Selena Quintanilla  — como figura de la cultura pop —  tiene todo para convertirse en un mito por derecho propio. Después de todo, su corta y exitosa vida desemboca en una conjunción de situaciones que sostienen lo que es sin duda una de las historias más trágicas del mundo del espectáculo de las últimas décadas: una estrella a punto de llegar a la fama internacional y una posible consagración definitiva; una historia de amor apasionada; un conflicto familiar cada vez más complejo; y, al final, un asesinato violento cometido por la cabeza visible del revuelo a su alrededor. Que Selena Quintanilla muriera en la cúspide de las posibilidades a manos de la presidente de su club de fanáticos es quizás una de las ironías más extrañas y dolorosas de una historia con cientos de matices y graduaciones. Convertida en un ídolo trágico, mezcla de una leyenda popular contada hasta la saciedad a mayor gloria de los que le sobreviven y la imagen que se desea vender sobre la cantante, Selena es ahora mismo una incógnita inquietante. ¿Quién era la mujer asesinada en medio de una situación tan confusa? ¿Por qué es necesario que su historia vuelva a contarse, después de una película, una serie, media docena de libros y finalmente una nueva reinvención para Netflix?

¿Por qué esa necesidad de contar la historia de #Selena una y otra vez, después de una película, una serie, media docena de libros y una nueva reinvención para Netflix? @Aglaia_Berlutti opina sobre #SelenaNetflix Clic para tuitear

El estreno de la serie para Netflix replantea esas preguntas y también, analiza de forma muy directa un tema elemental: ¿por cuál motivo la figura de Selena continúa siendo relevante de una forma u otra? ¿Por qué la serie se rueda en inglés y se muestra a la cantante como una «buena chica norteamericana» que intenta conquistar el mercado latino? El cambio es notorio y también, la concepción sobre el producto que sostiene algo más esencial: Selena sigue siendo un motivo de discusión sobre la pertenencia y la representatividad, en medio de una época en que los temas son de especial importancia. Selena Quintanilla regresa a la pantalla chica convertida en un metáfora sobre la comunidad latina, en un reencuentro con cierta concepción sobre el talento como unificador y un lenguaje en sí mismo. 

Selena: La Serie. Fragmentos de ídolos muertos

Selena Quintanilla

Pero ¿era necesario volver a relatar su historia? Selena, que murió siendo tan joven como para que su figura actual sea una proyección de sus fanáticos y quienes le rodeaban y alimentan el mito, se muestra ahora en Netflix como una especie de curiosidad sin excesiva relevancia. Luego del improbable éxito de la serie de Amazon Prime Video Súbete a mi Moto  — que relata la supuesta historia detrás del fenómeno del grupo Menudo —  Selena: La Serie tiene el mismo aire de recuerdo nostálgico. La producción no aporta nada a la película de 1997 en la que Jennifer Lopez creó a una leyenda a base de carisma y cierto aire atemporal, hasta llevarla a la cúspide de la versión latina del éxito en el mercado anglosajón, que por entonces no era especialmente receptivo al fenómeno. Pero Lopez logró lo que parecía imposible: brindó un aire de épica trágica a Selena, pulió la leyenda que ya le rodeaba con un aire sofisticado y al final convirtió la película en oportunidad para su propio lucimiento. La combinación convirtió a la actriz en una estrella instantánea, a Selena en una figura controvertida y a los hechos a su alrededor en un debate que se mantuvo fresco y en constante crecimiento en la década siguiente.

Después, llegó el libro de la periodista María Celeste Arrarás y el supuesto secreto que escondía Selena al momento de su muerte, que se tradujo en una reciente serie de la cadena Telemundo con más de thriller de suspenso que de narración biopic. El supuesto motivo para el asesinato de Selena fue un tema controvertido que enfrentó a la familia de la cantante y a los medios de comunicación: había algo vil en el fondo de la supuesta revelación de la asesina de un motivo ulterior para el asesinato, como si Selena, símbolo de un tipo de éxito ingenuo que todavía se celebra, pudiera ser empañado por las declaraciones de Yolanda Saldívar, convertida ahora de criminal a albacea de la última voluntad de su víctima. De nuevo, la figura de la cantante pasó por el rasante de la explotación, de la noción que volvía a ser reinventada para su uso y consumo. Como si de pronto, Selena, la jovencísima cantante que narraba amores prohibidos sobre el escenario, fuera un producto que necesitara ser remozado y revitalizado por el escándalo de tanto en tanto.

Selena: La Serie. Fragmentos de ídolos muertos 1

Selena: La Serie

Para Netflix, Selena es un producto y de esa forma se vende. Lo hace además, en una serie de bajísima factura que está más interesada en mostrar el ambiente claustrofóbico que rodeaba a la cantante, que ponderar sobre su importancia como metáfora de la cultura latina en mitad de una época complicada. Para el guion del programa, Selena era miembro de una familia talentosa, cuyo padre decidió que eran una buena inversión sacar provecho de una situación imprevisible. ¿Suena cruel?, ¿frío? En realidad es la forma más directa de explicar el comportamiento y férreo control de Abraham Quintanilla sobre sus hijos. La conducta del padre — y el significado que le rodea — resulta venenosa y, a la distancia, una forma de comprender el motivo por el cual la figura de la fallecida cantante ha sido explotada y seguramente, seguirá siéndolo de una forma insistente. No se trata de devoción, de una forma de recuerdo. Selena es una mercancía valiosa en un mercado que necesita historias como la suya para subsistir, de la misma forma que en vida, la cantante fue una curiosidad exótica que su padre encumbró a fuerza de prohibiciones y cierto grado de maltrato.

Para Netflix, #Selena es un producto y de esa forma se vende. Una serie de bajísima factura, que no muestra la importancia de la artista como metáfora de la cultura latina en mitad de una época complicada. #Crítica: @Aglaia_Berlutti. Clic para tuitear

¿La serie de Netflix muestra entonces un panorama violento alrededor de Selena? En absoluto y es quizás esa contradicción el punto de mayor interés alrededor del programa. Casi de manera involuntaria se muestra a un gerente estricto, dominante y decidido a que su producto familiar se convirtiera en un éxito considerable. Eso, a costa de la vida privada de sus hijos, de una serie de prohibiciones e incluso, de la educación escolar de Selena. La percepción de Abraham Quintanilla es la de un comerciante que intenta sacar el máximo provecho a un producto, a costa de cualquier esfuerzo y consecuencia.

¿No es eso lo que ha ocurrido con la figura de Selena, después de su muerte? ¿No hay una devoción y realce a su leyenda gracias a los esfuerzos de su padre por mantenerla viva? La serie tiene la misma neutralidad de un producto de moda sin mayor profundidad y se echa de menos temas de considerable interés como la cualidad bicultural de su familia, el hecho que Selena fuera de hecho una mujer entre dos extremos, la forma cómo la fama afectó su adolescencia, decisiones a la posteridad, incluso su idealizada vida romántica, convertida después en motivo de controversia. Hay una desconexión total con la figura de Selena, la mujer, que tuvo que enfrentar una vida nómada en mitad de un proyecto familiar en que era pilar y centro. ¿No valía la pena mostrar — o al menos, especular —  sobre Selena, la chica de dieciséis años que apenas tuvo la oportunidad de vivir cualquier experiencia más allá del escenario? ¿No valía la pena hacerse preguntas sobre esta chica norteamericana  — como ella se define —  que aprendió castellano siendo adulta pero cuyo íntimo deseo era cantar en su idioma natal?

¿Quién era Selena Quintanilla? ¿Cuánto le afectó ser el impulso motor de un proyecto que no le pertenecía? En una de las escenas Selena está a punto de grabar su primer vídeo, enfundada en un atuendo extravagante y con un pañoleta en la cabeza. «Es exótica» dice el productor, como si hablara de un objeto, una figura moldeable, una eventualidad en medio de las rápidas transformaciones del mercado del entretenimiento. Y quizás, eso es lo más desconcertante de la nueva producción de Netflix: la capacidad de transformar la historia de una cantante muerta a los 23 años, en una curiosidad anecdótica, en una historia simple que puede narrarse de un tirón. 

Selena Quintanilla tuvo un peso considerable en su natal Corpus Christi y en la comunidad latina de Texas. Más que un ídolo musical, fue también un ejemplo de perseverancia y un símbolo emocional, destrozado por motivos inexplicables y absurdos. Que ahora el mito que le rodea sea incapaz de mostrar esa importancia deja claro que hay mucho que debatir sobre la identidad, la transición cultural y las preguntas sobre qué hace a una figura trascendental serlo. Netflix tomó a la Selena producto y la depuró de todo matiz, sólo para construir una visión simple y consumible. Y eso sin duda es lo más inquietante de la historia de una mujer cuya importancia va mucho más allá de su muerte o las ambiciones de quienes la rodean. Una oportunidad perdida, para mostrar un nuevo rostro de lo latino y una fuente de interesantes debates sobre la identidad en alza de una comunidad cada vez más poderosa.

Netflix tomó a la Selena producto y la depuró de todo matiz, sólo para construir una visión simple y consumible. Crítica #SelenaNetflix #SelenaLaserie por @Aglaia_Berlutti. Clic para tuitear

 

 

 

 

 

Un artículo de Aglaia Berlutti

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