Neruda y El Hombre de las mil caras, dos estrenos de habla hispana, y la última versión de Los siete magníficos.

Neruda y el Hombre de las mil caras frente a un blockbuster americano

El hombre de las mil caras

Título: El hombre de las mil caras.

Título original: El hombre de las mil caras.

AÑO: 2016.

Dirección: Alberto Rodríguez.

Guion: Rafael Cobos y Alberto Rodríguez, adaptando un libro de Manuel Cerdán. Dirección de fotografía: Álex Catalán.

Montaje: José M. G. Moyano.

Música original: Julio de la Rosa.

Reparto: Eduard Fernández, Carlos Santos, José Coronado, Marta Etura, Luis Callejo, Emilio Gutiérrez Caba, Pedro Casablanc, Alba Galocha.

País: España.

Página web oficial

En sus dos últimas películas, Grupo 7 (2012) y La isla mínima (2014), el director sevillano Alberto Rodríguez nos ofreció dos ejercicios redondos de sabiduría narrativa, caracterización de personajes y capacidad de simultanear impacto visual con la introducción de numerosas capas de lectura, articuladas en torno a la idea de que la visión cabal del pasado de nuestro país era condición necesaria para entender nuestro presente. Es, por tanto, enteramente coherente que, en esta ocasión, afrontara uno de los escándalos políticos más sonados de las últimas décadas: la huida de Luis Roldán, director de la Guardia Civil, ante la oleada de revelaciones que le acusaban de lucrarse en el ejercicio de su cargo. Nuevamente, el pasado emitía un eco que reverberaba su sonido hasta las últimas esquinas del momento actual.

Como personaje central que enlazaba toda una serie de maniobras, conjuras y conspiraciones, muchas veces opuestas entre sí, estaba un personaje peculiar, fascinante (por ser, a la vez, seductor y amoral) y escurridizo que era Francisco Paesa. Agente de los servicios secretos españoles, fue pillado in fraganti cuando iba a presionar a un testigo del caso GAL y, por ello, cayó en desgracia. Como revancha, no dudó en beneficiarse del agua revuelta que la fuga de Roldán y las turbulencias políticas de la época habían generado. Para contar todos estos sucesos, Alberto Rodríguez ha decidido adaptar el libro del periodista Manuel Cerdán donde se dan todos los detalles de esta intrincada historia.

 

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El hombre de las mil caras, de Alberto Rodríguez

 

Hay que decir que el realizador consigue desplegar con claridad y precisión un conjunto de complejas tramas de modo que quedan perfectamente reflejados la posición de los diferentes personajes y los intereses en juego. Está magnífico (con su alto nivel habitual) Eduard Fernández, dando vida a la esquiva personalidad de Francisco Paesa, y Carlos Santos constituye la gran sorpresa de la película, al realizar una soberbia caracterización de Luis Roldán (podemos afirmar que aquí hay dos goyas prácticamente asegurados). En resumen, todo el film está dirigido con un firme pulso narrativo que logra mantener durante las dos horas de metraje.

Sin embargo, no podemos dejar de echar de menos las virtudes que tanto nos hicieron disfrutar de Grupo 7 y La isla mínima. En El hombre de las mil caras no encontramos la imaginería visual y la profundidad temática que habíamos hallado en los dos títulos anteriores y, por ello, aunque no podemos negar el meritorio nivel de esta película, siempre esperamos más del enorme talento de Alberto Rodríguez, del que hemos contemplado muestras excelsas y que, en esta ocasión, brilla en un escalón claramente inferior

Nota (de 0 a 10): 7.

Lo que más me gustó: Las interpretaciones de Eduard Fernández y (¡ojo!) la de Carlos Santos. Su firme pulso narrativo.

Lo que menos me gustó: Carece del impacto visual y de las capas de lectura a las que Alberto Rodríguez nos tenía acostumbrados en sus anteriores películas.

 

Roldán y Paesa en una trama de @777albertor basada en la novela de Manuel Cerdán @jmcruzbar Clic para tuitear

Neruda

Título: Neruda.

Título original: Neruda.

Año: 2016.

Dirección: Pablo Larraín.

Guion: Guillermo Calderón.

Dirección de fotografía: Sergio Armstrong.

Montaje: Hervé Schneid.

Música original: Federico Jusid.

Reparto: Luis Gnecco, Gael García Bernal, Mercedes Morán, Pablo Derqui, Alfredo Castro, Michael Mora, Emilio Gutiérrez Caba, Jaime Vadell.

País: Chile-Argentina-Francia-España-Estados Unidos.

Página web oficial

Poco a poco, el chileno Pablo Larraín va construyendo una sólida filmografía en la que, título tras título, se percibe unas crecientes solvencia y personalidad autoral. Si ya en No (2012) y El club (2015) nos había sorprendido gratamente, en Neruda nos ha acabado por fascinar con un film original, sutil, sugerente y tremendamente hábil a la hora de desplegar la línea temática que busca desarrollar. Porque, conforme vamos conociendo nuevos títulos de Larraín, vamos descubriendo que su gran obsesión tiene que ver con la forja de la identidad a partir de la negación del otro y de la creación de relatos que, más que reproducir la realidad, la reinventan según un complejo magma de intereses, conveniencias, expectativas, deseos y necesidad de adaptación al entorno.

Neruda no es un biopic del poeta porque no puede serlo. Centrada en la huida de aquel de su país en tiempos de la presidencia de Gabriel González Videla (quien lanzó una campaña de represión contra el Partido Comunista) y de su persecución por un inspector de policía, el poeta y el inspector se convierten en una dupla inseparable donde cada uno de los elementos sirve para dar vida al elemento aparentemente opuesto, un curioso mecanismo de espejos enfrentados que nos acaba mostrando la precariedad de nuestras percepciones y la falibilidad de juicios que podemos llegar a considerar inapelables.

 

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Neruda, dirigida por Pablo Larraín

 

En este entramado conceptual que, poco a poco, se va revelando como alma de la película, no está ausente, lógicamente, ni el humor ni la ironía ni un cierto distanciamiento precavido hacia la figura del protagonista (interpretado por un soberbio Luis Gnecco). Porque, ante la duda sobre lo que somos, decidimos qué queremos ser en una especie de juego caprichoso de desenlace abierto. Lo que Neruda llega a ser se forja en su huida o, más bien, en la narración construida a partir de su propia huida, del mismo modo que el inspector Peluchonneau (un sensacional Gael García Bernal) no está persiguiendo al poeta comunista pasado a la clandestinidad sino, en última instancia, que se está buscando a sí mismo o, más bien, al personaje que podría llegar a ser.

Desde esta perspectiva, las películas de Larraín vienen a ser una revisión del pasado desde la posmodernidad para poner en duda ese pasado y, sobre todo, nuestro presente. Y, más que llegar a una conclusión tranquilizadora, lo que al final queda es la constatación de la precariedad de nuestras creencias y de la debilidad de nuestras identidades que, en estos tiempos inciertos, no llegan a ser más que una temblorosa luz de neón en medio de una noche oscura.

Nota (de 0 a 10): 8,5.

Lo que más me gustó: La (habitual) magnífica realización de Pablo Larraín. Su inteligente juego conceptual. Las interpretaciones de Luis Gnecco (un soberbio Pablo Neruda) y Gael García Bernal.

Lo que menos me gustó: Algunas irregularidades en el ritmo y en el acabado visual

 

#Neruda no es un #biopic. Geniales Luis Gnecco y @GaelGarciaB @jmcruzbar Clic para tuitear

 

Los siete magníficos

Título: Los siete magníficos.

Título original: The Magnificent Seven.

Año: 2016. Dirección: Antoine Fuqua.

Guión: Nic Pizzolatto y Richard Wenk, basándose en el guión de Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto y Hideo Oguni.

Dirección de fotografía: Mauro Fiore.

Montaje: John Refoua. Música original: Simon Franglen y James Horner.

Reparto: Denzel Washington, Chris Pratt, Ethan Hawke, Vincent D’Onofrio, Byung-hun Lee, Manuel García Rulfo, Martin Sensmeier, Haley Bennet, Peter Sarsgaard.

País: Estados Unidos.

Página web oficial

Todo empezó con Los siete samuráis (1954) de Akira Kurosawa. Bueno es recordarlo. Una película de profundo aliento épico que, a la vez, era el retrato intimista de unos guerreros, imbuidos de un rígido código de honor, pero que, al mismo tiempo, estaban derrotados y heridos por un mundo desprovisto de tal código y que sólo los utilizaba en función de sus propios intereses. Una especie de fábula cuya moraleja podía ser que, para que en el mundo triunfara la justicia, tenía que haber un grupo de personas sobre las que recayera el peso de la soledad, el dolor y el desánimo. La carga de la responsabilidad como fardo sin paliativos. Utilicen como referencia el personaje de John Wayne en Centauros del desierto (1956) de John Ford y, si no han visto la película japonesa, entenderán el concepto.

Viendo Hollywood las posibilidades de la historia, la llevó a su terreno en forma de western y la puso en manos de un director tan solvente como John Sturges, diseñó un reparto plagado de estrellas (Yul Brinner, Horst Bucholz, Eli Wallach, Steve McQueen, Charles Bronson, James Coburn, Robert Vaughn y Brad Dexter) y supo colocar la guinda de una majestuosa banda sonora del gran Elmer Bernstein para convertir a Los siete magníficos (1956) en una película espectacular y llena de acción. El acierto estético de este film fue saber anticipar el aire y ambiente y el tono crispado y melancólico de los grandes títulos que podríamos, más o menos, definir como el western de frontera, entre los que podríamos citar Mayor Dundee (1965) y Grupo Salvaje (1969) de Sam Peckinpah, Los profesionales (1966) de Richard Brooks o El rostro impenetrable (1961) de Marlon Brando. Pero Los siete magníficos era menos que Los siete samuráis. Es cierto que supo introducir, a través del personaje que interpretaba Robert Vaughn, un hecho tan novedoso en el cine de la época como el “trauma posbélico”, algo que matizaba inteligentemente el tono épico del film, pero la grandeza de la cinta norteamericana estaba claramente por debajo de la que ofrecía la asiática y la mayoría de sus aciertos provenían directamente del título de Kurosawa.

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Los siete samuráis, de Antoine Fuqua

 

En el remake de 2016 de la película de Sturges, la dirección ha recaído en Antoine Fuqua, realizador de la notable Día de entrenamiento (2001) y de otros títulos eficaces como Lágrimas del sol (2003), El rey Arturo (2004), Los amos de Brooklyn (2009) u Objetivo: La Casa Blanca (2013). Y si decíamos que Los siete magníficos de 1956 era menos que Los siete samuráis, también podemos afirmar que Los siete magníficos de 2016 es menos que Los siete magníficos de 1956 (mucho menos, se puede decir). Si el film de Sturges anticipaba una tendencia de futuro, el de Fuqua se limita a reproducir esa estética tristona, descolorida, un poco plana que ya hemos visto en Pistoleros en el infierno (1972) de Robert Benton, Forajidos de leyenda (1980) de Walter Hill, Tombstone (1993) de George P. Cosmatos, Wyatt Earp (1994) de Lawrence Kasdan, Open Range (2003) de Kevin Costner o Appaloosa (2008) de Ed Harris.

Igualmente, la mayoría de los elementos narrativos carecen de originalidad y estaban presentes bien en la película de Kurosawa bien en la película de Sturges. El reparto, en general, cumple pero sin ir mucho más lejos, con la excepción quizás de Vincent D’Onofrio. Peter Sarsgaard acaba dibujando un villano caricaturesco sin mucha más enjundia. Aunque este aporta el único elemento personal del film (en su discurso inicial en la iglesia, donde se nota la mano de Nic Pizzolatto, guionista de True Detective) lo que allí se plantea se queda solo en ese momento y no tiene mayor recorrido.

En suma, aunque es una película entretenida que se ve con cierto agrado y sin demasiado fastidio, no es menos verdad que la nueva versión de Los siete magníficos se olvida con suma facilidad una vez que terminan de aparecer los títulos de crédito finales.

 

Nota (de 0 a 10): 6,5.

Lo que más me gustó: Es un eficaz espectáculo visual…

Lo que menos me gustó: … y punto.

 

No eclipsa a las anteriores. Eficaz espectáculo visual. @jmcruzbar Clic para tuitear

 

Tus estrenos de cine, una sección de José Manuel Cruz