Resulta complicado englobar Manos de tierra, el libro con el que debuta la navarra Cristina Liso, en un tono único o predominante. Tal poesía, dirigida hacia diferentes metas, se deriva de múltiples ocasiones, y su diversidad produce la sensación de encontrarnos ante una antología de madurez y no frente a esta obra inicial (unas obras estas centradas generalmente en plantear —y hasta explotar— una, o a lo sumo dos, temáticas centrales).

Podemos definir este poemario como una potente exaltación de la realidad natural en diferentes registros poéticos: esperanzado, elegíaco, doliente o irónico. Pero, y eso a pesar de la ácida melancolía o de las imprecaciones a una muerte siempre prematura, predomina aquí la postura gozosa traducida en dicha; eso sí, una dicha refrenada a base de mucha sabiduría. Apoyados en la experiencia, ahincados en circunstancias de lugar y tiempo, estos versos son versos de afirmación: afirmación del ser y del vivir, donde el yo establece fecundo diálogo con la realidad.

Y es que esta autora nació poeta desde el instante en que comenzó a ver, aunque su mirada repose en objetos tan cotidianos como un mantel («El mantel»), las flores («Gramíneas», «El lilo»), un clavo («El clavo»), un libro («Lectura de invierno») o los árboles («Bajo el peral»). La dependencia de la realidad, ese querer ser y estar entre las cosas, se le impone porque da respuestas a su propio existir.

Recién publicado por Ediciones Vitrubio, el #poemario #ManosdeTierra de Cristina Liso es una potente exaltación de la realidad natural en diferentes registros poéticos. #RecomiendaLeer: Manu López Marañón. Clic para tuitear

La «gozosa atenta», como podría denominarse a Cristina Liso, aventajada discípula de Jorge Guillén en esta forma tan peculiar de poetizar, puede extraviarse por cualquier parte, porque en todas parece aguardarle la plenitud del mundo, ese existencialismo jubiloso del que encontramos abundantes ejemplos en Manos de tierra: así, «El pequeño chopo», «Vana espera», «De prestado», «Verano» o «En la arboleda».

Pero como hemos avanzado, y, a diferencia del autor de Cántico, centrado en ese presente suyo tan total y ácrono —quizás algo monocorde—, coexisten en Manos de tierra, junto a los gozos sin nostalgia de la mirada, otros tonos, entre los que sobresale el elegíaco. En «Mi madre» la agonía se ve paliada por recuerdos de infancia; «Ron, mi perro» narra la muerte de la querida mascota a cuyos restos aguardan una primaveral resurrección; «Paisaje de verano» muestra la labor depredadora de los cuervos, de agorero presagio; «Camino de Santiago» recuerda a unos amigos muertos en un accidente, a quienes espera la presencia del infinito mar, y en «Intemperie» se rememora desde la serenidad a esa finada Chari, doméstica y entrañable.

La muerte planea, directa o indirectamente, a modo de simple descripción o de sentida premonición, entre estas páginas. Pero no da sentido a la vida: es nada más el precio de ella y su obligado final. El hombre no muere: algo ajeno y brutal le da muerte. La poeta piensa que ya que nos es dada, no queda otro remedio que aceptarla muriendo dignamente.

¿Y el amor? ¿No se ocupa de él? No son escasas las composiciones en las que Cristina Liso presenta a su pareja como un muy querido e inexpugnable refugio («En casa», «Distancia») o como una cálida y silenciosa compañía («Callada presencia», «Siempre tu piel es mi casa», «Silencio»). Se trata siempre de un amor de madurez —de cómplice compañía— alejado ya de cualquier tumulto. Aunque el amor de la madre a punto de dar a luz («Advenimiento») o el de esa abuela embobada con su nieto («Juguetes») tampoco quedan fuera del amoroso registro.

La temática social y de denuncia también tiene cabida en Manos de tierra. «4.500 kms de valla», «Instrucciones taller de costura en una ONG» o «Naufragio» abordan temas de rabiosa y dolorosísima actualidad.

En Manos de tierra todo tiende a una vivificación; todo se personifica y adquiere virtudes humanas. Es este un hermoso libro que responde a estados de ánimo variables, pero compartibles e inevitables sin excepción.

Cuando el cansancio recorre mis venas / y mis manos llenas de viento / no encuentran cobijo, / siempre tu piel es mi casa.

 

Poemario: #ManosdeTierra de Cristina Liso es un hermoso libro que responde a estados de ánimo variables, pero compartibles e inevitables sin excepción. Manu López Marañón. Clic para tuitear

 

Manos de tierra. Cristina Liso. Ediciones Vitruvio (2018)

 

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Reseña de Manu López Marañón

Portada de la reseña: David de la Torre