Hoy, Teresa Suárez nos habla sobre Pulp, la última novela completa escrita por Charles Bukowski publicada en 1994, poco antes de su muerte.

Pulp

Yo tenía talento, tengo talento. A veces me miro las manos y me doy cuenta de que podría haber sido un gran pianista o algo así. Pero ¿qué han hecho mis manos? Rascarme las pelotas, firmar cheques, atar zapatos, tirar de la cadena de los retretes, etc.

Hasta hace poco pensaba que sería incapaz de volver a sumergirme en otra novela protagonizada por un detective alcoholizado, grosero, macho alfa, a quien pese a ser poco higiénico, de físico decadente y escasa habilidad sexual, no hay fémina que se le resista sobre la faz de la tierra.

Pero oí hablar de Belane, Nick Belane, y caí de nuevo. En mi descargo debo decir que no se trata de un cualquiera.

Nick Belane es el mejor detective de Los Ángeles y Hollywood; el más pendenciero, castigador, churretoso y beodo, nacido de la beoda pluma de Bukowski, Charles Bukowski, único escribiendo sobre borracheras, vomitonas, juego, apuestas, mujeres despampanantes y mal sexo, todo ello narrado con un sentido del humor tronchante («Allí estaba yo a mis 55 años […] Mi padre me había advertido que acabaría mis días meneándomela en el porche trasero de algún desconocido en Arkansas. Y aún estoy a tiempo de hacerlo. Los autobuses para allá salen a diario») que es la envidia de propios y extraños.

Nick Belane es el mejor detective de Los Ángeles y Hollywood; el más pendenciero, castigador, churretoso y beodo, nacido de la beoda pluma de #Bukowski. #Pulp. La opinión de Teresa Suárez. Clic para tuitear

Pulp se inicia en el despacho de Nick donde con un calor del demonio, el aire acondicionado no funciona, y sin un mal caso que llevarse a la boca, Belane ejercita mente y reflejos matando moscas. De repente suena el teléfono. Al aparato una seductora voz femenina le informa de que tiene un trabajito para él bastante inusual. Quedan en verse más tarde en persona.

A la manera tradicional, cuando la misteriosa dama entra en la oficina tiemblan las paredes, se detiene el tiempo y el detective casi tiene un orgasmo solo con mirarla («Bueno, o sea, aquello no era justo. El vestido la estaba tan apretado que casi le estallaban las costuras […] Llevaba unos tacones tan altos que parecían zancos. Caminaba como un borracho contoneándose por la habitación. Un glorioso vértigo de carne»). ¿Su nombre? Señora Muerte (¿a alguien se le ocurre una mujer más «fatal» que ésta?). ¿Su encargo? Demostrar si un tal Celine, que se pasea por la librería de Red («un buen tipo pero un poco chiflado») preguntando sobre Faulkner, Carson McCullers y Charles Manson, es un impostor o es el auténtico Louis Ferdinand Auguste Destouches (1894-1961), más conocido como Louis Ferdinand Céline o Céline a secas, que ha conseguido, no se sabe cómo, burlar a La Llorona.

A partir de ese momento al ocioso Belane comienzan a lloverle los casos. John Barton le contrata para encontrar al Gorrión Rojo. «¿Qué demonios es eso?», pregunta Nick (¿un pariente lejano del Halcón Maltés o la versión masculina de la Gorriona Roja?). Nada, no hay pistas, solo la certeza de que anda por ahí en algún sitio y la promesa de que si lo encuentra recibirá 100 dólares mensuales de por vida. Mientras se lía a hostias con su casero, que intenta desahuciarlo de una vez por todas, la buena racha de Nick continua. Jack Bass («más de cincuenta años, rico a medias, nervioso a medias […] una verruga en la parte superior izquierda de la frente, ojos marrones, corbata, dos coches, dos casas […] jugaba a la Bolsa y era bastante patoso») quiere que Belane investigue si su mujer Cindy, veinte años más joven («¡Dios mío! ¿Es realmente así? Se me está poniendo dura solo de verla»), se la pega con otros.

Celine, el Gorrión Rojo y ahora lo de Cindy Bass. No hay duda, el negocio empieza a remontar.

Como mandan los cánones…

Cerveza, vino, vodka doble con tónica y una pizca de lima, whisky y soda o gin tonic… Litros de alcohol corren por las venas del detective.

Guiños a John Fante («No estoy de broma. Pregúntale al polvo»), cuyo libro Bukowski prologó el 5 de junio de 1979, y a Faulkner (Nick, de gusto literario impecable, sopesa pagar 2.800 dólares por un ejemplar firmado de Mientras agonizo), dos de sus escritores favoritos.

Y ese pesimismo posresaca que nunca falta: «Así que allí estaba yo, de vuelta en mi oficina […] Me sentía insatisfecho y, francamente, bastante jodido por todo. No estaba yendo a ninguna parte, ni tampoco el resto del mundo. Estábamos haciendo tiempo, esperando morir, y mientras tanto hacíamos bobadas para llenar el vacío. Algunos ni siquiera hacíamos bobadas. Éramos vegetales. Yo era uno de esos. […] Me sentía como un nabo».

La guasa alcanza tales cotas que, puestos a hablar de  femmes fatales, Bukowski desbarra con el caso de Grovers, Hal Grovers, a quien le persigue Jeannnie Nitro (¿de Nitroglicerina por lo explosiva?), una alienígena del planeta Zaros («un ser impresionante, provocador, con unos ojos bellísimos que sonríen, la boca un poco hacia abajo, los labios como si estuvieran a punto de soltar una carcajada ante tu indefensión») que no lo parece en absoluto («¿qué importaba que fuese una extraterrestre? Estaba tan buena que lo que uno habría querido era que hubiese más de esas por ahí»).

En Pulp Bukowski se revuelca, arremete contra todos los clichés propios del género creando al hacerlo, puede que a su pesar, un desternillante relato negro que engancha al principio, pierde fuelle, frescura, en la mitad y cansa un poco al final por repetitivo.

Yo, que adoro a Bukowski, no puedo decir, no quiero, si Pulp está escrito con respeto o es una burla descarnada; si es una parodia de la novela negra o un homenaje.

Si la dedicatoria de Bukowski («Dedicado a la mala escritura») es una pista o no, les corresponde decidirlo a ustedes.

 

Hoy, Teresa Suárez nos habla sobre #Pulp, la última novela de Charles Bukowski, parodia y homenaje de la #novelanegra. Clic para tuitear

 

 

Pulp, de Charles Bukowski

 

 

Pulp

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La opinión de Teresa Suárez

Portada de la reseña: David de la Torre