género y el cine de autor… Tal vez, podríamos llegar a la conclusión de que, alrededor de la línea relativamente arbitraria donde trazamos la frontera entre unas y otras corrientes, existe un amplio territorio en el que las mismas se confunden y dan lugar a un foco de enriquecimientos mutuos que hacen progresar la creación literaria y cinematográfica a estadios nuevos e innovadores.

Cruce de géneros más allá de la #literatura popular. @morenopcarmen @apachelibros @jmcruzbar Clic para tuitear

Si empezamos nuestro recorrido por el siglo XIX (para no hacerlo demasiado extenso), el gran éxito popular que constituyeron las novelas por entregas, con ejemplos como Los misterios de París (1842-1843) del francés Eugène Sue o María la hija de un jornalero (1845-1846) del español Wenceslao Ayguals de Izco, sirvió para aportar técnicas narrativas que, más tarde, utilizaron autores como Benito Pérez Galdós (cuya primera obra, La Fontana de Oro, de 1870, bebe directamente del folletín clásico), Charles Dickens o Fiódor Dostoyevski con el fin de lograr mantener permanentemente atrapada la atención del espectador. Ya hay aquí un primer elemento que sirve para difuminar los límites entre literatura popular y literatura culta.

Pero, simultáneamente al desarrollo de lo que se ha venido en considerar “alta literatura”, se empezaron a desarrollar géneros como el fantástico, el policíaco y el de terror, con títulos como El manuscrito encontrado en Zaragoza (1804-1805) de Jan Potocki, Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley, los cuentos de Edgar Allan Poe, escritos entre 1832 y 1849 (con títulos tan emblemáticos como “La caída de la casa Usher”, “Los crímenes de la calle Morgue”, “El misterio de Marie Rogêt”, “El gato negro”, “El corazón delator”, “La carta robada” o “El barril de amontillado”), La piedra lunar (1868) de Wilkie Collins, la colección de historias En un vidrio misterioso (1872) de Sheridan Le Fanu, que contiene el famoso relato de vampiros Carmilla, la serie de novelas con Sherlock Holmes como protagonista, bajo la autoría de Arthur Conan Doyle, o Drácula  (1897) de Bram Stoker. Asimismo, se desarrolló el género de aventuras, con nombres tan dispares y variopintos como Alejandro Dumas (padre), Karl May, Emilio Salgari, Rudyard Kipling o Joseph Conrad. Revisando los autores y las obras, es fácilmente observable que muchos de ellos siguen firmes en las más alta consideración por parte de la crítica más exigente, con independencia de que se hayan movido en el terreno de la literatura popular.

Cuando en el siglo XX apareció el cine, las influencias mutuas entre cine de género y cine de autor han sido una constante en la historia del séptimo arte y, de hecho, obras que, en un principio, fueron considerados como mero entretenimiento para las masas, han alcanzado en la actualidad la condición de obras maestras indiscutibles. Es imprescindible citar los nombres de directores como John Ford, Howard Hawks, Fritz Lang o Alfred Hitchcock y géneros como el noir que, además, entroncaban con los populares modelos literarios creados a partir de 1929 por Raymond Chandler y Dashiell Hammet, lo cual demostraba que el formato destinado al gran público era el inspirador decisivo de nuevos modos estéticos y narrativos.

A la izquierda, fotograma de El halcón maltés (1941) de John Huston. A la derecha, fotograma de El sueño eterno (1946) de Howard Hawks

Con la aparición de la posmodernidad a partir de la década de 1960, la serie B cinematográfica se convirtió, curiosamente, en inspiradora de obras innovadoras. Pensemos en la conexión visual que podemos encontrar entre determinado cine de terror, por ejemplo el de Jesús Franco, con Arrebato (1979) de Iván Zulueta o las múltiples influencias (cine oriental spaghetti-western…) que impactan en el cine de Quentin Tarantino.

A la izquierda, fotograma de Las vampiras (1971) de Jesús Franco, con Soledad Miranda. A la derecha, fotograma de Arrebato

 

A la izquierda, imagen de Furia oriental (1972) de Lo Wei, con Bruce Lee. A la derecha, Kill Bill. Vol. 1 (2003) de Quentin Tarantino, con Uma Thurman

Igualmente, se produjo la influencia inversa. Es decir, obras de autor influyeron en el cine de acción, en el cine dedicado al gran público o en películas de serie B. Si analizamos, por ejemplo, el argumento de El manantial de la doncella (1960) de Ingmar Bergman, podemos comprobar que inspiró claramente el de La última casa a la izquierda (1972) de Wes Craven. Asimismo, George Lucas siempre ha reconocido que La fortaleza escondida (1958) de Akira Kurosawa siempre tuvo un importante papel en la génesis de La guerra de las galaxias (1977).

A la izquierda, fotograma de El manantial de la doncella (1960) de Ingmar Bergman. A la derecha, imagen de La última casa a la izquierda (1972) de Wes Craven

A la izquierda, imagen de La fortaleza escondida (1958) de Akira Kurosawa. A la derecha, fotograma de La guerra de las galaxias (1977) de George Lucas

Todos estos ejemplos muestran que la alta cultura y la cultura popular, la literatura de masas y la literatura para un público selecto, el cine de género y el cine de autor mantienen una interrelación permanente, un proceso permanente de realimentación que supone el mutuo enriquecimiento de ambas corrientes. Y ello es así porque tanto una como otra son capaces, con sus peculiares características, de reflejar el estado de ánimo de la época y exponer sentimientos universales que nunca pierden su vigencia. Por tanto, a la hora de convertirse en referencia, acaba pesando más el poder de impacto que demuestra una obra concreta que su adscripción a una u otra corriente.

Todo ello se muestra con claridad en Mala sangre de Carmen Moreno. Carmen Moreno ya tiene una experiencia acumulada en la literatura de género y, así, en 2013, publicó Principito debe morir, obra que se situaba en un cruce entre la literatura de aventuras, fantástica y de ciencia ficción, y, en 2015, Una última cuestión, obra que trataba uno de los grandes clásicos del género policial, el “problema del recinto cerrado”, que tiene títulos tan renombrados como Los crímenes de la calle Morgue de Edgar Allan Poe, El misterio del cuarto amarillo de Gaston Leroux o La banda de lunares de Arthur Conan Doyle. Enlazando con este último relato, hay que recordar, finalmente, que en 2016, Carmen Moreno publicó Sherlock Holmes y las sombras de Whitechapel. A esta experiencia previa, la autora añade la influencia del género de terror, de modo que Mala sangre se beneficia del influjo de varias tendencias claramente identificables.

Por un lado, la concepción de esta novela no puede entenderse sin un cruce de referencias que vienen señaladas por la tradición de novelas del Oeste escritas por Zane Grey y Karl May, por ejemplo, las cuales conectan en nuestro país con los populares relatos de Marcial Lafuente Estefanía (1903-1984). Lejos de quedarse encerradas en los cauces de la literatura popular, el género ha dado lugar a obras de autores tan prestigiosos como Cormac McCarthy y su Meridiano de sangre (1985) y, ya en el marco de la literatura española, Ramón J. Sender con El bandido adolescente (1965) y Camilo José Cela con Cristo versus Arizona (1988).

Por otro lado, hay que hablar de la mezcla de géneros que Hollywood ha empezado a practicar con el western, aunándolo con el terror, como en los films Cowboys & Aliens (2011) de Jon Favreau y Bone Tomahawk (2015) de S. Craig Zahler, o con el fantástico, como ocurre en la serie Westworld.

Lejos de que ello provoque que el producto creado se aleje de la realidad, Mala sangre consigue reflejar el mundo actual, donde los problemas de insolidaridad, de solución de los conflictos mediante la violencia, de individualismo extremo, de discriminación al que es diferente, del bullying, del machismo, del racismo, la xenofobia y la pérdida de perspectiva del interés general son cada vez más graves.

#Malasangre de @morenopcarmen refleja los problemas del mundo actual. @apachelibros @jmcruzbar Clic para tuitear

Como ha sucedido en los últimos dos siglos, y como hemos mostrado en este artículo, una obra de género no tiene por qué servir sólo para el entretenimiento (aunque esta finalidad sea esencial en ella), sino que puede llevar a cabo una aproximación muy precisa y certera a la realidad y sus contradicciones. Siempre que un novelista sea capaz de esmerarse en que su obra esté lo suficientemente cuidada y de desarrollar todo el potencial que encierran las virtudes de su trama, cualquier narración tiene la posibilidad de hacernos ver el mundo con unos ojos que, antes de adentrarnos en sus páginas, estaban completamente cerrados.

 

Te invitamos a que descubras por ti mismo todas las sorpresas encerradas en Mala sangre

 

 

Título: Mala sangre

Autor: Carmen Moreno

Editorial: Apache Libros

Precio: 16,10 €

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#MalaSangre, combinación novedosa de #western y #terror @morenopcarmen @apachelibros @jmcruzbar Clic para tuitear

 

 

Géneros y espíritu de época: Mala sangre de Carmen Moreno como ejemplo

Un artículo de José Manuel Cruz