Cine de estreno: Pájaros de verano

Uno de los estrenos más interesantes de este mes de marzo es, sin duda, la película colombiana Pájaros de verano (2018), codirigida por Cristina Gallego y Ciro Guerra. La película se estrenó en la Quinzaine des Réalisateurs en el pasado Festival de Cannes y constituye un atípico thriller art-house sobre los inicios del narcotráfico en la región de La Guajira de la Costa Norte Colombiana, narrado como si fuera un documento etnográfico sobre el pueblo indígena de los wayúu.

Los wayúu: la palabra como garantía de paz

Los wayúu son una nación con más de seiscientos mil integrantes y la primera fuerza indígena en Colombia. Su universo se sostiene en una fuerte relación con el territorio y sus ideas sobre el mundo les han permitido construir una identidad basada en una serie de principios donde la mujer mantiene el linaje y cuenta con un papel dominante que constituye una forma de matriarcado.

El artífice, y al mismo tiempo, la columna vertebral de la comunidad, es el pütchipü o palabrero, el que trae y lleva la palabra, representando a cada familia o clan y actuando como un portavoz, así los wayúu se convierten en los hijos del viento y la primavera. Ese pensador pacífico, de origen mitológico y con nombre de diversas aves, que con su autoridad moral garantiza el diálogo, es el que usando la mejor creación humana, la palabra, preserva la paz y la vida.

Los #wayúu son una nación con más de 600.000 integrantes y la primera fuerza indígena en #Colombia. @pajarosdeverano, de cómo una cultura basada en el diálogo es destruida a causa del #narcotráfico. #cine #crítica @OrdunaMaite. Clic para tuitear

Pájaros de verano: El destino de una saga criminal wayúu que cambió la palabra por las armas 1

El sistema normativo wayúu aplicado por el palabrero o pütchipü es, sin duda, una de las manifestaciones culturales más importantes de la etnia —hasta el punto de haber sido considerado recientemente como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad— y se constituye en un orgullo nacional cuyos ejemplos de paz han trascendido. La confianza en lo que se dice y el valor inquebrantable de la palabra les ha permitido sobrevivir durante siglos como una cultura de diálogo. Aunque a lo largo de su historia también ha habido muchas guerras entre ellos, sus familias y clanes, los wayúu se sostienen por creer en el palabrero, convirtiendo esta tradición en el lema de la película:

Si hay familia, hay honor. Si hay honor, hay palabra. Si hay palabra, hay paz.

Por ello, el título Pájaros de verano tiene un doble significado. Por un lado, evoca las diversas especies de aves que forman los mitos de los nativos wayúu, que han vivido durante miles de años en la región de Guajira, en el noreste de Colombia, una pintoresca franja de llanuras semidesérticas enclavada entre la jungla y el mar. Y por otro, recuerda a los Aircraft Cessnas y otros aviones ligeros que, a medida que la historia avanza, comienzan a aterrizar en el área para recibir entregas de marihuana que se enviarán a los Estados Unidos, y al hacerlo provocarán una ola de prosperidad económica y derramamiento de sangre que destruirá a los wayúu, sus tradiciones y su poder moral.

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Pájaros de verano: los inicios del narcotráfico en Colombia

Pájaros de verano ha contado con el mismo equipo que El Abrazo de la Serpiente —dirigida por Ciro Guerra y producido por Cristina Gallego en 2015—, siendo finalista en los Óscar de este año a Mejor Película Extranjera. En ella los autores exploraron cómo las culturas indígenas se corrompieron a principios del siglo XX, cuando los exploradores, misioneros y buscadores se aventuraron en la Colombia nativa. Los directores, junto con los guionistas María Camila Arias y Jacques Toulemonde, abordan temas similares a través del prisma de una saga criminal que cuenta con un «Padrino» indígena, y narra la lenta y constante destrucción de una familia wayúu muy unida que se enreda en el comercio internacional de drogas en los años 70, en una trama muy similar a cualquiera de los clásicos episodios de la Mafia. Pájaros de verano explora, de forma inteligente y segura, cómo las tradiciones antiguas y los valores que en ellas se sustentan se pueden corromper y destruir por el dinero y la propia codicia, convirtiéndose en su aniquilación.

Pájaros de verano se divide en varios cantos o capítulos, como un poema épico. Todo comienza con una celebración familiar: en este caso, el paso a la edad adulta de Zaida, interpretado por Natalia Reyes, la hija de la matriarca local Ursula Pushaina (magnífica Carmina Martínez), quien gobierna sobre su tribu con una mezcla de superstición y gran determinación. Durante la ceremonia, que los realizadores captaron en una colorida muestra de danza y música, un joven llamado Raphayet Abuchaibe, interpretado por José Acosta, pide la mano de Zaida en matrimonio. En la primera de muchas negociaciones, el Pütchipü  y sabio tío de Úrsula y Raphayet, Peregrino (José Vicente Cotes), logra ponerse de acuerdo sobre la dote. Pero la cantidad es demasiado elevada para que el novio, que trafica con el licor y los granos de café, pueda pagarla.

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Después de una de las entregas de mercancía, Raphayet y su compañero Moisés (John Narváez), que no pertenece a los wayúu, se encuentran con un grupo de estadounidenses que trabajan para el Cuerpo de Paz, distribuyendo folletos de «Diga No al Comunismo». Este cuerpo fue creado por el Presidente Kennedy para frenar el comunismo en 1961, un total de 64 voluntarios enviados para instruir a las comunidades en desarrollo agrícola, educación, salud y construcción. Los que pasaron por la Sierra Nevada de Santa Marta descubrieron las aptitudes del suelo para el cultivo de la Marihuan (Marimba). Los gringos, viendo el gran negocio que se abría con el incipiente movimiento hippie, convencieron a los pequeños productos para que cambiaran sus cultivos por el cannabis y poder venderlo de vuelta a casa en Estados Unidos.  

Apenas volvemos a ver a los gringos, y uno de los méritos clave es revelar con esmero cómo el tráfico de drogas arrasa a aquellas personas que se encuentran al comienzo de la cadena de suministro. Se muestra el lado negativo del American Made, narrando lo que sucede en las tierras productoras de origen, una fase olvidada por casi todas las películas de narcotráfico.

Raphayet consigue la mercancía haciendo un trato con su primo, el viejo y poderoso Anibal (Juan Martínez), quien dirige una enorme plantación de cáñamo en medio de la jungla. Raphayet se convierte rápidamente de un pequeño comerciante a un importante capo de un clan que se enriquecerá exponencialmente durante la siguiente década, pasando de chozas de paja en la playa a la mansión de un rey de las drogas rodeada por un extenso desierto. Pero la nueva riqueza traerá consigo una gran cantidad de problemas, desde Moisés, que es un arijuna (extranjero) y que no comprende ni acepta la cultura wayúu, hasta el incontrolable hijo de Ursula, Leonídas (Greider Meza), quien en gran medida se corresponde con el personaje de Fredo Corleone de El Padrino de Mario Puzo

Pájaros de verano se nos presenta como dos películas en una. Por una parte, nos muestra las implicaciones, deseos  y dificultades de nuestros protagonistas en formar una familia, a través de las costumbres y rituales de los wayúu, de su aprecio por la vida, su aceptación y respeto por la muerte, la mediación entre las familias por el palabrero, los diálogos en wayuunaiki, con escasos intervenciones en español que los diferencian de los alijunas. Pero los directores no idealizan las comunidades indígenas, que han sido condenadas a vivir como marginales y a vagar sin rumbo por la árida tierra de La Guajira, por su propia codicia y la traición a su valores familiares y éticos.  

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Por otra parte, Gallego y Guerra nos ofrecen una buena cantidad de acción durante la segunda mitad de la película, aunque gran parte de la violencia más truculenta tiene lugar fuera de cámara. Retratan con crudeza lo que fué el prólogo del periodo conocido como la famosa Bonanza Marimbera, sucedido entre 1975 y 1985, durante el cual se produjeron grandes entradas de dólares fruto de la actividad de bandas de narcotraficantes que se dedicaron al cultivo y exportación ilícita de marihuana, con el consentimiento corrupto de las autoridades.

Aunque la directora afirma:

Pero nosotros no queríamos contar la historia que sale en los anaqueles de las bibliotecas, queríamos contar todo lo que estaba en silencio.

Conforme avanzaba el trabajo de campo, se les iba revelando la cosmogonía wayúu: familias matrilineales, hombres herméticos y mujeres imponentes. Gallego veía claro que tenía que dirigir la película.

Nos dimos cuenta de que la visión femenina era el diferencial de nuestra historia y el cambio de roles resultó natural. Esa visión tenía que ser la mía.

 

Pájaros de verano es un relato sorprendente, original, poético y con una puesta en escena de gran belleza. Nos encontramos ante una de las grandes películas no solo colombiana, sino del cine universal.

Maite Orduña Miró

 

#Crítica: @pajarosdeverano, @icristinagl y @CiroGuerra. Un relato sorprendente, original, poético y con una puesta en escena de gran belleza. Una de las grandes #películas del cine universal. #Narcotráfico. #wayúu. @OrdunaMaite. Clic para tuitear

 

Pájaros de verano

Colombia, 2018

Dirección: Ciro Guerra, Cristina Gallego

Guion: Maria Camila Arias, Jacques Toulemonde

Música: Leonardo Heiblum

Fotografía: David Gallego

Reparto: Carmina Martínez, José Acosta, Natalia Reyes, Jhon Narváez, Greider Meza, José Vicente Cote, Juan Bautista Martínez

Productora: Coproducción Colombia-Dinamarca-México; Ciudad Lunar Producciones / Blond Indian Films / Pimienta Films / Snowglobe Films / Films Boutique