Comentaba Almudena Grandes, hace algún tiempo, cómo la lectura de la gran narrativa del XIX le había supuesto un descubrimiento. Averiguar porqué esos mismos maestros del ochocientos continúan impactando sobre tantos escritores avalados por ventas y crítica es un estudio que debería haber sido hecho ya en España. Por encima de la lluvia, séptima novela de Víctor del Árbol (Barcelona, 1962), se decanta también hacia esas formas del realismo decimonónico, añadiendo del naturalismo posterior su determinismo ambiental.

Servida por una omnisciente voz avanza esta obra gracias a abundantes planos narrativos que se superponen, entrecruzándose hasta conformar un tapiz de retazos temáticos que le otorga tanto su equilibrio técnico como un cierto embrujo. Dicho de otra forma: construyendo Por encima de la lluvia sobre un muy pensado andamiaje para que lógica temporal y espacio narrativo caminen juntos sin perder el paso, el autor barcelonés logra mantener la atención, dando, en todo momento, esa impresión de solidez que busca y tanto agradece su entregado público.

Sobre este molde se calzan los retratos psicológicos de un complejo torbellino de pasiones que conjuga condicionantes individuales, históricos y sociales.

#Reseña de #PorEncimaDeLaLluvia, de @Victordelarbol. Manu López Marañón: planos narrativos que se superponen y conforman un tapiz de retazos temáticos que le otorga tanto su equilibrio técnico como un cierto embrujo. Clic para tuitear

El eje de la acción pivota en dos septuagenarios, Helena Pizarro (70 años) y Miguel Gandía (75), que se encuentran en una residencia de la tercera edad para pacientes de alto nivel económico. Las excentricidades de un amigo de Helena, el profesor de música Marqués, y su muerte posterior en el psiquiátrico de Málaga, facilitan el acercamiento de los protagonistas.

Este presente de 2014 pronto se ve sacudido por el ayer. Sobre Miguel el pasado golpea duro. Así, se siente culpable por los sufrimientos de su madre, quien tuvo que prostituirse en Madrid durante la postguerra para sacarlo adelante. Amenazas más actuales, causadas por su yerno Gustavo, un psicópata que maltrata a su hija Natalia, no colaboran precisamente a capear su inicio de alzhéimer. Aquella desventurada niñez y el duro aprendizaje de la vida han convertido a Miguel, jubilado de banca, en un viudo desengañado y enfermo.

Recuerdos relacionados con otra infancia no menos traumática en Tánger, donde su madre quiso ahogarla en la playa antes de suicidarse; con el descubrimiento de la homosexualidad de su padre, el capitán del ejército español Enrique Pizarro, y, sobre todo, con la dramática muerte de su hijo David en un absurdo accidente, ofrecen el suficiente calado para haber llevado a Helena hasta su presente soledad. Una soledad que tendrá como único paliativo a ese «otro David» que vive en Malmö y con el que se comunica vía Skype.

Miguel y Helena confirman la verdad del proverbio: «Un pasado difícil produce hijos difíciles».

La prolífica despersonalización de Dickens y Balzac los llevaba a llorar por los personajes que morían en sus páginas. Percibir a las criaturas imaginarias como seres vivos es un incontestable logro estético. Y Víctor del Árbol lo consigue con estos dos ancianos… Pero, ¡ay!, ha contado sus historias con detallismo anecdótico, sazonando las tramas con muchos datos suplementarios y laterales. En efecto, me ha parecido que en más ocasiones de las deseadas se llega al exceso. Un paradigma de esta abrumadora tendencia lo percibo durante el capítulo 25, cuando, en pleno clímax de desenlace, se corta para insertar extemporáneamente el desarrollo de un noviazgo universitario.

Además de Miguel y Helena, transitan por la novela sus familias y otros allegados. A partir de ellos se ramifica un centón de asuntos y conflictos que busca englobar el máximo número posible de sustratos de lo real. Sobresalen violencias de género, reencuentros, delincuencia juvenil, racismos, venganzas… y, por supuesto, tres espeluznantes crímenes en una truculenta historia noir que tiene lugar en Malmö. Un evidente homenaje al padre de la novela nórdica, el sueco Henning Mankell, y a la que, para mí, es su obra maestra: La quinta mujer. Esta extensa subtrama, amalgamada al resto y bien cerrada por Víctor del Árbol, acaba por convertirse en la más convincente del conjunto.

Por encima de la lluvia sabe crear un microcosmos en donde, a pesar de predominar la maldad en estado puro y los más básicos instintos, encontramos posos de honradez y bondad. Fundamentalmente son aquellos que nos dejan Helena y Miguel, apoyados por unas benéficas «presencias» resistentes a desaparecer de sus vidas: su padre, Amador, en el caso de Miguel, y la amiga íntima, Louise, en el de Helena. Pero incluso con esos apoyos no pueden evitar ser zarandeados por los vendavales de la existencia y el narrador no tiene demasiada piedad que digamos con ambos. Será la hija de Miguel, una Natalia salvada in extremis del abismo, y el pequeño nieto, quienes ofrezcan una mayor esperanza sobre el desabrido futuro que ya está aquí.

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Convertido Víctor del Árbol en un narrador consciente (quizá demasiado) del alcance de sus dones, en esta ocasión ha creado un trabajo imponente, pero la misma extensión de su labor constituye, a la vez que una prueba, una rémora. Por encima de la lluvia, encomiable por ambición, ganaría con una buena poda que suprimiese detallismos, datos innecesarios y algo de verbosidad. Echando asimismo en falta un mayor riesgo en la forma creo que con un enfoque menos apegado al pasado, el caudal ficcional de Víctor del Árbol se llevaría de calle a otro grupo, no menos numeroso que el que ya tiene, de lectores.

 

 

Por encima de la lluvia

Autor: Víctor del Árbol

Editorial: Destino

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Reseña de Manu López Marañón