No resulta sencillo reseñar un libro como Seis tonos de negro. Conformado por treinta relatos de seis autoras, alberga en sus más de doscientas páginas una infinidad de escenas inquietantes, intrigantes y espeluznantes, no pocas de ellas rayanas en el gore, en un abanico de crímenes salvajes, refinados y retorcidos que no puede dejar indiferente. El título del conjunto queda más que justificado, si bien puede decirse que dentro del estilo y los temas de cada autora hay un nuevo abanico infinito, lo que multiplicaría exponencialmente los distintos tonos.

#SeisTonosDeNegro, 30 #relatos de seis autoras: @YGilJacaSCR @marian_peyro @anavarropeiro @sleonpelaez Elizabeth Villamán y María Teresa Urruchi. @PGEdiciones. Del policiaco al #terror puro. #RecomiendaLeer: @rosaggv. Clic para tuitear

Del policíaco al terror puro, con presencia de monstruos humanos y sobrenaturales y una serie heterogénea y heterodoxa de subgéneros, Seis tonos de negro produce esa sensación híbrida y difícilmente explicable que sólo un lector apasionado puede comprender en toda su extensión: una mezcla entre la repulsión y la imposibilidad de soltar el libro, una compulsión que empuja a seguir devorando las páginas de cada relato. Se da cita aquí lo peor del ser humano, eso que las autoras llaman en el prólogo «los distintos aspectos del mal que nutren el género negro». Aunque también, avisan, hay un hueco para la ternura.

Ya lo dicen en el #prólogo las autoras: «los distintos aspectos del mal que nutren el género negro». También, avisan, hay un hueco para la ternura. @YGilJacaSCR @marian_peyro @anavarropeiro @sleonpelaez @PGEdiciones #Reseña: @rosaggv. Clic para tuitear

Hay elementos comunes en más de un relato, que atraviesan fronteras de una autora a otra. Sirvan de ejemplo los rastros de humor, muy negro, en el interesante relato «El televisor», de Marián Peyró. La misma autora juega con la sorpresa impactante en el final de «En las cuerdas», que explora la locura después de un trauma inefable. «La visita» repasa de una manera brutal el anhelo de desaparecer de un protagonista vulgar y corriente, al tiempo que deja en el lector un regusto acre del que no es fácil librarse.

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Una amargura que sólo encuentra su vía de escape en la venganza más sangrienta y retorcida se hace carne en «Las olas», de Yolanda Gil, y en «Cordones desatados», de Silvia León, tomando ambos como fondo y centro temático el abuso de menores. La corrupción de la inocencia, encarnada por los niños, se hace presente también en «El cuarto de las marionetas», de Elizabeth Villamán, y en «Un refugio familiar», de nuevo de Silvia León. Y aunque «Terapia», de Yolanda Gil, juega con otros recursos, tiene en común con los anteriores su tremendo poder de atracción. El lector no podrá evitar devorarlos, aunque tal vez sus imágenes queden en la memoria y amenacen con insistencia sus pesadillas. Los amantes del género policíaco más tradicional, entreverado de presencias diabólicas, disfrutarán sin duda de la pareja de relatos de Ángeles Navarro, «El sacrificio», habilísima combinación de razón y miedo irracional, de verdad y apariencia, de honestidad y de maldad en estado puro.

Audaces juegos de voces narrativas, flujos de conciencia superpuestos, puntos de vista simultáneos, alternos y a veces enloquecedores, y un abanico de temas, tratamientos y registros lingüísticos e idiomáticos. Entran en juego escenarios múltiples, que van de lo más cotidiano y familiar, a lo más sublime y sórdido, o lugares paradójicos, como las idílicas pozas del pueblo de «Parecerá un accidente», de Yolanda Gil, perfectas para perpetrar una anhelada y retorcida venganza. Atmósferas volátiles, ambiguas, potentes giros dramáticos, como la realidad simulada en «La noche de la gran luna», que encuentra su tema en la violación y el inesperado asesinato de una joven. El telón de fondo es común al «Laura murió ayer», donde María Teresa Urruchi presenta un estremecedor alegato, muy personal y lleno de afecto y ternura. Y este aspecto se halla igualmente en el muy sutil y hermoso «La cartera de materia» (Marián Peyró), que en su final abierto aparece no exento de cierta justicia poética que arranca en el lector, ahogado entre tanta negrura, un suspiro de alivio.

Audaces juegos de voces narrativas, flujos de conciencia superpuestos, puntos de vista simultáneos y un abanico de temas, tratamientos y registros lingüísticos e idiomáticos.#SeisTonosDeNegro @PGEdiciones @rosaggv. Clic para tuitear

Heterogéneo desde su propia concepción, Seis tonos de negro se resiste a un comentario unívoco. Con todo, la mayor parte del tiempo estaremos buceando en páginas de una oscuridad propia de una noche cerrada, iluminada sólo por ciertos retazos de debilidad y de melancolía, de sorpresa ante la propia muerte, ante la violencia ajena y de un instinto de salvación y de protección que surge como una flor en medio de la basura. Pero esta falta de homogeneidad, lejos de ser censurable, ofrece al lector amante de las emociones fuertes una gran variedad de posibilidades. Y en la variedad, como dicen, está el gusto.

#SeisTonosDeNegro @PGEdiciones ofrece al lector amante de las emociones fuertes una gran variedad de posibilidades. Y en la variedad, como dicen, está el gusto. @rosaggv @YGilJacaSCR @marian_peyro @anavarropeiro @sleonpelaez. Clic para tuitear

 

Seis tonos de negro: heterogéneos relatos de maldad humana y sobrehumana

 

 

Seis tonos de negro

Varias Autoras

Ediciones PG, 2019

Sombras oscuras

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Reseña de Rosa García Gasco

Portada de la reseña: David de la Torre