Como no hay dos sin tres, en esta ocasión, admiramos la belleza de Rompiendo las olas, de Lars von Trier, de la mano de Teresa Suárez.

(Las otras dos a las que nos referimos son La casa de Jack y Melancolía, ambas reseñadas en Revista MoonMagazine. Las podéis leer aquí y aquí).

Rompiendo las olas, de Lars von Trier

La Reforma no significaba únicamente la eliminación del dominio eclesial sobre la vida, sino más bien […] la sustitución de un dominio extremadamente suave, en la práctica apenas perceptible […], por otro que había de intervenir de modo infinitamente mayor en todas las esferas de la vida pública y privada, sometiendo a regulación estricta y onerosa el estilo de vida.

Weber, Max (1920), Ensayos sobre sociología de la religión I (pág. 28)

A principios de los años 70, Bess McNeill (¡maravillosa Emily Watson!) una ingenua joven nacida en una pequeña localidad de la costa norte de Escocia se enamora de Jan Nyman (Stellan Skarsgård), un forastero que trabaja en una plataforma petrolífera.

Para casarse con Jan, Bess debe solicitar el consentimiento de la rígida comunidad religiosa en la que vive. Pese a la reticencia del consejo de ancianos, Bess contrae matrimonio con Jan. Tras un breve permiso, Jan debe volver a su trabajo en la plataforma por un período prolongado de tiempo.

Rompiendo las olas, de Lars von Trier. La gran belleza

Bess contrae matrimonio con Jan

La desesperada e irracional Bess cuenta angustiada los días que faltan para que su marido regrese. Incapaz de soportar la ausencia del amado, Bess pide, exige, a su dios, con el que dialoga mentalmente a todas horas, que Jan vuelva junto a ella de manera inmediata.

Cuando Jan sufre un accidente que lo deja paralítico, el remordimiento minará la cordura de Bess. Convencida de que la causa del accidente ha sido su egoísmo, accederá, a petición de su marido, a tener breves escarceos sexuales que después le relatará con detalle para su enfermizo deleite.

La iglesia presbiteriana, de origen escocés, es producto de la Reforma Protestante de Calvino. En las comunidades presbiterianas, la iglesia está dirigida por una asamblea representativa de ancianos. Como el resto de los protestantes, los presbiterianos creen que tener fe, no las obras, es la única manera de alcanzar la salvación.

Por eso, persuadida de que la recuperación total de Jan exige de ella, como firme devota, una muestra inquebrantable de fe («La eclesiología presbiteriana busca que el culto esté centrado en la fe en el sacrificio de Cristo, teniéndole a Él como centro en todo momento»), Bess McNeill se ofrecerá como mártir para que Dios, conmovido, vuelva sus ojos hacia Jan y le ordene aquello de: ¡levántate y anda!

En Rompiendo las olas Lars von Trier utiliza el amor de una creyente por una persona agnóstica para mostrarnos como, a lo largo del tiempo, el poder religioso, y las obligaciones éticas ligadas a él, no solo han condicionado la conducta de sus fieles, sino que han creado una mentalidad colectiva que rechaza el individualismo y exige sumisión y obediencia a todos los corderos que forman el rebaño.

Quien se atreve a quebrantar las normas es expulsado del grupo. Ni piedad, ni familia, ni perdón… El castigo por la desobediencia, un peligro para la comunidad, es el ostracismo más absoluto.

Emily Watson, actriz británica que, allá por el año 1996, debutó en el cine con esta película, realiza una interpretación soberbia. Con el candor y ternura que imprime a su personaje, logra que los espectadores, conmovidos por su bondad, contemplemos, sobrecogidos, cómo desquiciada por el dolor, la obsesión sexual, el fervor religioso y la culpa, la bondadosa Bess McNeill se encamina hacia un trágico final.

Rompiendo las olas, de Lars von Trier. La gran belleza 1

Nostalgia, soledad, dolor, emoción,  tragedia…

Pese al buen hacer del resto de los actores, especialmente Stellan Skarsgård como Jan y Katrin Cartlidge como Dodo McNeill (quien asume la pesada carga de intentar mantener dentro de los límites de la realidad a su inestable cuñada), la sombra de la abnegada Bess que interpreta Emily Watson es, me temo, tan, tan alargada, que apenas deja hueco para el lucimiento de alguien que no sea ella misma.

¿Por qué rompen las olas en la orilla? Según dicen, la culpa es de la profundidad, en la orilla hay menos y eso hace que la ola avance más despacio, destroza su equilibrio y provoca que acabe rompiendo contra el suelo produciendo, al hacerlo, ese ruido tan característico.

Nostalgia, soledad, dolor, emoción,  tragedia…

 

Rompiendo las olas, de Lars von Trier. Nostalgia, soledad, dolor, emoción, tragedia… La opinión de Teresa Suárez @pitosporum. #cine #crítica. Clic para tuitear

 

Cuando contemplo cómo rompen las estremecedoras olas de Lars von Trier, una Negra sombra me atenaza, una sombra tristísima, y lo que suena en mi cabeza son los versos de Rosalía de Castro, la voz de Luz Casal y la flauta de Carlos Núñez

¡Que grande bellezza! (por su provocación, la importancia de la música y el color, las imágenes preciosistas y unos personajes a los que nunca sabes si debe amar u odiar, Lars Von Trier me recuerda a Sorrentino, otro de los directores europeos que tanto admiro).

 

¡Que grande bellezza! Por su provocación, la importancia de la música y el color, las imágenes preciosistas y unos personajes a los que no sabes si ama u odia, Lars Von Trier me recuerda a Sorrentino, al que tanto admiro. @pitosporum. Clic para tuitear

 

 

 

La opinión de  Teresa Suárez

Portada de la reseña: David de la Torre

 

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