Hace unos meses os hablé de Un cadáver muy frío, primera novela de la serie Las cosas y casos de la señora Starling que la escritora Ana Bolox ha tenido a bien regalarnos a los amantes del misterio cozy, subgénero literario que ha encontrado en ella a su mejor adalid en castellano. Pues bien, hoy os traigo la segunda entrega, Muerte en los Hamptons, donde además de un asesinato por resolver, de mucho charming entre los protagonistas y de una fantástica subtrama que tiene visos de continuar en posteriores entregas, tenemos nieve a raudales y un frío que nada tiene que envidiar al que asola nuestras calles estos días, y no sé a vosotros, pero yo soy de lecturas estacionales: si fuera hace frío, me apetecen lecturas donde también tengan que tirar de guantes y bufanda… solidaridad ante todo, aquí pasamos frío todos o ninguno.

Nos encanta la #SraStarling y este caso criminal en una mansión en el corazón de los Hamptons. Mucha nieve, un asesinato, y una nueva entrega de la guerra de sexos entre Anne Starling y el sufrido Arthur. @Inq_Netherfield. Clic para tuitear

La narración comienza en las postrimerías de 1978. El matrimonio Starling va a pasar la Nochebuena y el día de Navidad en la mansión de los Carnegie, en el corazón de los Hamptons, circunstancia que a Anne le hace poca gracia: preferiría pasar las fiestas con sus padres en Londres y no con un grupo de desconocidos. Pero James, su marido, tiene asuntos que tratar con algunos de los invitados, así que como buena esposa de diplomático se dispone a pasar esos dos días lo mejor que pueda y coger un avión a Inglaterra en cuanto salga de allí. Los Carnegie han reunido a un grupo de gente de lo más variopinto en el que no falta representación de diversas esferas sociales: abogados, perfumistas, secretarias, modelos, periodistas, diseñadoras de moda… y cada uno es, como diría aquel, de su padre y de su madre.

Uno de esos invitados aparecerá muerto la mañana de Navidad en su cama, y solo entonces empezará Anne Starling a encontrarse en su salsa. ¡Un asesinato por resolver! ¡Ahora sí que empieza la diversión! Y cuando vea aparecer a Arthur Crawford por la puerta (toda una sorpresa, porque está fuera de su jurisdicción) acompañando a Nicole Reed, la inspectora de policía encargada del caso, la cosa se pondrá todavía mucho, mucho más interesante. Ninguna de las personas que ha pasado la noche en esa mansión puede abandonarla hasta que no se descubra al asesino, nieva copiosamente fuera y la estampa no puede ser más hermosa, entre los invitados hay muchos pasados comunes soterrados que irán saliendo a la luz, reuniones clandestinas con temas de Estado, Arthur tiene que volver a enfrentarse al vendaval Starling, Anne sigue poniendo a prueba el influjo que sabe que tiene sobre Arthur, la inspectora Reed se huele que algo pasa entre estos dos y no le gusta un pelo… ¡a leer se ha dicho!

No voy a adentrarme en explicaciones sobre las características del cozy, subgénero del misterio tradicional de toda la vida que tiene sus propias reglas, porque ya os hablé largo y tendido sobre él en mi reseña de Un cadáver muy frío y no tengo intención de aburriros más de lo necesario. Sí os puedo decir que esas características están mucho más acentuadas en esta novela de la que os hablo hoy, porque mientras que Un cadáver muy frío traspasaba alguna que otra línea de la ausencia de violencia que se le presupone a este subgénero, en Muerte en los Hamptons nos adentramos plenamente y sin fisuras en un misterio confortable que rezuma sabor a literatura clásica detectivesca de toda la vida y en el que, por no faltar, no falta ni un final al más puro estilo Hércules Poirot sobre el que no os puedo dar más detalles por razones obvias.

Cuando Crawford entró en el salón, todos los invitados estaban allí. Por un instante imaginó la escena final de una de las novelas policíacas de Agatha Christie, con Poirot de pie, sonriendo con picardía a cada uno de los sospechosos por debajo de su bigotito ridículo y exponiendo la solución del caso…

En Muerte en los Hamptons de @ana_bolox nos adentramos plenamente y sin fisuras en un misterio confortable que rezuma sabor a literatura clásica detectivesca de toda la vida. #SraStarling #RecomiendoLeer @Inq_Netherfield. Clic para tuitear

Aun así, sobre ese final sí os puedo asegurar una cosa: se ajusta como un guante, en la narración no hay fisuras que valgan y todo queda atado y bien atado. Y esto lo digo con total convicción porque no he leído la novela una vez, sino dos, y no solo no he encontrado ningún fallo en el armazón de la trama, sino que en la relectura he sido consciente de los muchos detalles que ofrece la historia que conducen directamente hacia el descubrimiento del culpable. No hay nada sacado de la manga, todas las pistas son coherentes y están ahí, a la vista, invitando al lector avezado a descubrirlas, razonarlas con ingenio e interpretarlas en la dirección correcta… ¿y para qué nos adentramos los lectores en novelas de misterio si no es precisamente para intentar descubrir al culpable antes de que el autor cierre el telón?

Dejando a un lado la investigación del asesinato, en la que los interrogatorios corren a cargo de la inspectora Nicole Reed con la ayuda de Arthur Crawford (ambos iban a pasar juntos las navidades y de ahí la aparición de nuestro querido Crawford en escena), y las pesquisas off the record, que corren a cargo (como no) de la pizpireta y atrevida Anne Starling, quiero comentar dos aspectos de la novela totalmente diferentes entre sí pero muy interesantes.

Uno es el uso que hace la autora de los diálogos para ambientar históricamente la novela. Gracias a la interacción constante que hay entre los personajes en muy diversas circunstancias nos sumerge de lleno en esos últimos coletazos del año 1978. De este modo se alude a cosas de menor importancia, como referencias musicales de la época, o se discute sobre asuntos de mucha mayor envergadura, como las numerosas alusiones a la guerra de Vietnam (contienda que afecta sobre todo a determinados personajes) o a la preocupación latente que existía por el avance del comunismo y su propaganda. Ana Bolox no se limita a decirnos que la trama tiene lugar en determinado año, sino que quiere que te sientes a cenar con los personajes y que asistas a la conversación que realmente habría tenido lugar de producirse en ese preciso momento. Se percibe el trabajo y la intención, y se agradece enormemente.

En Muerte en los Hamptons @ana_bolox ambienta la historia a través del uso de los diálogos y gracias a la interacción constante de los personajes sumerge de lleno al #lector en la época y circunstancias de la trama. @Inq_Netherfield. Clic para tuitear

El otro aspecto es la introducción en la novela de una subtrama que nada tiene que ver con el misterio principal y que queda abierta para su continuación en posteriores entregas de la serie. Esta intriga (la denominaremos así) es de altos vuelos, implica a diversos gobiernos y, por tanto, es muy peligrosa tanto para los que están inmersos en ella como para sus allegados, como pronto averiguamos en la narración. Poco más voy a decir sobre esto (no debo); ya lo averiguaréis por vosotros mismos.

Y no puedo hablar de esta serie sin comentar el avance de la relación entre Anne Starling y Arthur Crawford. Anne está felizmente enamorada de su marido James (aunque muy aburrida de la vida que lleva con él), y Arthur sigue no tan felizmente embelesado con Anne. Pero es todo un caballero, jamás traspasaría ninguna línea, y además está muy preocupado por la seguridad de Anne en esa casa: mete demasiado las narices donde no le llaman, y eso acaba teniendo consecuencias. A ella estos peligros se la traen al pairo (ya sabemos sus lectores que cuando algo se le mete entre ceja y ceja no hay quien la pare) y sigue poniendo a Arthur contra las cuerdas en cuanto tiene ocasión: sabe el efecto que produce en él y se aprovecha mucho de esa circunstancia en su beneficio y cuando quiere conseguir algo. Los diálogos entre estos dos siguen siendo una pieza fundamental en el disfrute de la serie: sarcásticos, magníficos y dinámicos. De momento en esta lucha desigual es Arthur el que lleva las de perder porque es el único que demuestra ante el lector unos sentimientos claros sobre el tema (Anne es mucho más ambigua, más taimada), pero veremos cómo sigue avanzando la historia.

Anne lo observó con una leve sonrisa en los labios que borró cuando él se dio la vuelta. Le había puesto nervioso. Abortó un nuevo asomo de sonrisa y decidió darle un respiro.

Así pues, por ir terminando y por emularme a mí misma en mi anterior reseña de la autora, ¿qué tenemos en Muerte en los Hamptons? Pues tenemos una novela que homenajea de manera evidente a alguna de las obras más conocidas de Agatha Christie, ya no solo por ese final tan Poirotianosino que comento más arriba sino por la ambientación de la historia, ya que el asesinato se produce en una mansión llena de gente y eso se traduce en multitud de sospechosos que hay que descartar uno a uno (si es que eso es posible, porque las sospechas ya se sabe que van y vienen conforme van surgiendo nuevas pistas); buena ambientación, buenos personajes, buenos diálogos (¡sí, todo es bueno en este libro!), Arthur y Anne avanzando a trompicones en esa relación que cada uno de ellos vive de manera diferente, una subtrama un tanto peliaguda que tendrá continuidad en posteriores novelas de la serie… en definitiva, un misterio … un misterio agradable y encantador, rodeado de nieve que invita a su lectura cobijados bajo una manta con un té calentito a mano.

Y no, no me he olvidado, solo lo he dejado para el final: también tenemos el buen hacer de Ana Bolox, por si no había quedado claro. Da gusto leerla. ¿Qué sería de todos estos elementos sin una fantástica directora de orquesta?

Da gusto leer Muerte en los Hamptons, una #novela que homenajea a #AgathaChristie y ofrece una buena ambientación, buenos diálogos, buenos personajes. @ana_bolox es sin duda la maestra del #cozy español. @Inq_Netherfield. Clic para tuitear

 

Muerte en los Hamptons, de Ana Bolox: un misterio cozy con mucha nieve... mucha nieve

 

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Reseña de Rose Hurst, Miss Hurst en Las inquilinas de Netherfield

Portada de la reseña: David de la Torre

 

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