Aquellas golosas y simpáticas moscas —también algo cojoneras— de Antonio Machado son sustituidas en Nocturno insecto de Beatriz Russo por su particular «mundo-insecto», un universo creado como ideal alegoría para representar fastidios morales y existenciales vacíos. Dividido en tres capítulos, correspondientes a otros tantos «Nocturnos», y con un «Diurno infinito» compuesto, a modo de epílogo, por una única composición, estamos, digámoslo ya, ante un poemario de fuerte originalidad. Y también total por unitario, orgánico y cíclico. En efecto, es este un libro de gran concentración ideológica y expresiva, pero no uno de elucubración filosófica (con el riesgo que eso conlleva a la hora de esterilizar la emoción poética); no: en este caso estamos ante toda una recreación capaz de humanizar y vitalizar a la naturaleza y al hombre.

#NocturnoInsecto de @BeRusso, alegoría para representar fastidios morales y existenciales vacíos. Clic para tuitear

Pero, ¿cómo plasma la poeta madrileña estas ambiciosas intenciones en sus versos? Cuando pone bajo la lupa de entomóloga a sus insectos, estos vendrán referidos con atributos nada positivos: así, son heraldos de la muerte, violadores, «galanes de alcantarillas» que luego derivan en pésimos amantes, cuando no en ineficaces incluso para dar sombra, o nombrados, asimismo, como ciegos y voraces parásitos. Solo el grillo (por su filarmónico canto) o el saltamontes (por sus libérrimos saltos) sortean esta zoológica desconsideración. Seguros de haber posado su oscura impronta sobre los lectores, los insectos —sin desaparecer— ceden protagonismo a composiciones en las que los estados anímicos de Russo (tendentes a pesarosos y sombríos) ofrecen una peculiar continuación a este libro, haciendo que no siga una trayectoria lineal, sino circular y concéntrica.

Nocturno insecto se ha transformado en poemario de variaciones, de desdoblamientos, de desbordamiento, que requiere abandonarnos emocionalmente para impregnarnos del ritmo de su palabra y de su pensamiento. Bellas estampas de la niñez se concretan en amores esperados, pero rápidamente truncados ante la inconstancia de lo efímero. Transformada en mujer, la rebeldía de la poeta, acongojada por amores contrariados y picada por el peligroso veneno de la nostalgia hacia uno mismo, encuentra en el solitario vuelo de una imperial águila ejemplo a seguir. Los amargos lamentos ante una vida rutinaria (que incluye a la promiscuidad) hacen parecer apetecible lanzarse de cabeza al mar o convertirse en una hierática esfinge.

Los intangibles vuelos a la libertad personal acaban siendo la salida para llegar a la resurrección, empeño este que incluye matar a los dioses y desprenderse de las máscaras. Fruto de tal radicalidad son los poemas en que vislumbramos ese cielo invisible, los cuales, junto con aquellos donde se saluda a la maternidad como sinónimo de plenitud, dan la nota positiva a este amargo poemario.

Es la capacidad de recibir golpes lo que hace escritora a Beatriz Russo. Transformar golpes en revelaciones, demostrar la existencia de algo real que se encuentra detrás de las apariencias, es lo que desvela Nocturno insecto. Expresadas en palabras, esas visiones adquieren el carácter de algo íntegro.

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En síntesis, estamos ante un poemario de búsqueda paradisíaca.

Sobrevolar la copa de los árboles, / y perderle el miedo a la soledad del vuelo. / Hay pájaros en los vagones de la bruma, / viajan certeros por las veredas de lo efímero.

 

 

 

 

Nocturno insecto

Beatriz Russo

Ediciones Tigres de Papel, 2014.

ISBN: 9788494220272

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Reseña de Manu López Marañón